Opinión Nacional

Debate y Constitución

Los vocablos del título entremezclados sugieren contraposición de ideas relacionadas con la redacción del contrato marco del modelo de sociedad a que se aspira. Las discusiones se dan en el seno de un parlamento cuyos integrantes representan todos los componentes de la sociedad. No es una asamblea de serafines. Tienen posiciones ideológicas e intereses contrapuestos pero buscan un punto de equilibrio para avanzar en el proyecto democrático. Son debates interminables que de usual concluyen con aportes significativos garantes de libertad y del desarrollo armónico. El aserto es válido tanto para cuando se trata de una nueva constitución como de enmiendas o reformas parciales impuestas por la dinámica social, siempre y cuando las últimas no comporten la pulverización del modelo preexistente. Ese es el proceder parlamentario en un país regido por un gobierno cívico, lo cual desempolva la memoria histórica.

La Asamblea Nacional Constituyente de l947, pródiga en lecciones de civilidad, produjo la constitución mejor reputada para el momento en Suramérica y fundamentó la que legara el Congreso de 1961. En ambas oportunidades se dieron debates maratónicos escenificados por juristas de alto coturno que aportaron la más acendrada pasión venezolanista y democrática, amalgamada con profundo conocimiento del derecho constitucional comparado, además de una carga humanística inigualables. Y hubo momentos de tensión extrema y de “trompadas democráticas” en las barras, superados por la elevada cultura política de los integrantes de tan singular foro presidido por Andrés Eloy Blanco y secundado por Raúl Leoni, Rafael Caldera, Luís Beltrán Prieto Figueroa, Gustavo Machado, Jóvito Villalba, más representantes de los trabajadores, del clero y de los empresarios, que supieron bajar el tono y desalojar las barras enardecidas.

Cuanto ocurre en esta etapa histórica mancilla la vocación cívica de la nación. El teniente-coronel redacta de su “puño y letra” un bodrio con carácter de reforma para reforzar su proyecto totalitario con la mediatización político-ideológica de la educación, el arrinconamiento hasta la asfixia de la libertad de expresión, el cercenamiento del derecho de propiedad pivote de la libertad económica, la liquidación de la autonomía municipal y de la descentralización administrativa, más la reelección permanente y pone en jaque la autonomía universitaria, otorgándole a la presidencia la facultad planificadora, ejecutora y administradora de todo espacio de asentamiento humano con el barullo de la geometría del poder y del Poder Popular, y ordena su aprobación a la manada vivaqueante en la Asamblea Nacional. Convoca a un debate imposible porque confisca los espacios con sus hordas.

Enérgica y unificada tiene que ser la respuesta de la oposición. Asumir la conducta misionera de los religiosos llevando hasta los más hostiles el mensaje con la verdad oculta tras la elaborada envoltura de la reforma y promover su rechazo, para culminar con grandes concentraciones, el mismo día, en todas las ciudades importantes.

El debate es consustancial a la democracia. No es dable combatir el totalitarismo en su tramposo parlamentarismo callejero. Tumulto no razona.

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