Opinión Nacional

De Chávez para Carter

No había terminado de despegar el avión que llevaría a Jimmy Carter de vuelta a los Estados Unidos, cuando Hugo Chávez dio una señal muy clara de cuánto le importan las salidas electorales a la crisis que propone el ex presidente norteamericano. Amparado en el estado de postración en el que se encuentran las instituciones de la República desde que el Teniente Coronel asumió el poder, le ordenó a la Sala Electoral del (%=Link(«http://www.tsj.gov.ve»,»Tribunal Supremo de Justicia»)%)
que prohibiera el referéndum consultivo previsto para el 2 de febrero. Para llevar adelante el atropello se valió de una fórmula ingeniosa: por intermedio de los magistrados que se prestaron a la maniobra, le ordenó al (%=Link(«http://www.cne.gov.ve/»,»CNE»)%) abstenerse de organizar procesos electorales refrendarios y otros mecanismos de participación ciudadana en los asuntos públicos, así como suspender los ya iniciados. La excusa para dinamitar el referendo fue la presencia de Leonardo Pizani, quien antes de reincorporarse al Cuerpo había promovido el Sí.

El dictamen en torno a Pizani coloca al CNE en un laberinto. Las decisiones del organismo sólo pueden adoptarse por una mayoría calificada de cuatro de sus cinco miembros. Lo que obliga a complacer las aspiraciones y caprichos de ese procónsul de Chávez llamado Rómulo Rangel. Cualquier acuerdo que este señor olfatee que pueda favorecer a la oposición, simplemente no la suscribirá. Hasta la incorporación a la directiva de un personaje tan “neutral” como Ignacio Ávalos, queda supeditada a la voluntad de Rangel (el del CNE, claro). Me imagino que en este momento su mayor dilema es: ¿Ávalos será o no será súbito de Su Majestad? Mientras no despeje esta duda, el CNE no podrá funcionar para nada distinto a decidir sobre los permisos médicos del personal que trabaja para el organismo.

Chávez no quiere medirse bajo ninguna de las fórmulas que plantea la Constitución y sugiere Carter. No le interesa saber nada del referendo consultivo, de la enmienda, de la reforma, de la Constituyente, ni del referendo revocatorio. Tiembla ante la posibilidad de confrontarse con el electorado que antes lo favoreció. Este terror debe haber aumentado después de la marcha del 23 de enero (que le queda como si Carlos Andrés Pérez celebrara el 4-F): con gente traída de todo el país en 648 autobuses, apenas pudo levantar una movilización inferior a la que la oposición realiza sólo con gente de Caracas. Carter, así como lo ha hecho Gaviria, tendrá que emplearse a fondo si quiere que el Nobel que recibió genere frente a Chávez la fuerza de un ariete. El viejo golpista tiene una vocación de tirano que no cede con facilidad frente a los sanos consejos de ex mandatarios, sean éstos de Colombia o de la primera potencia mundial. En la alocución del pasado 22 de enero sugirió que si el Grupo de Amigos propone algo distinto a los intereses de la revolución bolivariana, será desatendido o ignorado. Todo en nombre de la libre autodeterminación de los pueblos, la soberanía nacional y demás pamplinas que les gustan tanto a los dictadores.

Chávez ha dado muestras muy claras de que no está dispuesto a dejar el poder sino después de una larga y ardua pelea. Si se trata de gobernar una tierra arrasada, con un Estado semi quebrado y una población empobrecida, lo hará El desmantelamiento de PDVSA y su progresiva conversión en una empresa revolucionaria de quinta categoría, demuestra hasta dónde está dispuesto a llegar. Su símil no son los militares desarrollistas que gobernaron a Brasil en la década de los años 60. Tampoco Pérez Jiménez que construyó grandes obras que aún existen. Tiende más bien a parecerse a los gobernantes africanos que andan con un séquito de favoritos que gozan de privilegios, mientras el pueblo se hunde en la miseria, eso sí, narcotizados por la idea de igualdad y justicia social. Sabana Grande y el centro de Caracas representan un modelo de por dónde quiere que caminemos. De allí que si el Grupo de Amigos está de acuerdo con él, bien; si no, al diablo con esos insensatos que no entienden las virtudes del “proceso”.

Frente a la bofetada que Chávez le dio a Carter la opción es continuar en la ruta democrática, no importa cuánto le desagrade al Presidente este camino. A pesar del desprecio que él siente por la opinión pública internacional, en este plano los factores democráticos del país tenemos que acumular suficiente energía para obligar a Chávez a medirse en una contienda electoral. Los demócratas estamos obligados a conectarnos con los factores internacionales interesados en preservar la libertad y la paz en Venezuela. En ese escenario es donde Carter, Gaviria y el Grupo de Amigos de Venezuela (no de Chávez) pueden jugar un papel fundamental para evitar la violencia y forzar una solución electoral.

En las condiciones actuales es indispensable continuar la presencia en la calle. El entusiasmo y coraje de las manifestaciones desequilibran al Teniente Coronel y proyectan una imagen internacional favorable. El discurso según el cual se trata de reducidos grupos fascistas, se desvanece cuando otros países ven por las calles esos ríos humanos llenos de vitalidad. El otro asunto impostergable es la elección de la nueva directiva del CNE. Aquí la oposición tiene que moverse en el terreno parlamentario: buscar alianzas, neutralizar adversarios, ganar apoyos; arte difícil, pero indispensable. Junto a estos dos factores hay que preservar la Mesa de Negociación. Para Chávez, ésta es una especie de potro de la tortura, pues lo obliga a conversar y, eventualmente, lo comprometerá a ceder. A fijar una fecha para el referéndum, sin trucos, como le dijo Carter. Los dictadores hay que vencerlos con constancia e inteligencia.

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