Opinión Nacional

Civiles y militares: venezolanos primero

A propósito de esta serie de artículos referidos al debate nacional sobre la participación de miembros en situación de retiro o activos de las Fuerzas Armadas en funciones de gobernación y de estado, pareciera oportuno en los tiempos que vivimos, recordar lo escrito por Simón Rodríguez en “Defensa de Bolívar, 1812”. “Raro es el militar que sepa distinguir de literatos; pero es más raro aún el literato, que quiere hacer justicia a un militar. Para un militar sin talento, todos los literatos son filósofos; y es, porque, en la idea de filósofo va envuelta la de cobarde. Los literatos vulgares tienen a todo militar por ignorante o desalmado. Los buenos literatos podrían humillar la arrogancia de algunos militares, abandonándolos a sus conquistas; los militares sensatos deberían castigar la impertinencia de los literatos, abandonándolos a sus libros. La escena de dos especies de locos, la una siempre peleando y la otra siempre leyendo, desaparecía por falta de medios con que pagar armeros e impresores”.

Esta profunda reflexión del maestro Simón Rodríguez tiene una vigencia tremenda en nuestros días. Allí como si se tratara de un artículo de prensa del corriente mes, se tipifica a un sector o varios del país localizados a ambos lados que pretenden discutir las diferencias sobre este tema en términos absolutos, es decir, sin mediar en relación con la grave y delicada coyuntura actual. En mi anterior reflexión insistí en la necesidad de convocar en el ejercicio de gobierno a todas las voluntades y personas aptas para cumplir determinadas funciones de Estado. Me declaro defensor de la capacidad de los miembros de las Fuerzas Armadas para ejercer esas funciones, porque de lo que se trata en el fondo, es de remar en la misma dirección, la cual es en mi opinión, la mejor estrategia económica y política capaz de sacar al país del punto muerto donde nos encontramos.

Así como tengo la convicción de que la crisis de nuestro país no es un resultado exclusivo de la acción unilateral del estamento “civilista” de nuestra sociedad, también estoy persuadido que la búsqueda de soluciones, la aplicación de correctivos y en fin, el uso de nuestro mejores y más elevados recursos humanos, no es responsabilidad, derecho y atribución exclusiva de una parte de nuestra sociedad; muy por el contrario, la convocatoria más amplia posible, será parte principal de éxito de un verdadero esfuerzo nacional.

El papel del ejército en nuestra América Latina la cual afortunadamente salvo contados casos, se encuentra en medio de un prolongado período de paz democrática, a más de preservar la seguridad y defensa de la integridad nacional, debe centrarse hoy día, en la defensa de su desarrollo, palabra y concepto este, que ha desaparecido de nuestro lenguaje en los últimos años, porque de tal tamaño ha sido esta crisis, que nos conformamos con sobrevivir. Es exageradamente mezquino, señalar que el papel de nuestras Fuerzas Armadas debe circunscribirse a la defensa de nuestras frontera, sobre todo en la agitada zona colindante con Colombia. Por el contrario, pienso que un papel más protagónico sobre todo en las posiciones técnicas del Estado y el Gobierno, pudiera ayudar en mucho, a evitar que nuestra situación se torne parecida a las de la frontera que hoy se le pide a las FFAA que defiendan.

La esencia de la enseñanza del maestro Simón Rodríguez con cuyos conceptos y reflexiones con los que comenzamos esta nota, es que efectivamente pudiera ocurrirnos que en medio de este debate, se nos escurra el tiempo, se nos escape la oportunidad de enderezar el camino con el esfuerzo de todos antes de que la quiebra técnica del país, no nos permita ni siquiera discutir estos asuntos en el tono que hoy lo hacemos y por el contrario, debamos pelearnos por las pocas cosas que nos queden, entre ellas, esta maravillosa libertad de emitir nuestro punto de vista.

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