Opinión Nacional

Cohabitar con Chávez

La oposición parece haber encontrado el buen camino, en ésta última semana se ha adjudicado importantes victorias, pero aún no podemos hablar de vencedores ni vencidos. El balance es positivo, a pesar que el drama social y político sigue intacto. Aunque practicamente ya no hay talanquera que saltar en la Asamblea, y el TSJ está dando señales de independencia institucional. Todos estos avances, se producen tras la firma del Acuerdo. A partir de allí, la oposición se ha concentrado en lo prioritario, es decir, salvar la democracia. Respetando el Acuerdo, y esquivando las dificultades, sin desmayar en su determinación de alcanzar el Referendo.

Del lado oficialista, las dificultades que debe afrontar un presidente, que no domina a su mayoría parlamentaria constituyen un dolor de cabeza que puede convertirse en un vía crucis si la correlación de fuerzas se vuelve en su contra con hostilidad. Los franceses bautizaron dicha situación con el mediático término de «cohabitación», dejando de lado el término «coexistencia institucional». En el libreto político de la cohabitación, el presidente debe someterse a la nueva mayoría parlamentaria, conservando éste sus prerrogativas presidenciales. Si el presidente no está dispuesto a someterse tendría que renunciar o dar un autogolpe. François Mitterrand, un apasionado del arte de hacer política, aceptó en su momento someterse; a la larga hasta logró su reelección.

Nuestro sistema presidencialista impide una cohabitación a la francesa; por eso queda en el aire la tentación de salir a buscar otra solución, tanto de parte de algunas cabezas calientes de la oposición, como del pinochetismo virtual del oficialismo.

Así las cosas, al oficialismo perder su mayoría en la Asamblea, el mundo se le pone chiquito. Si adelanta las elecciones corre el riesgo de perderlas, si llama a Referendo éste podría resultarle adverso. En lo inmediato, el gobierno tendría que engavetar sus leyes Mordaza y Participación Ciudadana; a cambio de ello, conserva el poder, precario pero poder al fin. Hasta las elecciones presidenciales del 2006, con la garantía constitucional para presentarse a su propia reelección. En el interin, se desarrollaría un régimen semipresidencial, que podría calzarle muy bien al actual presidente, encargándose éste de la política exterior y de defensa, tal y como estipula el artículo 236 de la Constitución. Chávez dejaría de ser el árbitro y miembro principal del juego institucional. Pero para ello haría falta la figura del Primer Ministro, la cual no existe en nuestro sistema; a pesar de haber sido invocada en el pasado reciente cuando a los ministros de Interiores, se les llamaba «premier», como fue el caso de Piñerua, entre otros.

Hoy estamos frente a una Venezuela partida en dos; la de los que aún creen en la democracia y la de los que no creen; la cultura de oposición, contra la cultura de los violentos. Felizmente el país no está al borde de ninguna revolución. Sin embargo las heridas, las diferencias y las frustraciones son palpables y nos preocupan. En los proximos meses, vamos a necesitar mucha ponderación, atención e imaginación. En ese sentido vaya mi humilde aporte con éste artículo de ficción política.

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