Confidencias imaginarias de un emperador
Se abre el telón, se cierra el telón:
En la pequeña ventana entra una luz mate que despide el sol en el ocaso. Dos personajes están sentados en la mesa principal, estilo Luis XV. Uno de ellos de tez más oscura y pelo corto saca una botella de ron y se refresca el trago.
Emperador: «Lo mío es el ron, definitivamente, hasta en eso hay que ser nacionalistas. Porque si uno se descuida se le meten los estereotipos importados sin que uno se de cuenta».
Primer ministro: «Tú siempre tan radical. Yo pienso que hay que saber disfrutar la variedad y la belleza que encuentra formas particulares en todos los países. Lo mío es el vino y el Whisky escocés. Y …volviendo al tema hermano,Venezuela afronta una situación de emergencia y requiere soluciones inmediatas ¿ Por qué rechazaste la ayuda que te brindó los Estados Unidos?».
Emperador: » Y … hasta cuando me van a preguntar lo mismo. Yo en esos militares no confío, para nada hermano, que tal si lo que se traen en ese buque es un caballo de Troya. Además, si mano de obra es lo que sobra en este país, con el desempleo que arrastramos».
Primer ministro: «Bueno tal vez, pero ¿y las máquinas?».
Emperador.- «Bueno las máquinas sí las necesitamos, pero como dicen por ahí no hay almuerzo gratis».
Primer ministro.- «No es por ser pesimistas, pero qué tal si no nos damos abasto, acuérdate que es una emergencia y el tiempo apremia, cualquier ayuda internacional debería ser bienvenida».
Emperador.- «Si puede ser, pero te repito: yo no confío en el Tío Sam. Y aquí el que manda soy yo. Ya lo advirtió Bolívar: ¡¡¡Cuídense del gigante del Norte!!!».
Cualquier parecido con la realidad o una obra ya publicada es pura casualidad