Opinión Nacional

Chávez virtual, Capriles real

Aunque usted no lo crea, en esta campaña electoral la modernidad y la tecnología de punta acompañan al viejo candidato presidente, mientras el método decimonónico del contacto a flor de piel constituye la herramienta básica de proselitismo esgrimida por el joven aspirante de la Unidad Democrática. Paradoja que sólo puede explicarse por la muy peculiar situación política que vive Venezuela, cuya capacidad para desprenderse de los desarrollos predecibles ya resulta un lugar común.

En principio, por la capacidad de las nuevas generaciones para adaptarse y manejar con suficiencia la permanente renovación de las herramientas electrónicas de comunicación, en contraste con el esfuerzo tangible de la mayoría de quienes han traspasado la barrera de los 40 años a la hora de marchar con esa transformación continua, uno podría suponer que Chávez, uno de esos tipos que lee el periódico en físico y aún cree que los errores de escritura en los PC se resuelven con tippex, las tiene todas perdidas frente a un Capriles atrincherado en las redes sociales y dirigiendo su campaña desde un mi- núsculo aparatico sin el cual no sobreviviría ni un solo minuto.

Pero ocurre exactamente todo lo contrario. En un país donde la televisión juega un papel crucial y la radio también a la hora de difundir mensajes electorales, nos encontramos que ese espectro ha sido tomado, casi totalmente, por el Gobierno bajo el lema de «la hegemonía comunicacional». Están las redes sociales, pero hasta allí no llegan todos los sectores y la prensa escrita, donde los medios críticos aún son mayoría, no resulta suficiente para cubrir toda la población electoral.

A eso se le debe agregar que el Presidente, inhabilitado por su enfermedad, hasta ahora, para hacer lo que tan bien hace, el contacto directo con los electores, debe entonces recurrir a la parafernalia tecnológica comunicacional aun cuando sea un analfabeta funcional en la materia. Chávez candanga, las cadenas, los jingles, la propaganda oficial, han convertido al Presidente en un candidato absolutamente virtual, alejado del «sudor de las masas» por fría barrera de la exacta y precisa comunicación a distancia.

Capriles, por su parte, impedido como está de promover su mensaje a través de la totalidad de los medios audiovisuales (las anonadantes tarifas de la televisión lo restringen) y conociendo las limitaciones de las redes sociales, se ha enfrascado en una campaña old fashion, cuerpo a cuerpo, mano a mano, extenuante y agotadora, de la cual no sólo está recogiendo frutos sino que, además, le sirve como recordatorio permanente de su compromiso con un país real, de más hueso que carne, exhausto por no llegar nunca a la tierra prometida que un Presidente remoto y ajeno le sigue prometiendo en vano.

 

 

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