Opinión Nacional

Chavez:calificaciones del primer año

Chávez: Calificaciones del primer año
Jesús Sanoja Hernández (*)

En días de repunte de los precios petroleros, el entonces presidente Herrera dijo algo así como que el petróleo seguía siendo el Toyota (el macho, pues) de la economía venezolana. Vívanse entonces las consecuencias de la guerra entre Irán e Iraq, y la Agencia Internacional de Energía no había logrado doblegar a la Opep, cuya entrada triunfal a la escena fue provocada por la tercera guerra árabe-israelí, a finales de 1973, justo cuando el afortunado (en aquellos días) Carlos Andrés Pérez se disparaba hacia Miraflores.

 
LOS CONFLICTOS Y EL PETROLEO
Ambos conflictos, el de 1973 y el que se inició en 1980, así como la Guerra del Golfo Pérsico en 1991, impactaron los precios petroleros, llevándolos a cifras récord, por lo cual el fortalecimiento de nuestro fisco resultó ser, en los tres tramos, una tragedia para los países del Medio Oriente, envueltos en sangrientas luchas regionales o en desigual desafío con Estados Unidos y países otánicos de la ONU. En ese sentido, la razón le asistió a Chávez cuando sostuvo, en su larga, como siempre, intervención televisada de antenoche, que «el precio del petróleo actual, por primera vez, no es producto de un conflicto bélico (…) ni tampoco de muertos por un invierno muy fuerte», sino «de una estrategia concertada, incluso antes de llegar aquel 2 de febrero». Y muy bien que haya recalcado que el acuerdo de los países productores, incluidos algunos no Opep, venía desde fines del gobierno de Caldera, porque ya había gente del carrusel gubernamental que le atribuía a Chávez la iniciación de la política de reducción de cuotas. Punto, por cierto, aclarado oportunamente por el ex ministro Petkoff.

 
TARRE BRICEÑO Y ALI RODRIGUEZ
Por lo mismo, no puede decirse que uno de los mejores logros del primer año bolivariano haya sido consecuencia de una medida tomada por Chávez al instalarse en Miraflores, aunque sí es de reconocer la firmeza con que el MEM y Pdvsa mantuvieron la posición negociada con sus socios y la ejecutaron con loable transparencia. Un crítico del régimen, en su columna marcial (me refiero al dios Marte y a su día martes) del primero de febrero escribió:
«Son muchos los nubarrones que oscurecen el panorama económico venezolano. El petróleo escapa a ese tono gris-negro que nos pone tan pesimistas a la hora de hablar del futuro económico de Venezuela. Una política dirigida por Alí Rodríguez Araque desde el Ministerio de Energía y Minas, con la cual se puede tener desacuerdos pero cuya coherencia no puede objetarse, y un panorama expansivo de la situación internacional, han conducido a unos precios del barril en constante crecimiento. El precio del barril de petróleo venezolano subió de 8,43 dólares en el mes de febrero de 1999 hasta llegar a 27,17 esta semana. En lo que va del año el promedio de la cesta venezolana se ubica en 23,24 dólares, es decir 8 dólares por encima del previsto en la Ley de Presupuesto para el año 2000». Y contradiciendo en algo lo afirmado por el presidente Chávez en materia de azotes invernales, Tarre Briceño aclaraba que el incremento fuerte en los precios de los últimos días «tiene mucho que ver con la fuerza del invierno en los países fríos», no sin advertir que Bill Richardson, secretario de Energía de EE.UU., preparaba una ofensiva diplomática sobre (o contra?) los países productores. Richardson, precisaba Tarre, visitaría México, Noruega y Arabia Saudita.

Al parecer, a Venezuela no, tal vez por razones que, entre otros funcionarios estadounidenses, dejó entrever Peter Romero, secretario adjunto para Asuntos Hemisféricos.

 
LA INFLACION SE DESINFLA
Otro punto sobre el cual Chávez afincó su palanca de optimismo para el 2000 fue la baja de la inflación a lo largo de su primer año de gestión, atribuida por la oposición, desde que empezó a definirse el pasado año, a la correlativa baja del consumo, es decir, a los efectos de la recesión. Sostuvo el mandatario que tal no fue la causa, porque en 1989, cuando tomó por segunda vez posesión Carlos Andrés Pérez, reinaba la recesión, lo mismo que durante 1994, primer año de la revalidación calderista, y que sin embargo en un caso la inflación había sobrepasado 80%, y en el otro rebasado 70%. Como se recordará, en 1989, luego del Caracazo y de los «desajustes» provocados por «el Plan de ajustes», Pérez había prometido que, de sobrepasar la inflación 80%, él se asilaría, y en 1994, contra lo que suponía Caldera cuando lanzó su Carta de Intención, «la crisis financiera», no prevista por él, desordenó los índices económicos. Por último, y vaya la palabra de Petkoff como escudo, la inflación había comenzado a bajar en 1998.

 
GRACIAS ESPIRITU SANTO!
Dos renglones que alimentaron el optimismo de Chávez, en su intervención de antenoche, fueron asimismo la lenta pero apreciable baja de las tasas de interés, que ya veremos cómo fluirá en el curso del 2000, y la devaluación regulada por las bandas cambiarias, que no son invento bolivariano sino prosecución de la estrategia del segundo tramo del gobierno de Caldera, durante el cual, valga recordarlo, no pocos economistas presionaron para que se decretara una devaluación radical bajo el supuesto de una sobrevaluación insoportable y peligrosísima. Figurará como material del folklore bolivariano un remitido, firmado por Juana de Briceño, con el título «Gracias Espíritu Santo por los favores recibidos: Chávez y la economía». En él se hacía burla de los «economistas y politiqueros de oficio» que sostenían que el bolívar llegaría a 2.000 y más por dólar al finalizar el primer año. La señora Justa de Briceño, al verificar este éxito de Chávez, como los que también le atribuye en materia de inflación, precios petroleros, tasas de interés y reservas internacionales, apelaba a una moraleja de creyentes: «El que actúa de buena fe, Dios le mete la mano. Eso está escrito».

 
LA MANO DE DIOS Y LA DEL MERCADO
Yo no creo, como la señora del remitido, que la buena fe mueva la mano invisible de Dios, ni tampoco la del mercado, pero acepto que las reservas internacionales, superiores actualmente a los 15.000 millones de dólares, son mayores que las heredadas en 1998. Ahora bien: 15.000 y tantos millones de dólares no constituyen ningún récord en la historia de las finanzas venezolanas. En uno de los años del segundo Caldera, las reservas sobrepasaron los 18.000 millones. El récord (negativo, si cabe el término) de un primer año de gobierno en materia de reservas internacionales lo ostenta, en los últimos veinte años, Carlos Andrés Pérez, quien recibió de su copartidario Lusinchi el desastre reflejado en el «Plan de ajustes» del 16 de febrero de 1989. Este año cerró con 7.546 millones de dólares, mientras 1984, primero de Lusinchi, había concluido con 12.469 millones de dólares y 1979, primero de Herrera, con 7.749 millones de dólares. Indiscutible además, que el aumento de las reservas a lo largo de los primeros doce meses de gobierno bolivariano son atribuibles al aumento de los precios de la cesta petrolera venezolana.

 
CHAVEZ, EL AIRE Y LOS SUEÑOS
Como sea, para el segundo año de su administración promete Chávez elevar las reservas a 16.000 millones, bajar la inflación a 15%-17%, controlar la tasa de cambio al promedio de Bs. 697 por dólar, rebajarle 2% al desempleo (uno de sus jinetes apocalípticos), reducir el déficit fiscal a 1,5%, colocar la tasa de interés pasiva en 17% (con ayuda de «mis amigos los banqueros») y poner el PIB en 2,2, convirtiendo al submarino que el pasado año tocó fondo, según expresión suya, en un avión. Sueña Chávez con los vuelos, comparándose con el águila (frente a la rastrera serpiente) y equiparando sus planes económicos con aviones que despegan y submarinos que asoman el periscopio para detectar la atmósfera. No faltará el día en que, al lado de Bolívar o de Zamora, aparezca Gaston Bachelard en sus citas.

Pero al lado de los sueños están las pesadillas, una de ellas, la deuda externa, asustando al país desde que Luis Herrera, en marzo de 1979, descubrió que recibía en estado de hipoteca. Desde entonces la deuda externa y particularmente desde el «Viernes negro» es un fantasma que ronda por los presupuestos y los déficit fiscales. Nada han podido proposiciones como la del «club de deudores», la condonación, la moratoria y la que, por ahora, alimenta Chávez: la reestructuración. Problema dificilísimo éste de la deuda, que llevó a Fidel Castro a convocar una conferencia en La Habana; a Alan García al desastre, después de anunciar que sólo dedicaría un mínimo porcentaje del presupuesto; y a México a la crisis de 1982. Puede ser que nuestros banqueros tengan corazón, como a veces pregona Chávez, pero los señores de la banca trasnacional no. Ni siquiera al Papa oyen.

 
(*) Historiador y periodista
 

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