Opinión Nacional

Culillo volando libre

El reiterativo llantén oficialista puede traducirse como una «enculillada inculpadera», porque el culillo es lo primero para el gobierno.

La toma de las calles por parte de sus adversarios causa espanto a las fuerzas de «inteligencia» represora y robocópica, ya que el terror para la cúpula chavista está en perder la montaña de privilegios «blindados» que se han construido tracaleramente.

La ambición es seguir chapoteando ricomacpatamente hasta el fin de los siglos, cual derecho compensatorio de la escasez de talento suma cum laude que tan pródigamente desparraman sobre todo lo que involucre el bienestar social de los venezolanos.

Pareciera que les ha sido insuficiente el monumental despilfarro de alrededor de 500 billones de dólares, cifra que supera lo que jamás tuvieron, juntos, todos los gobiernos de la IV república. Y a la hora comparativa, con cualquiera de aquellos gobiernos, da pena y asusta la casi nada que se ha avanzado en estos 9 años de bochinche relajado.

Como condimento sostenido de su rutinaria defensa patas arriba, el culillo chavista agrega el complemento de las inculpaciones ipso factas, chaborras y «armadas» hacia toda voz que ose darle una ñinga de pellizco a su fracaso, quizás por aquello de que el aleteo de una mariposa en la selva tropical afecta la intergaláctica trascendencia de un chavismo tan volátil y chambón.

La realenga distribución de desaforadas inculpaciones calma el culillo, y obliga cada vez más a convencer a toda la expectante audiencia de que el realismo mágico no es sólo un elemento de ficción.

Es así que ahora las culpas de cualquier tipo de trogloditismo se distribuyen por kilos, sin piedad cristiana y con el más eunuco de los exhibicionismos, como si la posesión de intelecto fuese ya una misión caída en desgracia.

La superabundancia de poder sólo enculilla a quien lo ha obtenido malhabidamente y no sabe qué hacer con él más allá de continuar con sus malhabideces, como el glotón que no logra deshacerse de su supuesta abundancia, asumida sólo para él solo, y olvida que la gordura lo llevará a caer por su propio peso, ya que no hay agilidad y el freno a la libertad lo amarra a la poltrona totalitaria, chanchamente, dejándose salpicar nada más que por las mascadas y la baba de liquen de los sumisos jaletis que hacen coro a la voz de «pobrecito nosotros, que nos dejan hacer nada».

Todo el derredor ajeno a ellos es visualizado como un antro dantesco impregnado de fieras, belcebús, asesinos, conspiradores, golpistas, autores intelectuales y materiales de lo que inventen, fascistas, plastas, vómitos, perros, imperialistas, payasos, tarifados… y déle.

Por esta vía, que de no ser trágica sería cómica y que, por ahora, se suspende en el tiempo como tragicómica, el chavismo maléfico-llorón alimenta la abstención opositora (haciendo caso omiso a la de ellos), aprovechándose de quienes llaman a una pelea que no han aprendido a dar, o que en todo caso se justificaría más idóneamente invitándonos a una beligerancia clandestina superior a la habladera de pendejadas.

El chavismo, como ya va dejándose entrever, tiene previsto al bate un ejército virtual de millones de «aspirantes» en un partido inivisible, en proceso de tracaleo electrónico. El asunto se ha venido cocinando en la misma antesala oculta de las reformas constitucionales, como preámbulo del abuso total, acto de magia para frenar a los venezolanos hartos ya del liderazgo cotorrero que no escucha las nuevas realidades del país y del mundo.

Mientras sigamos en este juego de «democracia aparente» y el enculillado inculpador no se atreva a declarar la dictadura monda y lironda, el avance para convertirnos en una «legalizada dictadura revolucionaria» continúa en su falsificación democrática hacia el control total dentro del carnaval de inculpatorias que desatan a la diabla para bien de su intoxicación de poder, y que acaba de pasar por la abstención revocatoria. ¿Quién puede confiar a tal CNE?

Porque ellos creen que el paso del modelo democrático hacia uno comunista está en la obtención de un desinterés poblacional generalizado que se cale su elaborada fachada democrática, desaforadamente instrumentada por el aniquilamiento del sistema electoral y de la libertad de expresión.

Hay que advertir que ya existen dos tipos de «cadenas»: las que enchufan a todos los medios de comunicación y las menos notorias que normalmente enchufan «sólo» a los cientos de medios oficiales cada vez que el gran cotorrero sufre cualquiera de sus malabarísticas cotorras psicodélicas. (Nótese también que estos menjurjes no logran la disolución de la República, ni de la democracia, ni de la libertad.)

Debido a que las futuras trácalas dependen de una totalidad de instituciones sumisas y de un buen elenco de títeres, factores ineludibles de cualquier chimbismo que se respete, existen problemas para que todos sean moldeados en base a tan linda figura, y para que los venezolanos todos no hagamos nada, como hacen los sumisos incapaces que lo rodean y que en nada contribuyen al bienestar de los venezolanos.

Es el problema que tiene quien se dedica sólo a sí mismo: no genera más que esclavos, como bien lo han comprobado y rechazado, precisamente, quienes han vivido bajo el comunismo. «Mi taita» es la prueba más longeva, además de la carraplana de Cuba.

Si nos detenemos aunque sea un instante en el asunto de la propiedad privada y la propiedad colectiva, es bien recordar que en democracia la gente puede discutirlo y resolverlo todo, a favor o en contra, y hasta resolver los dilemas, cuestión que supera a las guerras de odio y venganza extracontinentales que envenenan a las cabezitas locas.

Todos creemos en la justa distribución de la riqueza, en una justicia social que respete y optimice la propiedad, sea privada, comunitaria o colectiva, pero lo que estamos viendo comenzar aquí es una paralización a la cubana, el despojo de los ciudadanos, de las comunidades y de los grupos organizados, para transferirlo todo a la voz única, al goce del poder por el poder, al estancamiento.

El llantén beligerante del chavismo clama también para que les digamos «pobrecitos, no los dejan hacer nada». Hablar de los pobrecitos que no tienen ni les dejan hacer nada es hablar de la Cuba castrista.

Pero a nuestro pobrecito inculpador (que, de paso: ¡cuán gordito y bien prêt-a-porter está, diosito!) nada más le hemos dejado controlar el Poder Judicial, el Poder Legislativo, el Poder Económico, el Poder Electoral y … ¿Que no le dejemos birlarse también su derecho nuestros mínimos sentimientos y pensamientos? ¿Cómo podrá decidir cuántos rollos de papel higiénico a la semana tendremos, o el color de nuestros calzoncillos? ¡Hay que ver que el imperialismo es maluco!

Bolívar, en el Discurso de Angostura, exaltó una de sus más profundas verdades, aquella que advertía que lo que da origen a la tiranía es un pueblo que se acostumbra a obedecer y un gobernante que se acostumbra a mandar.

Quizás Chávez ha entrado ya en éxtasis con esa costumbre de mandar, pero nos negamos a aceptar y creer que este pueblo se haya acostumbrado a obedecer cuando lo que tienen ante sí es un cuadro macabro, de pura pérdida, indigno de su independencia.

Más vale un grito por la vida que un silencio por la muerte.

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