Opinión Nacional

Contra la Huelga General

Para ir contra la huelga general hay que tener respuestas inmediatas. En dos direcciones, habría que desarrollarlas. Organización e ideología. La organización que apunte hacia la unificación de todos las unidades de acción política. Buscar la interconexión de todos los elementos que se identifican con la manutención del proceso político. Exponer talentos, despojarse de protagonismo, cubrirse de humildad y tejer las ideas que den en el blanco de la oposición. Gesto solidario y de clara identificación revolucionaria que se agregue a la búsqueda de la Unidad Popular.

La ideología, por su parte, se basa en el sustento de un conjunto de preceptos teóricos, principios morales y normas de conducta cívica, para fortalecer los ideales de lucha. Es la fuerza espiritual que debemos reforzar en nuestro interior para defender el proceso de cambio. Aprehender para sí la pertenencia a ese proceso.

Aunque en el sector laboral las fuerzas reaccionarias sean mayoría, los miembros de los sindicatos vanguardistas y de orientación clasista tienen que exprimir su cerebro. Parir ideas novedosas y cautivadoras de la masa de trabajadores. Internalizarles que la huelga se revierte contra ellos mismos. No contra el Estado, ni el patrono, sino contra la familia, el ciudadanía común y el pequeño empresario.

Una huelga general en estos momentos, más que liquidar al gobierno, lo que produce es el entierro del país. La huelga como instrumento político, en situación de crisis aguda, no tumba gobierno. Engendra respuestas reaccionarias. Valga decir, dictadura, represión, confrontación armada, pobreza y anarquía.

Los trabajadores que poseen conciencia y que tienen sensibilidad social, aún sin ser partidarios del gobierno, tienen que anteponer a sus inclinaciones políticas, la subsistencia de Venezuela. No pueden tolerar las decisiones de las cúpulas, tanto de sus federaciones como de las ONG nacidas a raíz del alumbramiento de la sociedad civil. Los reclamos que hace la CTV tiene que considerar la opinión del universo de su afiliados. Quienes, a su vez, deben hacer valer su condición de ser pensante y no dejarse llevar por las acciones que deciden esas cúpulas desapegadas a sus intereses clasistas.

La difusión ideológica, tesis que deben sustentar los ideales de los trabajadores, no se puede hacer esperar más. La organización que interconecte a todos los actores vinculados con la masa laboral, tiene que homogeneizar sus cuerpo de ideas y transformarlas en frases digeribles que lleguen al alma del venezolano. Estructurar un plan de acción inmediata para concientizar a esa masa, apelando a la lucha social común a favor del país. La difusión ideológica tiene que convertirse en el instrumento decisivo de la persuasión política.

Sin embargo, esto no se logra sin organización previa. Estamos atrasados. Mientras que la derecha gana espacios y se apuntala con las banderas reivindicativas de los trabajadores, el sector progresista anda todavía apegado a la custodia de la burocracia. El luchador social tiene que definirse y asumir su rol tal como lo es en términos humanos de hoy. Las banderas de los cambios: poder constituyente, agenda alternativa bolivariana y democracia directa. Allí están reveladas tres armas de los ideales que pueden estremecer la fibras más sensibles de cualquier venezolano. Armas contra la huelga general.

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