Opinión Nacional

Definiciones de fraude más un recuerdo a Perogrullo

El 30 de noviembre de l952 el niño que era entonces se acostó con una preocupación: el resultado de las elecciones para la Constituyente convocadas por el gobierno militar. El día 1º de enero me desperté y tenía a mi madre enfrente. Recuerdo perfectamente lo que pregunte: “¿Quién ganó las elecciones?”. Mi madre me respondió: “Ganó Jóvito Villalba, pero Pérez Jiménez desconoció los resultados”. Eso es un fraude electoral, algo que inmediatamente la gente percibe, algo que la gente sabe por más humos que se suelten. Mi madre no era un dirigente político, era una simple ama de casa, pero estaba clara sobre cual había sido el resultado.

Podría argumentarse que hoy en día no se vota con tarjetas de colores, que los sistemas electrónicos permiten disfrazar hasta la imposibilidad de prueba de la farsa cometida. Me permito decir que un fraude electoral es algo inocultable, que es un mal olor que la población percibe aunque salga de las inodoras, incoloras e insípidas computadoras. Cuando un país sabe a primeras horas del día siguiente que se cometió un fraude electoral es porque se cometió un fraude electoral.

El niño que era entonces no comprendía porque no se producían sucesos si se había cometido un fraude. Ni siquiera el interés desde muy pequeño por la política le permitía hacer un análisis. Tuvieron que pasar los años para estudiar aquel evento y para obtener la respuesta, para enterarme de los pormenores, digamos de la votación adeca con la tarjeta amarilla a pesar de la orden de abstención dada por AD, de la cita de la dirección nacional urredista al Ministerio de Relaciones Exteriores y la posterior deportación, del inicio de la dictadura militar perezjimenista propiamente dicha hasta otro proceso electoral celebrado en 1957. En esos días andaba convulsionado por la agitación en el liceo de mi pueblo. En el aire estaba el mensaje claro de que el gobierno se caía. La unidad total se produce –aprendió el mozalbete que era entonces- cuando el gobierno contra el cual se combate se está cayendo.

En este país de hoy se hablan las pendejadas más grandes. Todavía llegan mensajes acusando a la “oposición colaboracionista” de no sé qué. Todavía padecemos esa enorme plaga de los llamados “analistas políticos” que dicen barbaridades tapando todas las posibilidades. Hay que decirlo claramente: nadie vendió las elecciones del 3 de diciembre de 2006. Aquí no hay traidores que entregaron los resultados, aquí lo que se cometió fue un error político, creer que se podía reeditar el Pacto de Punto Fijo (yo lo llamé el Pacto de Punto Móvil), ir a perder con el propósito de obtener cerca del 40 por ciento de los votos y con eso constituir un gran movimiento de resistencia que se originaría en el nacimiento de nuevos partidos. Al principio parecía que así había sido, (se obtuvo una votación cercana a esa cifra y dos partidos emergieron) pero el país que tenemos se comió el cuento más allá de toda lógica: de verdad creyó que se iban a ganar las elecciones y helo aquí hablando de una “oposición colaboracionista” y reclamando porqué no se cobró, tal como se había ofrecido. No se cobró porque no había nada que cobrar. No hay tales traidores, y lo digo de gente a la que he criticado acerbamente. Lo que se cometió fue un grave error estratégico. Yo nunca caí en él: yo no voté el 4 de diciembre.

Ahora muchos analistas hablan como papagayos: lo de Baduel deja todo “clarísimo”, dicen, y me pregunto que es lo que deja “clarísimo”. ¿Acaso que el general budista es partidario del presidente? Por Dios. Siempre lo fue y su discurso, comedido y dentro del orden, debe ser mirado con la relativa importancia que tiene. ¿Saben los amables lectores porque no deja nada “clarísimo”? Porque en ningún momento se refirió a la institucionalidad o al interior de las Fuerzas Armadas y, si a ver bien vamos, sus críticas al “socialismo real” bien pueden mirarse de otra forma: un rechazo a la politización proclamada por el general Müller Rojas. Pero estos benditos analistas que se regodean con las informaciones sobre quienes cayeron o van a caer o a quién van a nombrar en tal cargo, es decir, que se regodean en las intimidades secundarias del régimen, ocultan su profunda ignorancia con tales intimidades. Al parecer lo que interpretan como “clarísimo” es que las Fuerzas Armadas están perdidas para la democracia, lo que a mi modo de ver es un craso error. Agregan: con este CNE no hay posibilidad electoral ninguna. Y he aquí porque comencé hablando de definiciones de fraude. Por eso lo repito: de un plumazo elimino las consideraciones sobre el REP y sobre el CNE. El mal olor no se mata regando por el aire un spray con perfume. Cuando se percibe un fraude electoral es porque ha habido un fraude electoral, dijo Perogrullo desde los textos de don Francisco de Quevedo y Villegas, un gran “mamador de gallo” pero un hombre muy serio.

Para los “sesudos” analistas aquí, entonces, no habría nada que hacer: deberíamos suicidarnos en primavera, expresión que creo de un poema pero que no logro ubicar con exactitud. Yo creo lo contrario: hay que pensar, porque otra equivocación sería la última. De allí que lo digo: “Deseos no empreñan” y el repudio a la reforma constitucional no se materializa con un “No a la reforma”, se materializa con una estrategia. Y lo de la bendita unidad déjenlo para cuando el gobierno de verdad se esté cayendo, pues no faltará nadie a la cita. Lo que produce mi malestar es que veo la repetición incontinente de los mismos procesos y procedimientos erráticos. Y sobre todo la gran cantidad de pendejadas que se dicen. Esto me hace recordar a un gran amigo a quien se acusaba de inmovilismo, de incapacidad para tomar decisiones, de indeciso pues. Hasta que un día reventó y me soltó esta perla: “¿Tú sabes como es la cosa? La cosa es que yo soy un hombre inteligente y veo 14 posibilidades donde los brutos no ven ninguna. Como tengo más opciones a considerar más me tardo en decidir”.

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