Opinión Nacional

Culto a la personalidad y socialismo

En nuestro país, en los últimos tiempos, se viene hablando –no sin cierta insistencia- de una nueva edición de llamado culto a la personalidad. ¿Por qué será..?

El tema, de entrada, nos reclama un poco de historia. Al respecto, cabe recordar que fue el famoso jefe comunista Nikita Khruschev quien, con ocasión de las deliberaciones del XX Congreso del Partido Comunista soviético, en su discurso del 25 de febrero de 1956, utilizó por vez primera el término del culto a la personalidad. Lo hizo para fundamentar sus acerbas críticas al sistema despótico, tiránico y exclusivista entronizado en Europa del Este por el no menos tristemente célebre José Stalin; y sobre todo para denunciar la ola de crímenes cometidos bajo la férula de ese dictador. La hábil posición asumida por Khruschev, en aquella oportunidad, le valió su consolidación en el poder, a la par que echaba las bases para decretar la gradual y progresiva “desestalinización” de la Unión Soviética.

Khruschev -en su denuncia- se basó en la previsión que tiempo atrás había asomado V. I. Lenin respecto a la funesta personalidad de Stalin; por ello hizo énfasis en el carácter dañino de la “creación” por parte de Stalin de la noción de “enemigo del pueblo”; la violación por parte de Stalin de los principios leninistas; los crímenes cometidos con motivo de las famosas depuraciones de 1937-38; la persecución y eliminación de los disidentes (casos de Kirov y Trosky); el cercenamiento de la libertad de expresión, la violencia y torturas contra los opositores; el supuesto “genio militar” de Stalin; la deportación de naciones enteras; los crímenes de la posguerra; el señalamiento de empeños vanidosos en la conducta pública de Stalin; y la fundamentada crítica al “autoritarismo del jefe genial”, entre otros contundentes señalamientos.

Complementariamente, se recuerda que buena parte de la historia de del siglo XX, estuvo caracterizada por el surgimiento y hegemonía de las más conspicuas expresiones del totalitarismo. En efecto, Adolfo Hitler, Benito Mussolini y José Stalin, marcaron la pauta de ese estilo de gobernar, con base en el culto a la personalidad.

En el caso de Hitler, el recordado creador del nacional-socialismo del siglo XX, este dictador se trazó como estrategia centralizar toda la acción política en torno a un partido único, el nacional-socialista. No tuvo empacho para propalar que sólo debía tener cabida el pensamiento único, el suyo, en la conducción de la economía, en la educación, en la función del ejército, etc. Ese afán lo extendió hasta el empeño para controlar todos los poderes públicos en su persona; el mismo giraba instrucciones incluso para la redacción de normas legales y sentencias judiciales; ordenaba la destitución de aquellos funcionarios que, aún con apego a la ley, tomaran decisiones que contrariaran su ego y apetito de poder; por tanto, se planteó gobernar de modo absoluto rodeado de una cohorte de borregos, adulantes y tontos útiles. La figura de Adolfo Hitler, pues, se constituyó en el centro de la política y la vida de Alemania. Todo este patético cuadro justificó la ola de terror, persecución a los disidentes, el aparecimiento de los círculos de fanáticos; todo ello a la sombra del obsesivo culto al Führer. En medio de ello, cabe recordar, el afán enfermizo del “jefe” por las armas y su “amor por la guerra y la muerte”; él hablaba de nacional-socialismo o muerte y lo logró, como colofón grotesco, en el tristemente holocausto, con el saldo de más se seis millones de muertos en las tanto frente a los pelotones de fusilamiento, las cámaras de gas como en los campos de exterminio.

Lo más tristemente significativo del caso, ha sido que este “sistema”, uno de los más abyectos que la humanidad haya conocido, ha tenido (y aún tiene) seguidores, quienes no vacilan en erigirse como nuevos Mesías que con su actitud se creen predestinados para “salvar el mundo…!”. A menudo, se afirma, son presa de no pocas expresiones de padecimientos o anomalías psico-patológicas, con toda la gama de consecuencias desfavorables para la marcha del progreso de la humanidad, al punto de aseverarse que muchas de las rémoras y desajustes que agobian la humanidad en estos tiempos, tienen su origen en la presencia de esta especie de morbo. Ahí están frescos los ejemplos de Francisco Franco, Mao Tse Tung, Jomeini, Idi Amin, Castro, Pinochet, Saddam Hussein, Mugabe y todos los que, de una u otra forma, se esfuerzan por asimilar las “enseñanzas” y “ejemplo” de estos grandes “paladines del progreso…!”.

De este modo, por ejemplo, bajo la égida del caudillo Francisco Franco, se glorificó la muerte y gritaron “mueras a la inteligencia….!”. Los disidentes fueron asesinados, perseguidos, extrañados y por mucho tiempo el pueblo español sufrió bajo las estridencias y caprichos del jefe del Movimiento….. También, en este estilo de gobernar, se puso en práctica el funcionamiento de un partido único, el control de los poderes bajo el mando caprichoso del dictador, la censura a los medios de comunicación social y el sometimiento del pueblo a toda una serie de atropellos, desafueros y atentados contra los Derechos Humanos.

Y ¿en la China de Mao…? El famoso “gran timonel”, en medio de su gran “Revolución Cultural”, consigna y planteamiento táctico que, en buena medida, le abrió paso para que solidificara su dominio político, luego del estruendoso fracaso que experimento del llamado “Gran Salto Adelante”, no vaciló en “destacar” su “valiosa e inigualable personalidad”; prueba de ello la encontramos en la excesiva propaganda laudatoria hacia su persona, con la secuela de persecuciones y muertes para quienes osaran oponerse a sus designios. Alguien nos recordaba el famoso caso de un joven deportista, que había sido galardonado con una medalla de oro en competencia olímpica de tenis, a quien se le increpó acerca de la causa de su hazaña y, al respecto respondió: que su triunfo se debía a sus lecturas del famoso Libro Rojo de Mao…

Si nos atenemos al criterio conceptual expuesto por M.M. Rosental y P.F. Iudin, se tiene que el culto a la personalidad es: la “Ciega inclinación ante la autoridad de algún personaje, ponderación excesiva de sus méritos reales, conversión del nombre de una personalidad histórica en un fetiche. La base teórica del culto a la personalidad radica en la concepción idealista de la historia, según la cual el curso de esta última no es determinado por la acción de las masas del pueblo, sino por los deseos y la voluntad de los grandes hombres (caudillos militares, héroes, ideólogos destacados, etc)”.**

Cuando los mencionados estudiosos explicaron-con sentido crítico- el significado y alcances del culto a la personalidad., recalcaron que éste “…es profundamente adverso al marxismo-leninismo…”. Por ello, no se explica cómo ahora quienes de autonombran “socialistas” marxistas-leninistas hacen caso omiso a las prédicas contra el culto a la personalidad y siguen, cual borregos y tontos útiles de nuevo cuño, a quien no escatima gastos para vanagloriar su estampa en vallas gigantescas en poses, frases estridentes y gritos enfermizos que harían rabiar de la envidia al propio Stalin. Khruschev, en febrero de 1956 no vaciló en desenmascarar “…con tanta intransigencia el culto a la personalidad imperante en vida de Stalin, que ocasionó graves daños a la teoría y la práctica del socialismo”. Por ello, en palabras de los citados autores, esa aviesa conducta: “…constituyó un lastre serio para el desenvolvimiento de la sociedad soviética…”. Y agregaron: “El Partido Comunista se guía por la idea de que la teoría y la práctica del culto a la personalidad obstaculizan la justa educación de las masas, frenan el crecimiento de su iniciativa, debilitan en cada individuo el sentido de responsabilidad por la causa común (la revolución socialista, la construcción del comunismo), influye negativamente en el desarrollo de la ideología comunista. En la práctica, el culto a la personalidad socava los principios democráticos de los partidos comunistas y de la sociedad socialista. Sólo podrá asegurarse el éxito de la lucha contra el culto a la personalidad, tanto en la sociedad socialista como en los partidos comunistas, si se desarrollan por todos los medios la democracia, los principios leninistas de la construcción del Estado y del Partido”. ¿Entonces…?

Khruschev, en su famoso discurso recalcó que el culto a la personalidad era contrario a los principios e ideales del socialismo… Por ello, señaló sin ambages que “…el abuso caprichoso, por parte de un individuo, del poder”, constituía un craso atentado contra la humanidad. De ahí que se empeñó en “…destruir el culto a la personalidad, que es ajeno al marxismo-leninismo, como también la pesada tarea de liquidar sus consecuencias…”.

¿Se advierte, por mera casualidad, una contradicción entre el sentido del culto a la personalidad y el susbstratum del “ideal” marxista-leninista que tratan de revivir algunos grupos…? ¿Entre nosotros: hay o no expresiones de culto a la personalidad…? ¿Acaso existe el empeño para que nuevos valores (especialmente los que surgen de nuestra valiente juventud), expresen libremente su criterio, opiniones y pareceres..? O, por el contrario: a estas alturas, en los albores del siglo XXI, ¿Nuestro pueblo, rico en tradición y luchas por la libertad, la democracia e independencia de los pueblos, estará condenado a convertirse en una especie de zombie… ante los caprichos de un Hitler o Stalin redivivo…?

* Abogado, Politólogo y Profesor universitario.

** Diccionario soviético de filosofía. Ediciones Pueblos Unidos. Montevideo, 1965., pp. 97-98.

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