Opinión Nacional

Chávez: el Socialismo como excusa

Conversar con afectos al oficialismo de distinto nivel, buscando auscultar su preparación para instrumentar el socialismo llamado del siglo XXI, puede ser una experiencia colmada de impresiones atinentes a su desconocimiento de lo que pueden ser nociones fundamentales que todo buen socialista -desde el siglo XIX hasta el XXI- debería manejar. Igual sucede con calificativos de uso frecuente en algunos partícipes de la oposición, cuando hablan de la sociedad cubana como una sociedad comunista, identificando a esto último con una tiranía –que lo es- o una sociedad llena de pobreza –que también lo es-.

El propio Fidel castro –hoy convertido en un anciano dictador, pero hombre culto y de capacidades expresadas en sus tiempos de figuración inicial- llegó a señalar en discursos de hace unos cuantos años que, en Cuba, se mezclarían aceleradamente socialismo y comunismo para atender el precepto de este ultimo de “a cada quien según sus necesidades”. Nada más lejos de la realidad cuando se evalúa la sociedad cubana de hoy.

Igualmente deprimente, es observar a líderes del oficialismo en Venezuela, en por lo menos dos perspectivas. La primera, la de la opulencia. Conocidos son sus desafueros, su alto nivel de vida y su goce permanente de los dineros públicos, mientras ingentes masas de pobladores viven en penurias o se les recomienda esfuerzo y abnegación. La segunda, es atinente a su preparación teórica, ideológica e incluso instrumental sobre nociones fundamentales de política o de implementos para encauzar el supuesto proceso “revolucionario” -según ellos- en curso en Venezuela. Cualquiera se adjudica hoy día, en Venezuela, el epíteto de revolucionario, aunque su práctica de vida, sus experiencias previas e incluso sus propias ideas no tengan nada que ver con ello.

La llamada “revolución bolivariana” se ha tornado así en una revolución fracasada, pero sobre todo en una revolución lenta. En la campaña del SÍ y del NO finalizada recientemente, el Presidente Chávez pedía así, en uno de sus discursos, que como capitán se le diera más tiempo para cada día poder conocer más los distintos detalles que necesita conocer un capitán (el no sabe, seguramente, que el Che Guevara –a quien generalmente refiere- expresó alguna vez, aunque no represente más que una de sus frases emotivas: “la revolución hay que hacerla a ritmo violento”). Las revoluciones conocidas en el mundo -al menos en el siglo XX- han producido realmente un estancamiento en el progreso y evolución de la vida de los ciudadanos y han terminado siendo estos procesos mayormente generadores de desesperanzas y resentimientos.

Una idea por lo menos dramática que ha soltado el Presidente Chávez a sus seguidores y al país como explicación del entusiasta rechazo que se le dio a través del NO a su nefasta e indescriptible propuesta de reforma constitucional, es la de que el pueblo no está suficientemente maduro para el socialismo. ¡Válame dios! habría dicho Don Quijote de la Mancha. No se conocen fácilmente expresiones de ideólogos, conductores o líderes que en su entusiasmo y actividad hayan pensado que el pueblo no está preparado o maduro para algo como lo planteado. La idea de la salvación general o emancipación general a través de -cómo gustan decir algunos- el desarrollo de las potencialidades de campesinos y obreros ha partido siempre de la idea de que sus propias penurias materiales, su propia condición de explotados es, en líneas generales, un basamento ya de por si suficientemente importante para que tales grupos –o clases sociales- de afectados digan “basta” y se encaminen por un proceso revolucionario que, supuestamente, les brindaría felicidad. Esto es: el Presidente termina culpando al pueblo y a las masas populares, como gustan en decir líderes y políticos del caso, de no tener suficiente preparación para haber asimilado su avanzado proyecto –según él- del socialismo del siglo XXI. Las babiecadas que son atinentes a este último, con tal aseveración, las ha terminado multiplicando el Presidente más o menos por veinte.

Esconde el proyecto de reforma constitucional un proyecto fundamentalmente personal, que es el que al Presidente Chávez le interesa apuntalar en términos de reelección. Los terribles planteamientos que se tenían en tal proyecto de quitarle la autonomía al BCV –hoy día ya bastante mascullada por lo demás- o de permitir que empleados y estudiantes de las Universidades tuviesen la misma significación a la hora de elegir a sus rectores –pero no soldados ni sargentos a la hora de elegir quien comanda el ejercito-, lo relativo a los estados de excepción, entre otras tantas cosas, quedaban subsumidos y supeditados a la ambiciosa idea de -en un contexto determinado- seguir siendo reelegido.

La pregunta a hacerse –no es análisis contra factual propiamente dicho pues ya la habíamos hecho- era como y con qué velocidad se iba a construir el socialismo después del 2 de diciembre si triunfaba el SÍ. Nuestra conjetura es que no iba a ser ni tan rápido ni tan fácil, dado, entre otras tantas cosas, el rentismo venezolano que los administradores y “revolucionarios” han aceptado y profundizado para convivir con él. En ausencia de un triunfo del SÍ La “revolución” se vuelve más lenta y los desesperos del Presidente mucho mayores ante la imposibilidad de ser reelecto.

De ahí se ha empezado a armar otra paranoia sobre la cual ya alertaba Baduel en la noche del domingo 2 de los corrientes. Y es la búsqueda de distintos caminos para implantar, aunque sea parcialmente, lo que no fue aceptado en el referéndum.

No han asimilado ni el Presidente ni los yes-men que lo acompañan, la idea de que el pueblo venezolano nunca ha querido socialismo ni comunismo. Pero, igualmente, tampoco aprecian que el Che Guevara cuando estuvo en Bolivia se enfrentó a la indiferencia de indígenas y campesinos que no entendían ni les interesaba su planteamiento. Hoy además, varios de ellos se le oponen y opondrán al Presidente Evo Morales. Tampoco asimilan el hecho duro, que puede ser tan perverso como expresivo, de que la gente no quiere que la salven. Y menos aun aprecian –paradójicamente pues se presentan como revolucionarios que quieren conseguir la felicidad de los seres humanos- que como dijo Lenin y balbucean varios de ellos: “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”. Mas modernamente y en cristiano podría uno decirles: ¡pónganse a estudiar!
Un proyecto personalista es manejado entonces con la excusa del socialismo. Ante el revés que a la administración actual le significa el triunfo del NO, y digan lo que digan (que si tres millones de partidarios de ellos no les votaron, que si la alegría a los opositores les durará poco) hay que afirmarles que la gente está contenta y que de manera indiscutible la sociedad venezolana con el aporte de numerosos factores entró en una nueva fase.

Esa nueva fase expone a nuevos retos a la oposición, que deberá abandonar inocencia y facilismo, pero también apartar a varios descarados de siempre que han actuado y actuado y nunca han reconocido errores y arrogancias de cuando estuvieron en varias administraciones de la llamada Venezuela de la democracia de partidos.

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