Opinión Nacional

De arbiter arbitrio

A raíz del pésimo arbitraje que hemos visto en el mundial de fútbol, en las peñas tasqueras ha surgido la siguiente pregunta, que puede ser interesante para el lector: ¿por qué ocurren estos desaguisados arbitrales? ¿y qué clase de reformas podrían hacerse para mejorar lo malo? No soy comentarista deportivo, mas sí fanático, y además de vez en cuando me preocupa la teoría de la toma de decisiones, y dado que lo que hace un árbitro en cada pitazo es tomar una decisión, pues aquí nos vamos de ensayo.

En primer lugar, hay que observar los poderes que tiene un árbitro de fútbol. Es sencillamente un dictadorzuelo, y sus decisiones son inapelables. Vamos por partes: usted puede –luego de un juego- ir a reclamar en la liga o la FIFA para que le quiten una amarilla injusta, o para pedir que suspendan a un jugador que le lesionó a uno de sus muchachos. Fue el caso de Javi Navarro cuando casi mata a Juan Arango, suspendido y listo. Pero esos casos los podríamos llamar de apelación ante una instancia superior, y siempre ocurren post-festum, de manera que una decisión en vivo no se puede apelar, y esas son las que matan, las que te sacan de un mundial.

Pero sabemos que las reglas cambian, que el fútbol evoluciona, y que tanto la experiencia como las nuevas tecnologías pueden ayudar a mejorar la calidad de las decisiones y del fair play. Veamos: cuando yo estaba chamo y veía mis primeros mundiales, no existía la regla del fuera de juego, y se le podía retrasar la pelota al arquero con el pie. Fue la época de oro del catenaccio italiano, de los juegos en que Dino Zoff mantenía el balón en sus manos hasta 40 minutos (contados), y el apogeo de Paolo Rossi cazando güiro en la portería contraria, sin off side. Luego se modificaron las reglas –off side, no se le puede retrasar al arquero con el pie, hay límites de tiempo para hacer un saque, o te sacan la amarilla, etc.

Actualmente, los árbitros son más visibles en sus errores porque los espectadores somos prácticamente ubicuos, vemos dos o tres ángulos diferentes de la misma jugada y nos crispamos cuando le cantan algo injusto a nuestro equipo. Las jugadas más críticas son los fuera de lugar, las faltas que conducen a penalti o los llamados goles fantasmas (¿entró o no entró la pelota?) como el que le dio su único campeonato mundial a Inglaterra.

Para mejorar las decisiones, ahora los árbitros tienen un radio para comunicarse con los auxiliares, quienes les ayudan a sancionar aquello que el principal no pudo ver. Los auxiliares son también responsables de levantar la banderita y decir ¡Fuera de lugar! Pero aun así, el principal sigue siendo un dictadorzuelo, y sólo se comunica con los auxiliares, mientras que con los jugadores mantiene una relación de dominio que podríamos llamar despótica, siguiente a Aristóteles.

Pero ese no es el único camino. En otros deportes, los jugadores tienen derecho a apelar o consultar durante el desarrollo del juego. En béisbol, si a un bateador no le gusta una decisión dudosa sobre la zona de strike, señala hacia el réferi de primera o tercer, dependiendo de si el bateador es zurdo o derecho. El principal está en la obligación –fair play- de consultar al auxiliar, quien ratifica o deroga la decisión, pero nótese que esto ocurre a petición de parte (el bateador). Sería inimaginable pensar que un árbitro baje de sus alturas y consulte al auxiliar a petición de un delante fauleado en la zona chica.

En teoría ser podrían mejorar las decisiones si se acepta la posibilidad de que brevemente –para no interrumpir el juego- el árbitro consulte a los auxiliares y revisen el video antes de pronunciarse. De todas maneras, cuando hay una jugada dudosa igual se interrumpe el juego, así que no tiene sentido decir que va a haber interrupciones nuevas. En todos los estadios importantes hay pantallas gigantes por todos lados, de manera que mientras ocurre la falta, puede haber un auxiliar extra viendo video, y comunicándose por radio con el principal, quien le puede decir: ‘Vi penalti’, a lo que el auxiliar responde ‘Correcto, yo también’. Eso mientras el principal corre hacia el sitio de la jugada, y se jurunga los bolsillos.

Un último aditamento –que ya se usa en sub 20- sería el chip en el corazón del balón, para que cuando pase de la línea imaginaria del arco emita un pitido –como en hockey o como en las tiendas con los seguros para la mercancía, que cuando pasan la barra detectora chillan. Eso podría evitar los goles fantasmas, que son otro grave problema del fútbol, como en el caso de mundial ganado por Inglaterra, o durante el juego Argentina Costa de Marfil, cuando un córner albiceleste claramente entró y no fue cantado el gol. El mismo chip podría operar para las rayas, o para cuando el balón da una comba desde el córner, y sale físicamente del campo aunque no ha tocado tierra.

Claro, hay demasiados intereses multimillonarios en juego como para que las reglas –que al final terminan favoreciendo a los fuertes- sean cambiadas en busca de mayor justicia y equidad.

Y si alguien tiene dudas acerca de la parcialidad de los árbitros, le regalo este problema de investigación que fácilmente conseguiría patrocinio: haga un arqueo de los últimos mundiales –desde Alemania 74, cuando comenzó en serio la transmisión televisiva- y cuente todos los penaltis pitados. Anote de dónde era el árbitro, qué países jugaban, quién lo recibió, quién lo cobró, continente de origen, nacionalidad, color de piel: y miren que esto último es sumamente importante.

Va a encontrar seguramente un perfil parecido al de los presos en USA. La mayoría de los jugadores sancionados, expulsados, son tercermundistas, de piel caoba o más oscura, y los equipos y jugadores beneficiados con los penaltis seguramente serán europeos, blancos, y en general, equipos de los llamados grandes, con campeonatos mundiales o copas de Europa ganados. Es así de sencillo: las estadísticas en una investigación de ese tenor podrían ser brutales, y descubrirían una tendencia que todo el mundo murmura, pero que aún no termina de llevarse a tribunales. En este caso, sería facilito ver al Cisne Negro.

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