Opinión Nacional

Cuadros de una exposición

En la extensa galería de los aciertos y errores deliberados, como de los éxitos y equívocos involuntarios, bajo el fuerte chorro petrolero, destaca el llamado chavismo como la mejor pieza viviente de ésta, la fase terminal del rentismo sociológico. No supimos de una alternativa suficientemente articulada que nos condujera a otra sala de la historia que no se detiene: bastaba una modesta flecha, sin mayores exigencias estéticas. Y en lugar de la salida, nos adentramos nuevamente a los espacios derruidos del estatismo anacrónico, la prebenda y el asistencialismo que dicen legitimar la continuidad del Seguro Social o la precursora premiación de un Luis Vallenilla en Cavendes, sin que aparentemente pasara nada, pues al fin y al cabo de esos trazos se hizo el itinerario harto conocido hacia el fracaso, aunque esta vez adquiere un carácter épico bajo el signo de la revolución, convertida en un mito cada vez más debilitado.

Modelar el futuro se hizo una tarea urgente, pero ociosa para aquellos que podían hacerlo con los colores de una realidad compleja, de luces y sombras en permanente movimiento. Algo pasó para que no adquieran resonancia las voces responsables que advertían la quiebra, pues las nuevas propuestas, mil veces dispersas, no supieron de una suficiente y contundente (re) significación política que permitiera –precisamente- articularlas en sendos proyectos que le dieran la deseada plasticidad a la esperanza de un país mejor y dispuesto a enfrentar los retos del no menos mítico siglo XXI. ¿Cuáles elites políticas?, lucía –y luce- como la pregunta obligada.

Inexplicable situación cuando una promoción generacional contó con el acceso privilegiado a la formación e información, como ninguna otra, pretendiendo justificar la conformidad y comodidad que consagró a «individuos de mediocres habilidades pero bien conectados», según dijera Orlando Ochoa . Entre doscientas y trescientas personas que, en las instancias de decisión política, no comprendieron lo que debía hacerse en Venezuela, de acuerdo a Carlos Blanco . El cortoplacismo y las pasajeras emociones que perfilaron la medianía intelectual y los liderazgos fraudulentos, subrayó Aníbal Romero .

Los profesionales de la política estatal y no estatal confluyeron en el enorme vacío de lo que pudo ser concreto y viable, contentándose con las consignas de lo efímero, intraducibles los aportes de la academia que incluye, como otro cuadro de la muestra, la sorprendente escasez o nulidad de trabajos en torno a las causas del derrumbe y reconstrucción de los partidos políticos, con el riesgo de perder una masa gigantesca de datos empíricos. Los intelectuales se hicieron simples activistas, ansiosos de reconocerse como los «notables» de la hora y la opinión pública perdió de vista la densidad en favor de los más superficiales críticos, como si todos los eventos públicos fuesen parte de los concursos de belleza y las telenovelas que dan cuentan (también) de la Venezuela profunda.

Política del Power Point

La crisis de interpretación radicó esencialmente en los partidos que delegaban la realización de sus programas a los fines enteramente electorales, reafirmando el outsourcing que tanto los perjudicó. A guisa de ejemplo, importantes constataciones como las realizadas por Eloi Lengrand o Arturo Sosa, Naudy Suárez o Guillermo Luque, Manuel Caballero o Luis Cipriano Rodríguez en torno a los orígenes y palpitaciones de los viejos debates que dieron origen a la socialdemocracia, el socialcristianismo o el marxismo en nuestro país, literalmente conformaban un ridículo paisaje para aquellos que no se sabían costumbristas mientras el país descubría y vivía expresiones de avanzada, parafraseando una estupenda sentencia de José Campos Biscardi. La polémica de las ideas sencillamente era algo inútil entre los que, una y otra vez, incurrían en la consabida mirada del presente, diestros en la Política del Power Point.

Federico Alvarez, no sin dibujarlo como un caudillo, exaltó como un hombre de ideas a su adversario Rómulo Betancourt, colocándolo al lado de Aníbal Ponce, José Carlos Mariátegui o V.R. Haya de la Torre , quienes podían evidenciar también una obra en tinta y papel. La práctica lograba un respaldo convincente de la propia reflexión que no cabe en la actual y creciente desespecialización en los asuntos públicos.

Sin dudas, la conformación clientelar contribuyó a la decrepitud de los partidos, pues, lo episódico se hizo estructural y, ya no beneficiado el conjunto partidista, la fulanización devino nepotismo en el elenco de las ventajas prodigadas por la cuota burocrática alcanzada. En este contexto asumimos lo dicho por Luz Marina Barreto sobre el clientelismo político, pues llevó a «una serie de incompetentes sin mérito ni educación a puestos de responsabilidad política», inhibiendo a los más prometedores, y –agrega- el desprecio absoluto hacia un Friedman en la izquierda que –generalizando- es «el menosprecio al conocimiento (como) una característica infalible de los regímenes clientelistas» .

Huelga comentar la deserción de los expertos partidistas en el difícil tramo de los últimos tres o cuatro años. No obstante, luce interesante que las tertulias informales sobre los problemas nacionales se multipliquen, recogiendo a antiguos militantes partidistas, desencantados –dicen- del compromiso político, pero que ofrecen una probable pista de lo que será la reconstrucción o el reacomodo de una élite, en la que el oportunismo también podrá colarse exitosamente: ¿no habrá interrogación alguna alrededor del origen social de los «nuevos» saberes políticos, el sentido (y sentimiento) ético pretendido, las modalidades de reclutamiento, las cualidades exigibles, etc.?

Ciudadanización del partido

Recordemos que la élite política cuenta con elementos ya no tan novedosos, quizás ocultos para la sociedad: los especialistas en mercadeo, en la realización de encuestas y comunicación política, ya vecinos de juristas y periodistas que frecuentemente hacen del protagonista una obra colectiva, perdiendo a veces su personal pincelada, por no citar la competencia con las ONG´s y las muy variadas manifestaciones de las denominadas sociedades intermedias. Y es que, por otra parte, al perder el hilo conductor del que hace profesionalmente la política, diluidos los que profesionalmente la piensan, desaparece la costumbre militante de hacerla y de pensarla simultáneamente, zanjada y aprovechada la diferencia por aquellos que meramente la tecnifican.

La recuperación de la política como oficio del hacer y del pensar está demasiado pendiente en la Venezuela de estos días y, por ello, las distintas iniciativas y propuestas necesitan de una articulación que los partidos pueden dispensar por aquello que habla -descubriendo el agua tibia- del mensaje, la organización y la estrategia, incluída la vocación de poder. Vale decir, la política como tarea del pensamiento estratégico que hoy se asfixia en los modelos leninistas/estalinistas encubiertos y que se asfixiará en los propios de la teoría neoclásica (el partido schumpeteriano), surgidos inadvertidamente de las premuras del sector dirigencial.

En todo caso, la asfixia tentada o consumada fue de las nuevas promociones generacionales que podían innovar la práctica política y, más específicamente, partidista, llevando la inquietud a la intuición, la intuición a la reflexión, la reflexión a los hechos, en un ciclo que les permitiera descubrirse como hijos de los nuevos tiempos. Refiere Rosaly Ramírez: «En el seno de los partidos políticos, el círculo dirigente se ha venido convirtiendo en un círculo cada vez más cerrado y de difícil acceso, que no permite la formación del relevo en la dirección partidista», perdido el contacto con las expectativas y demandas de la sociedad .

El desafío no estriba únicamente en permitir que las nuevas promociones hagan y piensen la política en los partidos, con la autenticidad de una práctica y de una reflexión que le otorgue plasticidad a la realidad, sino en compartir esas tareas con el resto de las expresiones políticas ajenas a la órbita estatal (sociedad civil oprganizada), sin pérdida de identidades. Al compás de la citada autora, la ampliación de la ciudadanía supone acoger, en una constante interrelación, las iniciativas que parten de ámbitos diferentes al del partido, cuya asimilación tiende a enriquecer el deseado y permanente debate doméstico. En otras palabras, significa ciudadanizar al partido.

El montaje del postchavismo

El funesto legado del régimen actual obliga a ensayar distintas perspectivas para un mismo drama hasta escuchar las campanadas finales, como si fuese el propio Modest Mussorgski el que afilara musicalmente todo lo que hemos visto y nos falta por ver. Habrá aquellos que pretenderán y privilegiarán el marco antes que la obra, ensayarán un aerógrafo o la aventurada pisada de la paleta o ésta no existirá. Lo cierto es que una obra concreta ha de mostrar sus virtudes: la de propiciar las inversiones y generar empleos, resolver la deuda social mil veces pospuesta e inyectar una fuerte dosis de optimismo sin perder el sentido de la realidad, capaces de voltear esta evasión cívica que, estimamos, hoy obedece más al desasosiego que al desencanto con la política: «descubrimiento confuso –pero a veces doloroso- de la naturaleza poco reconfortante y largamente insospechada del régimen llamado democrático» .

El cuadro (o los cuadros) del postchavismo advierten de la urgencia de los especialistas para la inmensa tarea de la reconstrucción económica, pieza importante en la reconstrucción de la vida democrática. El papel de la tecnocracia o tecnopolítica será inevitable e importante y, por obra de las circunstancias actuales, gozarán de una inicial legitimidad que podrá perder por el rigor e incomprensión de las duras medidas a tomar o las fallas de su implementación, antes que la imputación hecha por los sectores desplazados que dirán de una nueva gesta conspirativa, indolente y antipatriótica de vulgares agentes de los centros internacionales del poder financiero y económico, bajo los acordes de un neoliberalismo salvaje que paradójicamente hoy desarrolla el teniente coronel Chávez.

A la élite política de la etapa que vendrá, no le queda otro camino que admitir la necesidad de fórmulas que obedecen más al reino de la sensatez que al de un propósito criminal de acabar con los problemas, liquidando a las víctimas. Deducimos de un viejo trabajo de Patricio Silva , que los componentes antidemocráticos y los efectos despolitizadores de las medidas pueden contrarrestarse a través del fortalecimiento de los partidos y de las variadas mayorías organizadas de la sociedad civil (organización social del pueblo), el concurso consistente de la intelectualidad, la efectiva representación política y participación ciudadana, la vigencia eficaz de las instituciones en períodos no electorales, la eficiencia de los mecanismos de fiscalización y control.

Para afrontar el desafío, los cuadros de conducción de la crisis desde su plataforma estatal o de opinión pública, con responsabilidades distintas a las administrativas, no pueden extraviar el carácter pluralista y competitivo, el que permite agregar intereses a través de la participación, para romper con el sesgo neoclásico de la política al que no pocos apuestan en la era postchavista. Se requiere de algo más que la pretendida iluminación.

Cuadro de post – data

Recuerdo la anécdota contada por un amigo acostumbrado a escribir: encontró a un joven pegador de afiches en los primeros e impredecibles tiempos del chavismo, quien le reconoció que podía disolverse en el anonimato, impidiendo que los servicios de inteligencia dieran con su paradero y hasta –luego- volver a su vida cotidiana sin mayores preocupaciones, mientras que aquél dejaba impreso su nombre y demás señas cuando apareciesen sus artículos opositores. Sin embargo, reconocida la importancia tan vital de meditar sobre lo que ha acontecido en estos últimos años, al riesgo de la probable persecución que se hubiera iniciado, sincerado desde el primer momento el propósito autoritario del régimen, agregamos el que es inherente al propio planteamiento y un rápido balance de los aciertos y desaciertos tienden a favorecer a Rafael Díaz Blanco, lograda la compilación y publicación de los textos publicados en la prensa entre enero de 1999 y febrero del año en curso .

Para la coincidencia y la discrepancia, el libro que llegó por azar a nuestras manos, también marca un itinerario que recibirá la evaluación de los futuros investigadores de esto que llaman ampulosamente la V república. Dejar en la memoria, por ejemplo, el útil ejercicio realizado por sus alumnos de derecho constitucional de la Universidad «Rafael Urdaneta» cuando compararon los tres textos que hicieron el trámite de la vigente Carta Constitucional: la Asamblea Constituyente aprobó uno y publicó otro, y el CNE publicó uno diferente al recibido. Los muchachos constataron cambios en 227 de los 370 artículos que fueron más allá de los de estilo, pues, aumentaron los privilegios militares, concedieron nuevas facultades a la Sala Constitucional, incrementaron los requisitos de elegibilidad del Fiscal, el contralor y el Defensor, imponiendo nuevas reglas en materia de impuestos y de competencia de los estados y municipios (20/12/00, p. 127).

Para julio de 1999, examinando el acto aniversario de la Independencia en el Congreso de la República, temprano advertía frente a Chávez que «probablemente el único camino válido, sea el de su enjuiciamiento» (p. 87). O transmitía el testimonio de una persona conocida que, a pesar de pertenecer a uno de los más importantes partidos políticos del país y de haberse desempeñado como parlamentario, no tenía vivienda propia y su automóvil era un modelo de vieja data, siendo lógicamente injusta la generalización del corrupto y del ladrón que bañó a todos los políticos por igual en la gesta de ascenso del oficialismo actual (p. 341 s.). Generalización que no impidió la reedición corregida y aumentada del fenómeno y reveló, una vez más, la incapacidad para reformar la administración de justicia y establecer la personal responsabilidad de los delincuentes. Y cuando esto no ocurre, se entiende como un programa político que irradia toda suerte de acusaciones, maximiza el estigma, sin intención alguna de enmienda.

El testimonio de Díaz Blanco es importante para el debate que sobrevendrá, recuperada plenamente la vida democrática. Una severa advertencia para no incurrir en los errores de siempre.

Notas:

«La comodidad de una élite», El Diario de Caracas, 09/06/95; y «Sobre nuestra élite», Economía Hoy, 09/08/96.
«El costo de educar a los dirigentes», El Globo, 13/10/95.
«Elites de juguete, líderes fraudulentos», El Nacional, 06/03/02.
«El caudillo creía en las ideas», Papel Literario, El Nacional, 11/10/81.
Vid. AA. VV. «El discurso político venezolano. Un estudio multidisciplinario». Tropykos/UCV. Caracas. 1999, p. 98.
«Clase política y elitismo democrático dentro del debate actual», en: Revista Venezolana de Ciencia Política, Mérida, agosto-diciembre de 1997, Nr. 12, p. 101.
«La profesionalización de la vida política en la democracia», en: Revista Venezolana de Ciencia Política, Mérida, julio-diciembre de 1999, Nr. 16, p. 110.
Ibidem, p. 114 s.
«Ascenso tecnocrático y democracia en América Latina», en: Revista Nueva Sociedad, Caracas, noviembre-diciembre de 1997, Nr. 152, pp. 68-77.
«Alzando la voz. Camino al 11- A», Tipografía Mundo, Maracaibo, 2002.

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