Opinión Nacional

Citas del reino de Oz

Llegó a Oviedo hace unos días para recibir el Premio Príncipe de Asturias mención literatura. Los periodistas lo entrevistaron como si fuese un especialista en el Medio Oriente, más que un prolífico y talentoso autor, pero es que el israelí Amos Oz resalta no solo por su calidad literaria, sino por su pacifismo, ostensible en sus artículos y entrevistas en las que suele expresar su certeza de que tarde o temprano habrá un entendimiento entre israelíes y palestinos.

Su libro de tres ensayos “Contra el Fanatismo” es ahora de lectura obligatoria en los colegios de Suecia en donde su gobierno se adelantó al Comité Nóbel de Literatura en apreciar su obra. En España también se contempla la posibilidad de incluir esta obra en su plan de estudios.

Personalmente, cuando en mi rol de profesor enseño sobre fundamentalismo y fanatismo, suelo sacar de mi mochila esa breve antología de Amos Oz, confieso que siempre lo cargo sobre mis espaldas como “mi texto sagrado” y me deleito mientras voy deleitando a quien me escucha al leer algunas sugerencias, como aquella de combatir al “pequeño fanático que todos llevamos por dentro” por medio de la lectura de la buena literatura y de adiestrarnos en el arte del humor:
“El sentido de humor es un gran remedio. Jamás he conocido he visto en mi vida a un fanático con sentido del humor. Ni he visto que una persona con sentido del humor se convierta en un fanático, a menos que él o ella lo hubieran perdido. Con frecuencia, los fanáticos son muy sarcásticos y algunos tienen un sarcasmo muy sagaz, pero nada de sentido del humor.

Tener sentido del humor implica habilidad para reírse de uno mismo. Es relativismo, es la habilidad de verse a sí mismo como los otros te ven, de caer en la cuenta de que, por muy cargado de razón que uno se sienta y por muy terriblemente equivocados que estén los demás sobre uno, hay cierto aspecto del asunto que siempre tiene su pizca de gracia. Cuánto más razón tiene uno, más gracioso se vuelve….”
Cita de Oviedo
En su discurso de agradecimiento por el Príncipe de Asturias Oz insistió en la importancia de la literatura como medio para conocer al otro y por lo tanto, un remedio de los muchos requeridos para luchar contra cualquier tipo de fanatismo:
“Si no eres más que un turista, quizá tengas ocasión de detenerte en una calle, observar una vieja casa del barrio antiguo de la ciudad y ver a una mujer asomada a la ventana. Luego te darás la vuelta y seguirás tu camino. Pero como lector no sólo observas a la mujer que mira por la ventana, sino que estás con ella, dentro de su habitación, e incluso dentro de su cabeza.

Cuando lees una novela de otro país, se te invita a pasar al salón de otras personas, al cuarto de los niños, al despacho, e incluso al dormitorio. Se te invita a entrar en sus penas secretas, en sus alegrías familiares, en sus sueños.

Y por eso creo en la literatura como puente entre los pueblos. Creo que la curiosidad tiene, de hecho, una dimensión moral. Creo que la capacidad de imaginar al prójimo es un modo de inmunizarse contra el fanatismo. La capacidad de imaginar al prójimo no sólo te convierte en un hombre de negocios más exitoso y en un mejor amante, sino también en una persona más humana.”
Citas de Jerusalén
Para aprender de Amos Oz, uno se puede pasar días buscando frases inolvidables de sus novelas, ensayos y de las frecuentes entrevistas que concede, para entonces caer en el desfiladero de su reino de tolerancia y talento. ¿Acaso, para comprender la esencia de este autor, sería mejor contar una de sus tantas digresiones cuando lo invitan como orador?, como por ejemplo, aquella en la cual recuerda una vieja historia de Jerusalén (¿inventada por él?), en la cual un personaje está sentado en un café y al reconocer al mismísimo Dios, le plantear una urgente pregunta: “Querido Dios, por favor, dime de una vez por todas: ¿Qué fe es la correcta? ¿La católica romana, la protestante, tal vez la judía o acaso la musulmana? y Dios en esta historia contesta: ‘’’Si te digo la verdad, hijo, no soy religioso, nunca lo he sido, ni siquiera estoy interesado en la religión’”.

¿Acaso, mejor citar, para penetrar en su reino de tolerancia, un fragmento de alguna de sus novelas, como aquel de Una Historia de Amor y Oscuridad en la cual nos narra?: “…mi padre empezó a descubrirme durante unos veinte minutos todas las cosas de la vida. No dejo nada por revelarme. Me inició en el secreto de los misterios más ocultos del mundo de la bibliotecomanía: me mostró la carretera principal y también los caminos secundarios entre bosques, los paisajes vertiginosos de variaciones, matices, fantasías, avenidas solitarias, tonos atrevidos y caprichos excéntricos: los libros se pueden ordenar por título, por autor, por colección y editorial, por orden cronológico, por idioma, por tema, por género y campo, y hasta por lugar de edición. Depende.

Así aprendí los secretos de la variedad: la vida está hecha de diversos caminos. Cada cosa puede ocurrir de una forma y también de la otra, según distintas notas y razonamientos paralelos. Cada razonamiento paralelo es consecuente y coherente a su modo, completo en sí mismo, indiferente a los demás”.

Cita de un Taxista de Ficción

Está claro que Amos Oz no se considera un pronosticador, un adivino, ni siquiera un analista político y mucho menos un profeta, y sin embargo, ¿acaso alguno de los protagonistas de sus obras, en un ejercicio literario, no han pronosticado algo cercano a lo que luego ocurriría en Israel o el Medio Oriente?
Oz nos aseguraría que si en sus libros alguno de sus personajes dice algo que se asemeje a un pronostico, es solo una casualidad, y ese sería el caso de lo que ocurre a Fima, personaje principal de la historia del mismo nombre (publicada en 1991 en castellano con el nombre de La Tercera Condición), en la cual el conductor de un taxi le expresa:
“Lo que le diré, y escúcheme bien, es que solo hay un hombre en este país lo bastante fuerte para cortar este “tallit” (chal) por la mitad sin cortarse él mismo por la mitad y es Arik Sharon. Nadie más puede hacerlo. Le escucharán….Si Arafat viniera al parlamento a decir que lo siente recibiría algo de tierra. ¿Así qué? Dejemos que Arik vaya y haga un trato, de gángster a gángster. ¿Cree usted que algún corazón herido como (el pacifista) Yossi Sarid u otro van a negociar con esa basura de Arafat? Los árabes harían picadillo a Yossi Sarid y después alguien de nuestro bando le metería un kilo de plomo en la barriga y la cosa acabaría así. Lo mejor es que Arik sea el que corte (la tierra). Siempre que deba negociar con una bestia bruta, contrate a un cazador para el trabajo, no a una bailarina de danzas sensuales”:
Cuatro años después de que este taxista de ficción le dijo a Fima que cualquier político israelí que entregara territorios a los palestinos terminaría con plomo en la barriga por “alguien de nuestro bando”, Yizhak Rabin murió asesinado por los disparos de un fanático judío israelí y 14 años después, Arik Sharon retiró al ejército y a los colonos judíos de Gaza, cortando la tierra como lo pronostico el vehemente taxista de su novela.

¿Acaso, entonces, la clave del reino de Oz está en sus personajes? No es tan simple, puesto que el escritor israelí nos insistirá, como dijo hace varios años en una entrevista, que no es ni el profeta Amos ni el mago de Oz.

Citas a los Pasadizos de la Imaginación
¿Acaso, la mejor manera de entender la obra y la gran capacidad de empatía de Amos Oz sea poniendo suma atención a la agudeza de sus reflexiones cuando los periodistas lo inquieren en su verdadero terreno de la literatura, en lugar del de la política? En una reciente entrevista su “inquisidor” de turno lo retó diciéndole que las grandes obras literarias suelen ser universales y por más rusos que sean los clásicos de Dostoyevsky, Gogol y Chejov, aun así todo lector puede reconocerse en los dilemas de sus personajes. Sin embargo, según este entrevistador, en las novelas de Amos pareciera que sus protagonistas son metáforas del conflicto del Medio Oriente.

Oz, el no-profeta ni mago, aunque sí adivino de quien intenta etiquetarlo e ilusionista de palabras que comprende de textos y contextos, le contestó:
“Si uno escribe en un lugar controversial del mundo todo se le interpreta alegóricamente. ¡Si escribiera una obra sobre una madre, un padre y su hija, un crítico diría que el padre representa al gobierno, la madre a los viejos valores de la sociedad y la hija a la frágil economía! Si Moby-Dick hubiese sido escrito en Sudamérica hoy, por Mario Vargas Llosa, la gente diría que se trata sobre dictaduras, si hubiese sido escrito en Sudáfrica por Nadine Gordimer, sería sobre el conflicto entre los negros y los blancos. En Rusia la ballena sería interpretada como Stalin, en el Medio Oriente la novela sería sobre israelíes persiguiendo a palestinos o viceversa. ¡Ese es el precio que un autor paga por escribir en un lugar conflictivo!
En su discurso de Oviedo, Amos Oz, habló de política pero sobre todo de cómo la literatura es un puente para la comprensión del otro, no solo en términos de nuestros conflictos, sino como simples seres humanos. Y desde un lugar poco conflictivo nos recordó que “si lees una novela, adquieres una entrada a los pasadizos más secretos de otro país y de otro pueblo. La lectura de una novela es una invitación a visitar las casas de otras personas y a conocer sus estancias más íntimas.”
La estancia íntima de este autor es la que todos nosotros deberíamos aspirar: un profundo amor por lo demás, por los demás y por lo que está demás de los demás y de nosotros mismos.

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