Opinión Nacional

Chávez: el último de los adecos

A Federico Méndez Castro

«Y hasta allí llegó la historia de Acción Democrática.»

José Ignacio Cabrujas (El país según Cabrujas, (%=Link(«http://analitica.com/bitblioteca/cabrujas/encofrado.asp»,»El encofrado»)%))

El Adeco Indomable

Cuando Chepino Cuevas, el sabio carupanero, promulgó su discurso ante la primera conferencia neobolivariana de la recién inaugurada cofradía de los Rebeldes contra el Gorila, en la que, por supuesto, me encontraba presente, y endilgó a Chávez la estigmatización del «Adeco Indomable» con la que será conocido per sécula seculórum, la concurrencia pronunció un perspicaz y cognitivo: ¡Oh!, que permitiría iniciar una irreductible arremetida contra el mal mayor que se les avecinaba: el neoadequismo exacerbado.

«Una mezcla infeliz de Carlos Andrés con Lusinchi», explicó el sabio. «Aunque parezca desproporcionado, se trata de un Adeco con uniforme. Populista y confuso, faramallero y falaz, vestido de oliva, acaso un poco más anacrónico y desmedido, eso es Chávez: el Ultimo de los Adecos», concluyó.

Una algarabía rabiosa se propagó entre los Rebeldes contra el Gorila. «¿Cómo? ¡Nos han engañado, nos habían prometido la muerte de ese cuerpo enfermo llamado AD, pero jamás nos dijeron que su espíritu permanecería intacto entre nosotros! ¿Qué hacer, gran sabio, cómo exorcizarnos?», preguntaba la turba todavía conmocionada.

«Hijos, no hay nada qué hacer. Vosotros, esta generación, estáis destinados al descalabro que le causará su Gorila de turno, el Adeco Indomable.»

«¡Oh!, desdicha.» Sollozó la turba de Rebeldes contra el Gorila.

¿Y su combo?

Alguno de la concurrencia vociferó con grito agonizante: «¡No, no puede ser!», y murió fulminado por infarto al miocardio. El pánico cundió entre la muchedumbre. ¿A quién recurrir, cuál Chapulín Colorado los librará de esta nueva odisea nacional? Voltearon a un lado, nada; hacia el otro, menos. Vacío absoluto de un líder (entiéndase Super héroe) que les independizara de esta blasfemia histórica.

Alguno pensó: «Bueno, pero si entre el combo del Gorila escogemos a alguno que nos resguarde y libere de él. ¿Qué tal Miquilena?»

Un gran abucheó secundó al pensamiento (resulta que los Rebeldes contra el Gorila entienden muy bien aquello de leer pensamientos): «No has entendido aún que Miquilena es el nuevo Alfaro Ucero de la pretendida revolución Chavista, su mimetismo barato. No podemos contar con él. Mucho menos con la gama de resentidos que le cortejan (el Negro, el Blanco, el Amarillo, el Rojo y el Anaranjado), así que, ¡ni de vaina!, ¡olvídalo!, mejor será que, como ese combo hace, no pienses. Venezuela no está para estar pensando, bobo.»

Un sordo ¡oh!, nuevamente, se alcanzó a escuchar entre los presentes que en ese momento intentaban pensar…

El pelón de Cabrujas

En la turba de los Rebeldes contra el Gorila se alzó uno y dijo: «Coño, ¿y Cabrujas?, él nos aseguró que este pedorrín se había esfumado de una vez por todas, que de AD ni la sombra más nunca. ¿Qué pasó?».

Chepino Cueva, el sabio carupanero, con paciencia erudita encogió sus hombros, miró hacia el Infinito en búsqueda de respuestas provenientes del más allá misericordioso, y un ángel, encarnación de la luz, heraldo del cielo, se posó en su oído derecho y lo invitó a pronunciar estas palabras aladas: «Hijo mío, buen rebelde contra el Gorila, que ante el pasmo tan sabiamente te cuestionas e indagas, he de comentarte con igual conmoción que nuestro gran Maestro Cabrujas, como buen venezolano escéptico, jamás quiso creer en la transmigración de las almas, en el fenómeno de la reencarnación. Por lo tanto, le fue vedado a su aguzada mirada anticipar que la muerte de AD desembocaría en la exacerbación de AD; sí, que muerta Acción Democrática, instantáneamente, emigraría su alma hacia otro cuerpo también gigante y malformado (¿cómo podría ser de otra forma?), y nacería su esperpento, su reencarnación, su paroxismo: el Polo Patriótico.»
¡Oh!, gimió la audiencia por cuarta vez consecutiva.

Y se turbó el Indomable Gorila

Ese gemido ronco de la turba de Rebeldes contra el Gorila, que se escuchaba por cuarta vez consecutiva, viajó de modo sideral por el espacio y se infiltró en la celda-Palacio del Gorila; lo despertó de su placentero sueño. La turba turbó al turbado Gorila quien dormía como Rey con su batita de seda «blanca» (protegiendo su peludo cuerpo de mosquitos y de cucarachitas, o sea, de todo aquello que no es él ni su combo).

Y el Gorila se levantó lanzando alaridos, saltando, gruñendo, tirando todo lo que en mediano orden se encontraba a su alcance; y pronunció palabras irresponsables, palabras fáciles, palabras adecas; y pensó —él era el único que podía hacerlo en estos tiempos— en CAP y en Lusinchi, sus grandes maestros del populismo social: ¿qué harían ellos ante la conturbación popular?; y regaló leche y frijol; y arregló parques y escuelitas como Luis Herrera; y mintió a diestra y siniestra; y se erigió en su trono-Gorila; y maldijo al osado que lo había despertado, al punto, que en un descuido sólo posible de Gorilas, insultó la memoria del Todopoderoso. Y…
¡Oh!

El mar donde hubimos de naufragar

Y tronaron los cielos, emergió de la sombra la tromba y un nuevo diluvio universal se ciñó sobre aquella pequeña Venecia sureña. Naufragamos, sí, naufragamos, pueblo y Gorila, ricos y pobres, clérigos y seculares, gobernantes y gobernados, rebeldes y borregos, la nación entera se despedazó y naufragó revolcándose en el lodo de sus expectativas: ¿Dónde quedará la esperanza después de haber perdido un hijo en la refriega?

Ante la devastación, el Gorila solicita la reconciliación del ahogado. Dueño ya del «Bananal», pretende el olvido fácil de su presencia nefasta (cual adeco en reelección). Desconoce que él, su maniqueísmo descontrolado, su Indomable capacidad de ser Adeco, fueron los que hurgaron en el sosiego de las cosas y nos desataron como unidad venezolana. Nadie puede ya ver la reconciliación sin turbación y recelo. Nadie puede obviar ya la fractura. El coro de Rebeldes contra el Gorila se ensancha.

De todos modos, el Gorila celebra el nacimiento de su rorro (quien nació manco, o mejor, esperpento). Ni la lluvia copiosa y asesina impide que salte y baile en su madriguera. Claro, próximamente, tiempos de elecciones, y de Adeco Indomable, hay que prepararse para la actuación en el circo.

Venezuela dividida: ¿Cuál será la nueva propuesta del Gorila?

¡Oh, dilema!

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