Opinión Nacional

Chávez a dos semanas del revolcón estudiantil

Ningún parecido entre el Chávez que habló el viernes en la noche en una cadena de radio y televisión durante 4 horas a un grupo de estudiantes de la Universidad Bolivariana y el que semanas antes había mandado a la OEA “al carajo”,   al senado norteamericano “a lavarse ese paltó”, y  al papa Benedicto XVI a pedir perdón por el genocidio perpetrado por la Iglesia Católica contra los indios americanos.

De la misma manera que el Chávez de la rueda de prensa del jueves con corresponsales extranjeros guarda poca, o ninguna relación, con el que el 28 de diciembre pasado desde Fuerte Tiuna, disfrazado de general en zafarrancho de combate y rodeado de chafarotes, anunció urbi et orbi que no renovaría la concesión y cerraría a RCTV.

Y mucho, muchísimo menos, pueden cruzarse el Chávez que el martes 29 mayo se dirigió a un grupo de jubilados creo que otra vez  para prometerles el oro y el moro mediante el único recurso que conoce para ganar adeptos: regalar,  con el que el 17 de diciembre, en un acto del Panteón Nacional en que se conmemoraba el 176 aniversario de la muerte del Libertador, estalló en insultos contra el general José Antonio Páez, lo llamó traidor a la patria y sirviente de la oligarquía y amenazó con expulsarlo de su tumba,  la historia y la memoria de los venezolanos.

O sea, que se ha operado un cambio en los gestos, vocablos y uniforme en el Chávez de las dos semanas que siguieron al revolcón estudiantil, pues  si bien no dijo que renunciaba al socialismo y la revolución y tomaba el camino de la libertad, la democracia y el estado de derecho, no hay duda que las manifestaciones estudiantiles nos trajeron un teniente coronel más tranquilo, pausado, comedido, corto en sus cadenas de radio y televisión, alejado de Fuerte Tiuna y más inclinado a vestirse de civil, que a disfrazarse de militar, a hablar bajo que gritado.

Es verdad que entre tanta parquedad y civilidad estalló de repente el llamado  a los barrios de Petare el martes 29 a que bajaran de los cerros a defender la revolución y a ripostar como fuerza de choque contra los estudiantes universitarios, y que  ahora la propaganda oficial y chavista se centra en acusarlos de oligarcas, agentes de la CIA y de preparar un “golpe suave” en connivencia con John Negroponte, George Bush y Condoleeza Rice ¿pero no es cierto también que sin el énfasis  ni el rigor de otros días, sin  aquellas arengas y llamados a la guerra civil y la “solución final”, más cerca de los autos de fe de la Inquisición Española, que de conglomerados donde una multitud se reúne a compartir, intercambiar y debatir?
Pero si es que hasta el discurso del “Líder Máximo” en el mitin monstruo que se convocó en la avenida Bolívar para dar inicio a la “contraofensiva revolucionaria” resultó magro, destemplado, aburrido e increíblemente corto (dos horas), como que otra vez repitió los lugares comunes que son inexcusables al rito; maltrató, adulteró, maquilló y abusó  del único mártir del santoral chavista por cuanto ya no encuentra torceduras que aplicarle: Antonio Gramsci,  y tuvo que terminar con la mitad de los asistentes (unas 200 mil personas) retirándose, dicen algunos que a los bares  cercanos y otros que a  centros comerciales de moda como el Sambil y El Recreo que los estaban esperando con las ofertas del día.

Pero más allá de comentarios y opiniones sobre las últimas actuaciones y roles del teniente coronel, al margen sobre si se trata de un retroceso para “agarrar mínimo”, o de preparar el ambiente para dar la orden de ataque y tomar el enemigo por sorpresa, pienso que hay una idea o percepción  difícil de descartar en los días del revolcón estudiantil: Y es que el Chávez que se estrenó en diciembre centuplicando su capacidad para los insultos, las amenazas y las agresiones; el Chávez que sacó de nadie sabe donde que el electorado le había dado un mandato para instaurar en Venezuela el socialismo stalinista y castrista; el que dijo que no se calaba  la descentralización, la libertad sindical y la autonomía universitaria y en consecuencia procedería a eliminarlas; el que inventó el mamotreto que llaman los consejos comunales; y, sobre todo,  el que decidió reformar la constitución de su puño y letra para autonombrarse presidente vitalicio; pues digamos que si no desapareció, sí  se fue de vacaciones; que si no se esfumó,  sí se retiró a ver que hace con su vida, y rueda ahora como un perro sin amo y en espera de que  ideólogos más originales le aporten nuevos cocteles para pasar el ratón y prepararse para la próxima borrachera.

A lo que me refiero  es que de seguro, la era de los ideólogos que le cocinaron a Chávez el mondongo de marxismo, rupturismo, castrismo y postmodernismo está llegando a su fin, a que gente como Hans Dieterich, Ignacio Ramonet y Marta Harnecker ya recibieron información  de que sus pagos están suspendidos y deben resetear sus cerebros para mantenerse en la nómina de la revolución.

De la misma manera que los asesores cubanos, los estrategas de las salas situacionales y funcionarios menores como Jorge Rodríguez, Pedro Carreño y William Lara  deben estar también llevando lo suyo, sometidos al escarnio de que los Audi, los Ranchos de Chana, el whisky etiqueta azul, Smarmatic, y el regusto por la riqueza fácil los apartaron de las filas  de los íntimos y leales al comandante.

       Permítanme insistirles que con todo ello no quiero  decir que el viejo Chávez, el otro, el conocido, no vigile agazapado, simulado, zamarro, como caimán en boca “e” caño y presto a lanzar el zarpazo…pero sin duda que apaleado, apabullado, regañado, trasquilado y sin aquella decisión de avanzar rápido y sin mirar a los lados que le fluye cuando siente que la oportunidad le es propicia.

       Tampoco niego que no sea una artimaña ya empleada con magníficos resultados en otras circunstancias y otros escenarios, pero sin dejar de señalar que, tanto ayer como hoy, la marramucia surgió porque lo pararon en seco, lo dejaron con los ojos claros y sin vista, y con un potente y demoledor uppercut en el mentón.

       O sea, que está groggy, viendo a los costados, dudando si despierta por enésima vez de su sueño profundo al presidente de Cuba, Fidel Castro y le pide ayuda; o se decide por consultar a Ollanta Humala, Bonazzo, Evo o Correa, muy pedigueños todos, pero al fin y al cabo gente de su generación que no andan preocupados, como el Caballo, por confesarse y recibir la extremaunción por lo que pueda suceder.

       Pero hacia dentro nada, nada con José Vicente Rangel, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez, Nicolás Maduro, Pedro Carreño, y William Lara; nada que otra cosa que facturas “por  cobrar”  por haberle empujado a la humillación de verse desafiado por un grupo de estudiantes imberbes, pacifistas y sin experiencia política que lo han reducido a un dictador torpe, inmaduro y expuesto a que en cualquier momento, se lo lleve cualquier ola.

Y es que para colmo, la manifestación o marcha de la “contraofensiva” fue un ostensible fracaso y un show montado en la Asamblea Nacional con motivo de que los estudiantes universitarios habían pedido un derecho de palabra, resultó ser  un fiasco, porque los estudiantes “revolucionarios” que debían “enfrentar” a los contrarrevolucionarios, terminaron siendo unos empleados del gobierno con sueldos de hasta 2000 dólares mensuales.

       Y aquí es donde se revela que la revolución es pura burocracia estatizada con personal eventual de fin de semana que se incorpora a las marchas y mitines del comandante en jefe, solo por  participar en un espectáculo que, es cierto,  es repetitivo y cansón, pero es el único donde se cobra por estar ahí, gritar y gesticular.

       Eso en cuanto a los manifestantes de la capital, por que si se trata de los reclutados en el interior, la ganancia es doble, pues cobran pasajes, estadía y viáticos y concurren a los centros comerciales a gastar o invertir lo ganado.

       O sea, que mejor ejemplo de economía de mercado, abierta y competitiva, no hay.

       Pero asombro aparte ha generado en la opinión pública de dentro y fuera del país, el caso de los estudiantes asalariados, tarifados o empleados públicos, presentados por la propaganda oficial como los héroes que embrionaban el “hombre nuevo”, plenos de solidaridad, capacidad de sacrificio y dispuestos a fajarse hasta la muerte en las luchas contra el imperialismo, los Estados Unidos y la contrarrevolución y resulta que lo que son es unos “niños del estado”, full de billetes, con chequeras de 8 cifras y prestos a defender la revolución donde “la patronal” les indique.

       Bochorno de bochornos que seguramente empujaran más a Chávez por la pendiente de despecho,  soledad, desconcierto y  ridículo por la que rueda  rápida e implacablemente; o quizá la inclinen a hacer una de las suyas, a declarar que él está detrás de los estudiantes, que todo se debe a una estrategia brillante de su genio imperecedero, que Stalin González, Jon Goicochea, Douglas Barrios y Geraldine Álvarez son fanáticos y agentes suyos y  ejecutaron impecablemente una instrucción para desenmascarar a los traidores, descubrir a agazapados y consolidar la revolución.

       Es que Chávez no puede perderse una…Ni siquiera la derrota catastrófica y total a que está condenado.

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