Constitucionalidad y arbitrariedad
La historia de Venezuela es rica en constituciones. En diferentes circunstancias y con propósitos muy similares se han sancionado veinticinco constituciones. Todas ellas tienen un elemento en común: fueron escritas y promulgadas con fines absolutamente políticos. En 1811 para sancionar la independencia; en (%=Link(«/bitblioteca/congreso_venezuela/constitucion1819.asp»,»1819″)%) para movilizar la opinión internacional a favor de la república; en (%=Link(«/bitblioteca/congreso_venezuela/constitucion1821.asp»,»1821″)%) para darle vida a la República de Colombia; en 1830 para disolverla y, a partir de allí y hasta el presente, para satisfacer los requerimientos de los distintos gobernantes..
Desde 1830 la redacción y aprobación del articulado constitucional han estado sujetos a los caprichos políticos de los mandatarios de turno. En la mayoría de los casos, el móvil que ha animado las reformas ha sido añadir al texto constitucional los artificios legales que facilitasen a sus promotores mantenerse en el poder sin violentar la legalidad. Lo hizo Monagas en 1857; Guzmán en 1874; Andueza en 1891; Crespo en 1893 Andrade, sin éxito, en 1899 y Juan Vicente Gómez a partir de 1909, convirtiéndose en el más hábil de nuestros gobernantes a la hora de realizar ajustes constitucionales. Durante su mandato se imprimieron siete constituciones. Cada una de ellas obedecía a un capricho diferente del dictador quien, por un extraño prurito legitimista, no le gustaba proceder desatendiendo la letra constitucional.
En la última (%=Link(«/bitblioteca/anc/constitucion1999.asp»,»Constitución»)%), el presidente (%=Link(«/bitblioteca/hchavez/»,»Chávez»)%), siguiendo la tradición de sus predecesores, incorporó el polémico articulado que prevé la reelección presidencial. La iniciativa nos remite a manejos constitucionales del pasado.
Pero también, desde 1830, nuestros procesos constituyentes han sido intrumento político para legitimar el exterminio de quienes son desalojados del poder. Las cinco más grandes rupturas políticas de nuestra historia se apoyaron en constituciones aprobadas con el propósito de aniquilar al adversario.
Así se hizo al nacer la república en 1830 con la exclusión de los bolivarianos. Los liberales hicieron lo mismo en 1864 pero para acabar con la oligarquía. El mismo espíritu animó a (%=Link(«/bitblioteca/ccastro/»,»Cipriano Castro»)%) en 1901 y 1904 y liquidó para siempre las posibilidades políticas de los caudillos. Los adecos hicieron otro tanto en 1947 y barrieron de la historia a los andinos y a todos aquellos que tuvieron la infeliz ocurrencia de gobernar con ellos. Exactamente de la misma manera han operado los emeverrecos al aprobar su flamante Constitución Bolivariana con holgada mayoría en la Constituyente. La muerte del (%=Link(«/bitblioteca/venezuela/punto_fijo.asp»,»puntofijismo»)%) ha sido el norte de la acción emeverreca y de su máximo jefe el presidente Chávez.
En nuestra historia ha ocurrido también que quienes han promovido los cambios constitucionales lo han hecho alegando las insuficiencias de la constitución que se deroga y han puesto particular empeño en denunciar la violación de su articulado por parte de sus contrarios. Así lo hicieron José Tadeo Monagas, los federales, Cipriano Castro, los adecos del (%=Link(«/bitblioteca/venezuela/1945.asp»,»45″)%) y más recientemente el presidente de la V República, Hugo Chávez Frías.
En (%=Link(«/bitblioteca/hchavez/4f.asp»,»1992″)%) se alzó en armas para manifestar su rechazo a las flagrantes violaciones de la Constitución perpetradas por los hombres del puntofijismo. Durante la campaña electoral su bandera más exitosa fue promover la redacción de una nueva constitución que solventara las deficiencias de la (%=Link(«/bitblioteca/congreso_venezuela/constitucion1961.asp»,»“moribunda”»)%). No obstante, ha sido él mismo el primero en violentar la Constitución Bolivariana que juró defender. No parece tener buen destino esta nueva Constitución irrespetada por su principal promotor cuando todavía no ha transcurrido un año de su celebrada promulgación.
También Chávez, en esta materia, ha sido absolutamente consecuente con la tradición de arbitrariedades que ha caracterizado a nuestra historia constitucional.
