Opinión Nacional

De ritos y trapos rojos

Al intentar comprender actos que a primera vista pueden parecer gruesos errores políticos, a menudo se presentan dos explicaciones. La primera sostiene que son trapos rojos agitados por un actor político para “polarizar” la opinión pública en torno a temas de su escogencia, y desviar la atención de problemas más comprometedores para su imagen y su gestión de gobierno. La segunda, que son actos políticos dotados de un supuesto “sentido” que el crítico no es capaz de discernir, pero con capacidad para “tocar” el “alma popular” de manera misteriosa, pero efectiva.

Sin negar la parte de razón que puedan tener tales argumentos, ni que tales motivaciones juegan parte importantísima en el actuar político de Chávez, no es aventurado sostener que hay bastante más en juego.

Muchas veces aquello que percibimos como una actitud que no logramos explicar en un político dotado de una considerable dosis de astucia –la suficiente como para consolidarse en el poder durante años-, en realidad tiene raíces más profundas, plantadas muy por debajo del terreno donde germinan y operan las maniobras tácticas, manipuladoras y comunicacionales (hábiles ó torpes, según los casos).

Todo esto viene al caso al considerar la exhumación de los restos de Simón Bolívar. No me refiero al intento de probar la descabellada hipótesis de su asesinato, que no se basa sobre ningún dato histórico de alguna seriedad; ni tampoco a la utilización instrumental, fría, cínica y manipuladora de un símbolo tan profundamente implantado en la conciencia nacional que se ha transformado en centro de un verdadero culto que se sitúa en un extraño punto de cruce entre lo histórico, lo civil y lo religioso – entre otras cosas, porque es de suponer que a nadie, por más “bolivariano” que sea (ó precisamente por ello mismo), se le escapa que “perturbar el reposo de los muertos” puede tener efectos políticos contraproducentes, en particular cuando el afectado es el objeto mismo del culto. Debe haber entonces, en la mente de quien lo hace, algo que compense este posible costo político: quien realiza un acto como ése cree verdaderamente en lo que está haciendo, se identifica con algo que expresa de manera especialmente intensa los aspectos más oscuros de su personalidad y del substrato cultural en el que se ha formado.

Me refiero al hecho mismo del acto y del rito, y a su significación; lo que lleva a considerar el papel que, en el seno de la cultura política de las sociedades modernas, siguen jugando ciertos mitos y valores políticos e ideológicos cuyas raíces se hunden en épocas y estructuras culturales primitivas; en tiempos modernos, en los delirios heroicos de Carlyle y las elucubraciones de De Maistre, Herder y los románticos alemanes del siglo XIX, con sus fantasías acerca del Volk y de la Kultur; más recientemente, en Gentile. Mitos y delirios que aún permanecen vivos y actuantes: el culto a los héroes y a los padres fundadores de la nación, el mito de la sangre y del destino del pueblo; integrándolos a todos, el mito del líder popular justo, sabio y poderoso. Ya se sabe a que pesadillas llevaron esos sueños en Italia, Alemania, Rusia, España, Argentina, Cuba, Chile y tantos otros países; y es lícito percibir una filiación directa entre la ideología que impulsó esos procesos y la que mueve a la exhumación de Bolívar.

Lo más grave sería que ese acto pueda tener audiencia. Los portavoces de los mitos, al oficiar como sacerdotes de los ritos que los expresan y organizan, no actúan en un vacío: se mueven en el caldo de cultivo del que surgieron y se presentan, en una verdadera operación de retro-alimentación, como la imagen cristalizada e intensificada de los peores rasgos de ese contexto cultural. Y, si logran algún éxito, es porque esos rasgos existen y prevalecen en la mente de sectores relativamente amplios de la sociedad. Tal y como reza la vieja
sabiduría: el éxito de un seductor no depende tan sólo de su capacidad de seducción; depende también de la disponibilidad anímica del sujeto seducido para dejarse seducir.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba