Opinión Nacional

Dejen a los jóvenes servir

La vocación más distintiva de un tirano, es su deseo permanente de gobernar al pueblo que subyuga a su arbitrio y voluntad. Si el Estado marcha por el solo arbitrio y voluntad de un individuo, entonces la sociedad democrática deja de existir. Entonces el Pueblo se envilece, al no exigir del gobierno el respeto a su dignidad democrática republicana.

Cuando un mandatario manifiesta que no quiere dejar un cargo ya cumplido el término legal para su mandato, es la señal irrevocable para una sociedad democrática que debe reemplazarlo en la primera consulta que tenga, sea de carácter electoral o plesbicitario.

Cuando un mandatario alega que no debe abandonar el cargo a su término legal, manifiesta su vocación anticonstitucional, dado que en la Carta Magna se establecen sus deberes que no admiten una definición propia arbitraria, ya que consagran la grave responsabilidad de cumplirlos en todos sus términos y principios, los cuales están orientados a honrar el compromiso de respetar los intereses colectivos, que siendo democráticos, exigen la alternabilidad de los funcionarios en el ejercicio del poder.

Si la democracia es el gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo, ese Pueblo es un colectivo, no una sola persona.Ese Pueblo es multicolor, ese Pueblo es diverso.Ese Pueblo tiene diversidad de criterios y se da una constitución democrática para que todas sus instituciones respeten esa diversidad de criterios y el rumbo sea fijado por el consenso entre posturas diferentes, Esa es la dinámica y la orientación democrática.Ése es el gobierno del Pueblo.Su antítesis, es el gobierno de uno solo, la autocracia, iremplazable,vitalicia , donde los vicios del ejercicio gubernamental se disfrazan de virtudes para sojuzgar envilecidamente al Pueblo que le confirió el poder en el altar democrático ahora profanado con su ejercicio único,
Es lección de la naturaleza el cambio permanente. Nada permanece igual. Al igual que la naturaleza, el ser humano debe cambiar y la sociedad mas aún. El cambio fundamental de una sociedad consiste en su continua despersonalización.El que una persona pretenda imponerse en razón de su poder al resto de sus conciudadanos y sojuzgar con vocación tiránica su futuro, impidiendo el arribo de nuevas generaciones que lo reemplacen en el poder, manifiesta una patología propia de alguien que no siente la savia democrática alimentar a su espíritu.

Harta se encuentra la Historia de tiranos que se disfrazaron de Pueblo para sojuzgarlo de por vida. La sociedad, al igual que el individuo que la conforma, es un ente orgánico. Y la esencia orgánica es la acción del cambio que renueva todas sus estructuras para garantizar la flexibilidad de sus procesos.La democracia exige la madurez de aceptar que todo inicio tiene su término, que no existen períodos infinitos con una vigencia finita .Si alguien cree que su escuela es lo suficientemente buena para que su enseñanza continúe, que forme a sus discípulos y crea en ellos, como cree en sus ideas, dando un paso de costado para que los mejores a él que están por venir aparezcan. Nadie es imprescindible, todo lo contrario.Todos somos prescindibles para que el orden natural haga evolucionar a la sociedad que se inscribe en esa naturaleza.

Reemplazar a ésta por una sociopatía secular irreversible y permanente, que tiende a satisfacer la gula de poder de una minoría política que se abroga para sí la vanguardia de la sociedad, en contraposición abierta de los intereses colectivos, constituye la pretendida destrucción de los valores ciudadanos que conforman la esencia de una república que basa su salud en la existencia de una política renovada que procure la expansión democrática en la realidad social, siendo entonces que el gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo, no se puede llevar a cabo a través del ejercicio único, exclusivo, permanente e infinito de una autoridad única, omnipresente, todopoderosa.Es la aspiración de toda familia, que cada uno de sus hijos lleguen a ser alguien en la vida.Pero nadie, ni siquiera los jóvenes que apoyan a la propuesta vitalicia, podrán ser alguien si todos los puestos del autobús del futuro son ocupados permanentemente por aquellos que solo viven del mandar sin aprender ni aspirar nunca a servir.El ciudadano distinguido es aquel capaz de alejarse del poder porque es superior a él y no necesita del disfraz de un cargo para brindar una mayor suma de bienestar al Pueblo que dice servir. Que el Pueblo democrático distinga entre los que quieren mandar por él secuestrandolo y envileciéndolo y los que deseen servirle enalteciéndolo.Dejen a los jóvenes ser. Dejen a los jóvenes servir.

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