Opinión Nacional

Ceresole y los militares venezolanos

El carácter confuso y en ocasiones delirante de los planteamientos ceresolianos no debe ocultarnos un hecho: “ideas” similares han producido en el pasado reciente graves daños al sector castrense latinoamericano, como lo muestran —entre otros— los casos argentino y chileno de los años sesenta y setenta. Por lo tanto, a pesar de su naturaleza opaca y violenta, el mensaje ceresoliano requiere discusión.

En esencia, Ceresole pide dos cosas a los militares venezolanos: En primer término, que adopten una visión geopolítica nueva y se ajusten a otra alianza estratégica, ambas sustentadas en la confrontación frente a Estados Unidos, alineándonos dentro de un bloque diferente que a decir verdad jamás es definido con precisión por el sociólogo argentino, pero que pareciera incluír una Rusia otra vez beligerante, así como los regímenes árabes radicales y, por supuesto, la Cuba castrista. En segundo lugar, Ceresole asegura a nuestros militares que el “proyecto revolucionario” ahora puesto en práctica en Venezuela constituye su única salvación. En sus palabras: “No existen dos proyectos militares. Existe uno solo, porque el otro está orientado a la destrucción de la Fuerza Armada, tal como ya ha ocurrido en la mayoría de los países liberalizados y democratizados de la América Meridional”.

Las elucubraciones ceresolianas son poco originales. Esa extraña mezcla de anti-yanquismo y anti-semitismo, con elementos de marxismo y fascismo unidos a una enrevesada teoría conspirativa de la historia, ha jugado ya un papel en el proceso de decadencia ideológica de los ejércitos latinoamericanos, con trágicas consecuencias. Por fortuna, en Venezuela el veneno ceresoliano ha tenido, hasta ahora, escasa penetración en el sector castrense en general, pero lamentablemente, pareciera que el Jefe del Estado simpatiza con las tesis del sociólogo argentino. Así lo evidencia, por un lado, el anti-yanquismo de nuestra actual política exterior, la defensa de la revolución castrista, la búsqueda de un mundo geopolíticamente “multipolar” (contra Estados Unidos), y la fantasiosa concepción de una “OTAN del Sur” para responder ante amenazas que nadie parece tener claras, y que más bien apuntan hacia la famosa unidad de los “ejércitos revolucionarios” en America Latina. Por otro lado, desde luego, el impacto ceresoliano se plasma en la visión de la “postdemocracia” plebiscitaria del caudillo-ejército-pueblo, en franca ruptura con la tradición occidental de la democracia representativa.

A mi modo de ver, las recetas de Ceresole constituyen el más seguro y expedito camino para el deterioro profesional, institucional y moral de nuestros militares, y la eventual aniquilación de las Fuerzas Armadas venezolanas como sector comprometido con un orden político civilizado. Para empezar, la visión geopolítica del sociólogo argentino implica romper con el principal socio estratégico, comercial y sociocultural de Venezuela, los Estados Unidos, una nación que está al frente del progreso en todos los órdenes de la existencia contemporánea, y con la cual nos unen hondos y sólidos vínculos de toda índole, que en múltiples sentidos y aspectos nos benefician. El sociólogo argentino parte de la premisa errada de que la actual hegemonía norteamericana pronto será puesta en juego por Rusia y China, lo cual no es en modo alguno cierto, y pretende que Venezuela sacrifique sus lazos con Washington a favor de un cadáver histórico como sin duda lo es la revolución castrista en Cuba. Semejante transformación en nuestra ubicación geopolítica sería sencillamente un acto demencial, que acabaría por ubicarnos junto a regímenes oprobiosos que poco o nada tienen que ver con nuestras tradiciones, costumbres, valores y aspiraciones.

Ceresole argumenta además que han sido la democratización y liberalización políticas de estos pasados años las que han “destruído” a las Fuerzas Armadas latinoamericanas. El sociólogo argentino parece olvidar que la “destrucción” (en realidad, pérdida de prestigio y peso político-social) de los militares en su país fue el resultado de las terribles dictaduras ejercidas por el sector castrense en Argentina (dictaduras en no poca medida inspiradas en la ideología ceresoliana), de la bufonesca aventura de las Malvinas, y de la indignante “guerra sucia”. En cuanto a Venezuela, nadie, absolutamente nadie en su sano juicio ha propuesto o siquiera sugerido la eliminación de las Fuerzas Armadas. Al contrario, el gran peligro que corre nuestro sector castrense se deriva precisamente de la politización forzada a que está siendo sometido por el Jefe del Estado, en parte gracias a los “consejos” malevolentes y distorsionadores de un hombre que por desgracia ha importado a nuestro país el tono y los contenidos del mensaje fascistoide que tanto daño ha causado entre los militares de otras naciones hermanas, y que ahora amenaza con contaminar a las nuestras. Las Fuerzas Armadas venezolanas enfrentan un desafío crucial en estos tiempos de mengua, y su responsabilidad ante el país y ante sí mismas es ineludible. El rumbo que les señala Norberto Ceresole, y al que parece acogerse el Presidente de la República, representa un verdadero suicidio para la institución castrense nacional. La advertencia está hecha.

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