Opinión Nacional

Conflictividad

En Venezuela se puede observar una multiplicidad de conflictos no resueltos, no presentes en el consciente colectivo, pero que estaban latentes, y que hoy en día han salido a la superficie, manifestándose a través de mecanismos tanto violentos como no violentos, la forma de expresión de cada uno de los conflictos que vive la nación, tiene diferentes grados de tensión; el nivel de conflictividad aumenta cada día, y me temo que tanto la sociedad venezolana como el gobierno no están preparados para transformar los conflictos de manera positiva, es decir, en forma constructiva, ya que carecemos de una cultura del conflicto y una cultura de paz, aunque se están dando los primeros pasos, se deja entrever de parte del Gobierno que se está tomando conciencia al respecto, el Presidente del Tribunal Supremo de Justicia expresó durante la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos la necesidad de impulsar la justicia de paz; sin embargo, la mejor forma de resolver, gestionar y transformar conflictos es permitiendo la participación de los involucrados en el mismo, por lo que el Gobierno tiene el gran reto de poner en práctica su principal objetivo político, dejar que las comunidades, el ciudadano común, participe en la resolución de sus propios conflictos.

Lo paradójico que caracteriza la conflictividad hoy en día en Venezuela es el hecho, a mí criterio, que si bien el Presidente Hugo Chávez Frías ha tenido la capacidad de hacer visibles aquellos conflictos que estaban latentes, como el conflicto político, sindical y social; también ha jugado al conflicto, él junto a su tren gubernamental han contribuido a crear nuevos conflictos tanto en el frente interno como en el externo: Conflicto indigenista, conflicto educativo, conflicto con la Iglesia Católica, y en el campo externo hemos presenciado las discrepancias con los Gobiernos de Colombia, Guyana y Estados Unidos. A pesar de la intencionalidad, hay ineficiencia e incapacidad a la hora de gestionar los conflictos, no hay interlocutores validos a la hora de que las partes quieran sentarse a negociar; además, ¿Cómo un Gobierno dedicado a la confrontación como forma de hacer política, puede contribuir a transformar un conflicto de manera constructiva, si el diálogo no es lo que lo caracteriza?, aunque han tenido que aprender a practicarlo.

Gran parte de la conflictividad de nuestro país se relaciona con los problemas de gobernabilidad que hemos tenido desde hace muchos años, esto es, incapacidad de gobernar eficientemente, ausencia de principios morales, altos niveles de corrupción, trasgresión de los principios democráticos y la enorme dificultad de encarar los procesos de globalización.

Además, el país presenta una serie de indicadores de alerta que se han agravado en los actuales momentos: Desigualdad social en la distribución de la renta y de la tierra; desigualdad en el desarrollo social; elevado nivel de desempleo; se acentúa la pobreza y la marginalidad; inseguridad ciudadana y jurídica; elevado nivel de impunidad ante la inoperancia de la justicia; inestabilidad política; pocas inversiones, nos encontramos con una economía cuasi paralizada; a pesar de los mecanismos de participación creados en la nueva Constitución, el grado de intervención de la sociedad civil es mínimo; el número de manifestaciones y huelgas ha aumentado considerablemente, así como su naturaleza, la violencia se convierte en el mejor mecanismo de expresión ante la falta de respuesta del Estado, la frustración, la desesperanza, el odio y el resentimiento; aumento de las ejecuciones extrajudiciales; crece el número de secuestros; incremento de la drogadición en la niñez y en la juventud; demandas de los grupos indígenas; presencia de militares en funciones políticas y sociales; situación carcelaria deficitaria; damnificados de Vargas con importantes demandas sociales; flujo de refugiados colombianos; políticas contradictorias hacia la integración regional; posición económica y política regional delicada; polarizaciones crecientes entre ciertos sectores de la sociedad venezolana con miembros del sector gubernamental, pudiendo provocar una “escalada” en algunos conflictos que vive la nación.

Sí a ello le agregamos lo que Fisas Vicenç (1998) llama “factores de aceleración”, “…como la propaganda desinformadora, los rumores o el abuso de la “retórica de guerra”, que multiplican la inseguridad, temor u hostilidad de los actores, «reforzando» su inclinación a usar la fuerza «y creando» imágenes de enemigos y estereotipos que perpetúan el conflicto”, la escalada del conflicto a través de vías violentas se hace cada vez más predecible.

Las manifestaciones de violencia estructural, se hacen visibles cada vez más a través de la violencia directa: Aumento de los linchamientos, los habitantes toman la justicia por su propia mano, y de los ajusticiamientos, debido al significativo aumento de la delincuencia ante la falta de sanción, colocando a nuestro país entre los seis más violentos del mundo; un informe de la Organización No Gubernamental (ONG) Red de Apoyo por la Justicia y la Paz asegura en un documento titulado “Derechos Humanos y Transición”: Que “desde enero hasta agosto del año 2000 en Venezuela se registraron 4.613 homicidios con un promedio de 580 mensuales, por lo que podrían llegar a 7.000 los crímenes durante el año pasado…” (Agencia France Presse, 08Ene01).

Otra expresión del nivel de violencia que esta agitando a este país, viene a ser el problema de las invasiones, con un hecho preocupante a principios de este nuevo año: La lucha violenta por las tierras rurales de El Hatillo, “…que culminaron con siete personas heridas y la quema de la casa principal de la hacienda El Pernaso….”(El Universal, 08Ene01), aunque lo más grave es la denuncia de Nancy Arrechedera ante la Fiscalía General de la República, publicado por este mismo diario, de la presencia de un “Comando Sorpresa”, que utiliza la violencia para amedrentar; de ser cierta esta información, estaríamos en presencia de posibles “Grupos de Autodefensa Urbanos”, tendencia que debe motivar al Gobierno y a la Sociedad a la reflexión, es común la presencia de grupos de vigilancia que utilizan la violencia para desalojar a los invasores en todo el territorio nacional, a ello se suma la presencia de grupos paramilitares y de la figura del sicariato en nuestras fronteras.

Asimismo, el conflicto entre las personas dedicadas a la economía informal –buhoneros- y los poderes ejecutivos regionales pudiera generar focos de violencia, ya que algunos de ellos amenazaron con el uso de la misma si no cumplen con sus demandas, lo que demuestra es el grado de conciencia sobre el poder que tienen frente al gobierno; en caso de que los Alcaldes del Libertador y de Sucre no logren una solución acorde a las demandas de estos grupos junto a la de los comerciantes formales y de la comunidad, dicha violencia pudiese propagarse a otros estadios, ante nuestros ojos lo que tenemos es una “mecha” que sólo necesita una “chispa” para arder y encender el “polvorín” en que se ha convertido nuestro país.

Estas expresiones de violencia dan paso a una violencia cultural que no estaba presente en nuestra sociedad, cuya función es la de legitimar la violencia directa y estructural (Fisas Vicenç, 1998), de ahí la imperiosa necesidad de conscientizar a nuestra sociedad para que intervenga en la resolución, gestión y transformación de los conflictos, y la única forma de lograrlo es educar para la paz; “…los retos de la educación para la paz no pueden ser otro que el participar en la formación de una ciudadanía dispuesta a abordar responsablemente los cambios estructurales que el mundo necesita, en lo político y en lo económico….”, el cual “…solo alcanza sentido en la medida que sea un instrumento útil para movilizar a la gente, para su propia transformación y la de su entorno….”(Fisas Vicenç, 1998).

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