Opinión Nacional

Definitivamente, duerme un sueño tranquilo y verdadero

Para quienes siempre hemos tenido por principal vocación e interés la
Psicología social del trabajo o como se llamaba de antiguo, la Psicología
Industrial, no dudamos en acreditar a la persona de Eleazar Grynbal una
representación sintética y notable de muchas y extraordinarias
interrogantes e infinitas variaciones sobre algunos secretos hallazgos que
en este campo nos dio a conocer.

En los años 60 tuve la oportunidad de alternar por primera vez con Ely. Era
la etapa de la Comisión de Administración Pública, por su mediación e
inteligencia pude por fin entender y reconocer la importancia y el sentido
que para el bienestar de los seres organizados tiene el contar con el apoyo
del conocimiento psicológico.

De sus generosas y amplias opiniones fui logrando darle viaje al rol que
con el tiempo me he ido constituyendo, tarea que no creo que termine nunca
de concretar. No es fácil transmitirle forma, precisión y modelo a algo
qué, como la conducta humana es diversa y multifacetada y que, se niega a
ser atrapada entre simples retículas y formulas.

Siempre presentía, que sus modos de enfrentar los problemas incluían
ciertos recursos, digamos conceptuales, que no eran comunes a otros
especialistas con los cuales me tropecé, bien, al inicio, durante y menos
ahora he de verlos, sobre todo, en estos momentos en que ando por el
invierno de mis efemérides. En primer lugar no recuerdo haber escuchado de
él, en alguna de sus siempre medidas proposiones, un tono mínimamente
directivo o un dejo de la clásica y necia tontería con que suelen exponer
sus vacías, convencionales y huecas prédicas la mayoría de los consultores
gerenciales con los que en mi vida me he tenido que tropezar. La profunda,
afable y sencilla manera de presentar sus ideas no proponía algo diferente
a motivar sino dialogo. Mas cruces y por ende mas caminos para el
intercambio. Sus razonamientos estaban mas cerca del trato afectuoso y la
gratificación del otro que de la intención por llegar a un cierre campanudo
y soso que pusiera termino al palabreo entre personas. Nunca presentí en él
la intención de considerar que sus proposiciones debían reinar sobre otras.

Que llegara a ser tan rotunda su argumentación como para suponer,
pedantemente, la clausura o la imposición de un injusto punto final a un
intercambio. Su dignidad, gentileza y respeto por el otro no lo permitirían
jamás. Su búsqueda equilibrada y honesta de alguna línea de acercamiento
hacia el acuerdo y la búsqueda de buen un convenimiento con sus iguales lo
fascinaba.

A finales de los sesenta un grupo de amigos trastoca tácticamente su visión
intelectual y buscan el rumbo político para lograr que se concrete en la
UCV y dentro de los estudios de psicología, una nueva carrera para formar
psicólogos industriales. Fuimos varios los que apoyamos esta apuesta. Para
tranquilidad personal en ella militamos por muchos años. Allí también
estuvo Eleazar Grynbal y siempre siguió con nosotros en este empeño. Nunca
nos abandonó. Fueron muchas de sus ideas, gestoras de cambios en nuestro
Departamento. Sus logros, trabajos y nuevos enfoques como consultor
gerencial fueron materia y objeto de información de un gurú para los
jóvenes que se formaban en la especialidad. Desde allí, supongo hoy,
deberán estar rindiendo memoria a sus generosos y desprendidos aportes.

Siempre mostraba real y sentida preocupación por todo cuanto tuviera que
ver con el mundo de la cultura. Su hermano Guillermo era un reconocido
promotor y realizador de espacios y lugares para hacer el teatro, su
hermana Miriam Dembo no es, ni mas ni menos, que una profunda militante de
la producción dramática, que ha logrado dar vida a mucho de cuanto se
refiera al arte de la puesta en escena en nuestro páis. Sus logros, un
brindis a la sensibilidad. Esto, por solo decir algo citando al teatro, que
tanto disfrutaba. Pero no solo eso, sentía densamente la música, así como
igualmente compartía los dones del buen diseño y el regusto sencillo por la
creación arquitectónica. Todo ello lo poseía … no como un resabio banal
para cultivar la frivolidad o hacer halagos o zalamerías bobas para estar
cerca del llamado “buen gusto”. Lo in. Lo correcto. Nada de eso. Eran sí,
vías, claves, recursos que se había inventado para desarrollar una fina
afectividad con la cual hacer mas humana la red de su entorno y lograr
elegantes modos de vincularse con sus respetados semejantes.

No solo vivió bien en el terreno de sus relaciones, sino que tuvo
disposición, tiempo y energía, para lograr con éxito mantener una bien
nucleada familia. Allí había dispuesto, por fuerza de la energía de su
afecto, desplegar un espacio privilegiado y singular para cada miembro de
este valiosísimo equipo que ayudó a diseñar y que mantuvo por siempre.

Hoy se ha ido, pero con certero tino y gran sentido del magnifico humor que
siempre tuvo, a dispuesto que sus cenizas se depositen en diversos pero
bien significativos lugares, que solo Edda y sus hijos, en extremo
contubernio de afectos, conocen. (Supe, sin confirmar oficiosamente, que un
lugar conocido por su sabroso jazz puede ser depositario de parte de este
secreto legado).

Solo le dedico un hasta luego pues sus gestos, grato sonreír y sencillas
propuestas nos han de acompañar por siempre… pues intuyo —que él – “va
hacia la luz, que es el destino del alma que se ha purificado”.

“El aire se llevaba
de la honda fosa el blanqecino aliento.

—Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa”.

* Antonio Machado: Poema IV “En el entierro de un amigo”

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