Cristista
Jesús exige a sus seguidores: “que su sí sea sí y su no sea no”; una forma quizás de que los mismos no caigan en un terreno dubitativo, de medias tintas, donde se busque con vacilación el tiempo de encontrar una respuesta que no conlleve riesgos de retaliación.
Tal vez la intención del maestro de Belén, es que de nuestra boca brote, a la hora de una disyuntiva, lo que más se acerque como palabra a lo que esta escrito sin ambages en los papiros del corazón; lo sincero, la pureza de nuestras más profundas verdades.
Por eso hoy quiero expresar, en esa línea de verticalidad que demanda Jesús, que me reconozco “Cristista”; no budista, no hinduista, no maoísta, ni ninguna otra afinidad ideológica por el estilo.
Ser Cristista, para mí, no significa que actúo cabalmente en concordancia con los preceptos cristianos; pero sí que intento hacerlo; que me identifico afectivamente con el catálogo de enseñanzas que integran dicha filosofía.
Filosofía por cierto en alguna manera excluyente –creo que toda ideología es en alguna manera excluyente-; porque no se puede ser Cristista y al mismo tiempo comulgar con alguna otra doctrina que no contemple el perdón como premisa básica. No se puede ser Cristista y abrazar políticas doctrinales que encarnen procedimientos violatorios de la dignidad y los derechos de una persona o grupo; no se puede ser Cristista y aparecer en la misma foto con emisarios del despotismo.
Cuando Cristo señala la luna, el Cristista no mira la luna sino que mira el dedo; porque ese apéndice representa el rayo que demarca el inequívoco acimut hacia escenarios de justicia trascendente.
El Cristista descansa confiado en Cristo; porque él dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados”.
