Corazón y cabeza
Se le atribuye a Winston Churchill aquello de que el que a los treinta años no ha sido comunista no tiene corazón, y el que después de los treinta sigue siendo comunista no tiene cabeza. Y lo mismo puede decirse con respecto al fascismo. Comunismo y fascismo son la misma cosa. Implican inmadurez, cierto idealismo desprovisto de sensatez. Desprecio por el ser humano, por los derechos fundamentales de la humanidad, desprecio por la democracia, por las instituciones y por ciertos valores que se consideran “burgueses”. Así, es frecuente que tanto comunistas como fascistas adolescentes crean sinceramente que el dinero debe ser abolido. Y admiren profundamente a los antiguos espartanos. Y odien a los intelectuales. Y sueñen co hacer lo que hizo aquel comunista fanático camboyano, Pol Pot, o le que hizo ese otro gran enfermo mental chino, Mao, que llevó a los jóvenes comunisto-fascistas a humillar y hasta a asesinar a sus padres y sus profesores, junto con los intelectuales. Falta de cabeza, falta de reflexión, falta de sensatez, falta de madurez. Eso son el comunismo y el fascismo. Y comunistas y fascistas a la vez, aunque tropicales y desordenados, son el teniente coronel Chávez y sus seguidores. No hay que odiarlos, hay que tenerles lástima. Porque no tienen ni corazón ni cabeza.