Opinión Nacional

Cuentos electorales

Me monté en el Metro para ir desde la estación Miranda a Chacaíto y encontré  una cola gigante para pasar por los torniquetes,   porque sólo había uno disponible a las 11 de la mañana.

Una señora  de cierta edad intentó colearse, gritando a voz en cuello horrores del sistema metro

Detrás de mí, había varias personas  mayores, molestas con ella , criticándola por intentar colearse con el escándalo . Uno de ellos, entró muy cerca hasta el vagón  y continuó conversando con otro en alta voz.

 Para que todo el mundo los oyera. Entre 55 y 65 años. Como la coleona era evidentemente extranjera,  primero  trataron de asumir “ el orgullo venezolano” contra “los extranjeros que deberían-agradecer –todo-lo-que- tenemos aquí.

Porque no se van para su país”, etc. Luego,  llegaron a donde iban. Empezaron a enumerar las maravillas del gobierno empezando porque “era el único  que había dado a todo el mundo una “jubilación decente”. “Por eso todo el mundo se mata por tener jubilación, decían”, En eso, el metro empezó a detenerse, como aquejado por una gran tos.

Se paró y volvió a arrancar y así estuvo durante treinta minutos más, tiempo en que los señores se pasearon por los hermosos últimos años de Chávez, lleno de conquistas para los trabajadores, que todos deberían agradecer y “ no echar paja”.

A todas estas, al contrario que  al principio de la administración mencionada, donde seguramente habría algunos opositores mudos y  una viva discusión o dos,  entre  chavistas y escuálidos, aquí todo el mundo  iba mudísimo.

La señora que iba a mi lado fruncía las cejas con cada estertor del vagón y cuando le dije yo que era por los problemas eléctricos, me contestó que no, que era falta de mantenimiento. “Hay que agradecerle al presidente Chávez, le dije, si no no tendríamos ni metro”, le dije para buscarle la lengua. Me miró furiosa y casi que gritó: “el que lo hizo fue Luis Herrera, ¡que Chávez ,señora!”.

“ Ayyyy, Si es verdad, le dije”. Y me bajé

A la tarde, me monté en Plaza Venezuela para ir a Chacaíto otra vez  y me bajaron una estación después,  en Sabana Grande,  “ por problemas eléctricos ”. Una voz  furiosa, otra  mujer joven protestaba porque “!hasta cuando abusaban contra mujeres y niños indefensos, esta cuerda de inútiles del Metro”. Cuando alguien intentó decir que  no había que  hablar mal del metro, porque ellos no tenían la culpa, y otro dijo que era un saboteo contra el gobierno, se apagó la luz del vagón y todo el mundo salió a trompicones. Señoras con bebés, viejos con bastón, adolescentes. Arrechera y susto general.

Espero por otro vagón, nos montamos y   llega  un usuario con propaganda chavista, que por lo visto, es la única que dejan  repartir  en las estaciones, a menos que sea flojera de la oposición, porque no he visto ni uno dando propaganda  del imperio.

Se le sienta al lado un señor y le explica. Mire. Ustedes no debían poner propaganda en el metro. Porque esto no es de ustedes, es de todos nosotros y se pueden formar líos, mire que yo he visto dos peguitas porque le dieron propaganda  de Chávez a gente que lo odia y uno como usted salió moreteado.

“¿Usted como que me está amenazando”, le dijo  el chavista. Y el otro,  le dijo: No, si al contrario, mas bien lo estoy cuidando, ¿no se da cuenta? .

Alrededor, la gente muda. Mi compañera de asiento veía hacia el techo. Como si estuviera oyendo una historia de amor y dolor de un indigente, de esos que llenan los vagones a horas pico.  Llegamos a la estación , todo el mundo salió  en estampida, mientras anunciaban  por los altavoces que no estaría en servicio comercial la estación la California.

Evidentemente,  los electores  que ví  no estaban dispuestos a hablar de su s preferencias abiertamente, por lo menos la mayoría. Primera conclusión. Segunda. Los propagandistas del gobierno no recibían apoyo explícito. Luego, hay un gran cansancio por la ineficiencia  de los servicios públicos, que no es satisfecha con soluciones sino con propaganda incesante y reclamos  por la  ingratitud  de los pobres con el Presidente.

La gente acumula, acumula, sigue acumulando rabias, desacuerdos, exigencias. La contestación  de los partidarios del  gobierno es que hay  que contentarse con lo que hay, porque no había nada  antes. Uno les entiende  el mensaje: que es permisible la corruptela, el descaro, la ineficiencia,la mortandad,  porque hay que agradecer las migajas. Como la que le dan a los jubilados por ejemplo. O la que le dan a los que van a pedir en Miraflores , después de haber dado vueltas y vueltas en las oficinas públicas, solicitando atención para su caso. Ladrón o no ladrón, queremos a Perón, decían los argentinos en una época. Podemos buscar una rima similar aquí para que la reciten  los que se sientan identificados.

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