Opinión Nacional

Chabacano

En Castellano muchas palabras llevan, al comienzo o en su interior, la letra “Ch”. Curiosamente, muchas de ellas tienen un valor despectivo, humorístico o gracioso.  Este hecho lo señala con gran precisión  doña María Moliner en su monumental Diccionario de uso del español, al definir la letra “Ch”: “El sonido representado por esta letra es en alto grado expresivo o imitativo, es decir, forma palabras que no son, o no son sólo, representativo-objetivas, sino que expresan una actitud afectiva o  intencional del sujeto (sirven sobre todo para despreciar o para llamar), o imitan o sugieren un sonido, un  movimiento, etc”.

Es el caso, en Venezuela, de chácharo, que en tiempos de Cipriano Castro y de  Juan Vicente Gómez se utilizó para llamar a los miembros de la guardia pretoriana de estos dos dictadores, e incluso en algún momento se extendió a la idea de andino en general, obviamente porque todos los miembros de esa guardia, o casi todos, eran especialmente reclutados en el Estado Táchira. Decir de alguien “¡Cuidado!, que ese es chácharo” era casi un insulto, y además subversivo, por lo que había que decirlo muy en privado y en voz baja. En cambio, chancho es una voz simpática, sea que se refiera a un cerdo, sea que se la apliquemos cariñosamente a un amigo gordito. En algunas regiones de habla castellana chafarote es el nombre de un arma blanca, una especie de “Alfanje corto y ancho, que suele ser curvo hacia la punta”; o bien, paradójicamente, un “Sable o espada ancha o muy larga” (DRAE). Pero en nuestro país es un “Objeto voluminoso, viejo, desusado o en mal estado” (Diccionario  del habla actual de Venezuela / R. Núñez y F. J. Pérez; UCAB). Pero, aunque ni este ni ningún otro diccionario lo registra, recuerdo haber oído en mi infancia y adolescencia llamar chafarote a un sujeto vulgar, pesado, despreciable. Así mismo cháchara es “Abundancia de palabras inútiles. || 2. Conversación frívola. || 3. Baratijas, cachivaches”. En cambio, cuchi suele ser vocablo simpático, y hasta humorístico, para referirnos a algo bonito, agradable, gracioso.

El adjetivo chabacano es definido por el DRAE como algo “Sin arte o grosero y de mal gusto”. Casares, en su siempre estupendo Diccionario Ideológico de la Lengua Española, lo da como algo “Vulgar, inelegante, grosero”. María Moliner prefiere definirlo como “Basto y de mal gusto: ‘Lenguaje  [Un espectáculo] chabacano’ ”. Y el muy moderno Diccionario de uso del español de América y España VOX registra: “Que es grosero, ordinario o de mal gusto: chistes chabacanos; dicho de una manera un tanto  chabacana, pero realista”.

En la práctica puede observarse que el adjetivo chabacano tiene un amplio espectro semántico, pues de hecho se aplica a muchas cosas. Lo más común es que se tilde de chabacano cierto tipo de lenguaje: “Fulano (o Fulana) habla un lenguaje muy  chabacano”; “Él es muy chabacano al hablar”; “Me molestan las chabacanerías de Fulano cuando habla”, etc. No se confunda, sin embargo, lenguaje chabacano con lenguaje obsceno. Hay palabras de por sí chabacanas, pero no obscenas, como sobaco, gargajo o verija. En cambio, obscenidades como coño, carajo o joder pueden resultar chabacanas dentro de ciertos contextos, pero no serlo dentro de otros.

Además del lenguaje, también pueden ser chabacanas muchas otras cosas. La manera de sentarse, por ejemplo; la forma de vestirse; los gestos y otras tipos de comportamiento, un espectáculo, etc.

En algunos países, como México, llaman también chabacano al albaricoque.

Chabacano es palabra de origen incierto. Doña María Moliner asoma la hipótesis de que quizás derive de chavo, con el significado de cosa “de poco valor”. Pero es eso, una hipótesis, difícil si no imposible de comprobar. Otra hipótesis, igualmente nada fàcil de comprobar, es la de Corominas, para quien “El sentido propio [de chabacano] es ‘desabrido’ (…) y primero parece haber significado ‘de poco precio’, luego podría ser derivado de chavo, variante vulgar de ochavo”, que era una moneda de escaso valor.  Aunque sí es palabra vieja en Castellano, que figura ya en el precioso Tesoro de la lengua castellana o española (1611), de don Sebastián de Cobarruvias, descrita como siempre con mucha gracia y donaire:  “Chavacano: Deste término usan en  el reyno de Toledo; y a unas ciruelas que por otro nombre dizen porcales o harta puercos, las llaman chavacanas. Y chavacano al hombre grosero, vulgar e impertinente…”. Cobarruvias creía, además, que podría ser palabra de origen griego, o más probablemente hebreo.

Chabacano aparece también en el primer diccionario de la  Real Academia, el conocido como Diccionario de Autoridades  (1716), definido como “Cosa ejecutada sin pulidez, ni reglas del  Arte que le corresponde: y por consiguiente se llama así todo lo que no merece aprecio ni estimación”.

Al parecer, chabacano es palabra originaria de nuestro idioma, pues no existe en Latín, y tampoco se la conoce en las lenguas romances, aunque en Italiano hay, con la misma idea, un vocablo parecido, ciabattone, cuyo origen no conozco, pero puede haber sido adoptada del Castellano.

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