Opinión Nacional

Confesiones de una malagradecida

Si debe haber una cruzada en Venezuela, no solamente es la obvia, aquella en función de la defensa de nuestros pisoteados derechos humanos, sino también contra la hipocresía, que parece ser la aceituna del Martini o la guinda del helado, de toda decisión política y legal, de cualquiera de los bandos que se oponen en este momento en nuestro país.

. Que se sea hipócrita en lo personal, se comprende aunque no se justifique, por aquello de las conveniencias y no menos importante, de las apariencias. Total, es una actitud cosmética, que puede hacer daño, sobre todo en las relaciones interpersonales, pero que no tiene mayor trascendencia. Es como ser mentiroso, pero más elegante.

Sin embargo, cuando llega al terreno de lo público, es un agravante de cualquier decisión o declaración errada, de esas que se repiten en el escenario criollo, porque añade el elemento del desprecio y del escarnio y se lo aplica sin anestesia al oyente, el receptor ciudadano.

En así como no basta que se sentencie a la pena máxima al conjunto de policías que actuaron en la acera política opuesta al gobierno en la jornada del 11 de abril, mientras sus contrapartes no duraron ni un año presos, no basta que se arrebate el situado constitucional a todos los ganadores de la oposición en el último proceso electoral, sino que la juez que sentencia el primero de los casos tiene que ponerse a recitar versículos de la Biblia en el tribunal, para justificar su decisión y el Presidente de la República, ataca a los curas que defienden a los perseguidos, como lo defendieron a él cuando estaba preso y anulado. Y dice que no ha visto degradación mayor, volviendo a citar la Biblia, como si a ambos les importara tanto el texto y lo sagrado cristiano, en medio de una feroz lucha política por la permanencia en el poder.

Decenas de personas a las que la obliga su estatus de dirigentes políticos de la oposición, que nunca se acercaron en estos cinco años a ayudar o a hacer presencia en esa difícil vida de presos y perseguidos de los comisarios y que nunca ni se voltearon a ver que era de la vida del general Francisco Usón, mientras pagó cárcel por una entrevista televisiva, los vi y oí, declarando en los medios y dándose golpes de pecho, sorprendidos por la sentencia, como primeros chicharrones entre los dolientes.

!Treinta años! !Treinta años! , repetían.

Se asombran del resultado del juicio como si no fuera igualmente monstruoso, mantener presa a una gente sin juicio, haciéndolos ir 80 veces por año, durante los cinco que duró el proceso, a audiencias que nunca avanzaban, manteniendo la jurisdicción lejos de sus casas, intensificando el dolor y la tortura de sus familiares. Para ellos la injusticia del gobierno comenzó tras el fallo.

Ese proceso fue una sesión pública de tortura, con el propósito de intimidar por medio de castigos ejemplarizantes a los enemigos del gobierno y constituye un delito que se llama terrorismo de estado, cometidos por un conjunto de funcionarios públicos.

Es un horror, igual que las continuas amenazas e insultos públicos y privados a los familiares de los condenados. Con lo que todo el mundo se hace la vista gorda, como que si fuera natural que a las mujeres y a los hijos de los presos se les trate como a una escoria. Igual que botar y amenazar con despedir masivamente de sus trabajos a la gente porque hagan huelga, sean esos trabajadores chavistas o no..

No son suficientes las palabras de solidaridad y de lástima, las expresiones de dolor y asombro. Se convierten en expresiones de acabada hipocresía cuando no van acompañadas de las acciones. El rol de los dirigentes políticos es de mayor responsabilidad que el del ciudadano común en estos terrenos y aunque todos permitimos con nuestro silencio y nuestra pasividad que en Venezuela se viole la ley cuando se aplica un código penal distinto al opositor , no es menos cierto que los conductores de la sociedad se caracterizan por ir adelante, mostrando direcciones no solo geográficas sino éticas y legales. La sensación que tengo es que hay que esperar que los políticos vayan al psicólogo y se pongan de acuerdo, para que los venezolanos de a pie podamos encontrar solución a nuestras penurias ciudadanas y políticas. Que hay que perdonar a los dos bandos todas sus insensateces, a los unos porque no se especializan en asesinatos, sino en corruptelas masivas y a los otros porque han sacado un carnet de demócratas en la OEA , el CNE y los medios de comunicación..

El gobierno se apresura a aplastar a viejos opositores y a nuevos disidentes manejándose entre la zanahoria de los dólares y el garrote de los insultos y los procesos judiciales, mientras en la otra acera, reina el auto justificación, la indecisión y las recomendaciones de calma y cordura. Los dos bandos se justifican hipócritamente. Todos dicen que intentan darnos una mejor patria, todos quieren nuestro bienestar, todos se sacrifican por nosotros, desde las salas de los hoteles de lujo, desde los escenarios mundiales de las giras millonarias. Debo ser una malagradecida, pero no les creo y además, hay muchos como yo.

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