Opinión Nacional

Del otro perecimiento

Pudo lucir como un fenómeno semejante al peronismo, pero – concluimos – hubo más de displicencia, comodidad y hasta curiosidad de Marcos Pérez Jiménez en largo exilio madrileño, frente a sus partidarios en Venezuela. Tratamos de un fenómeno insuficientemente estudiado, aunque debe vagar más de una tesis en las gavetas de las editoriales del desengaño, decepción o impotencia.

Puede decirse que, excepto la bibliografía más o menos extensa que versa sobre el período dictatorial de los ’50,  es rara o extraña la que directamente le atañe. Creemos que mayor interés ha despertado el perejimenato (como gobierno), que el perezjimenismo (como movimiento político y social), diluido definitivamente después de la celebérrima enmienda nr. 1 a la Constitución de 1961 que le impedía ser candidato presidencial.

Una rápida referencia al movimiento, a cabalo entre los ’60 y ’70, avisa también de una cierta profusión de ediles y parlamentarios que finalizaron negociando posiciones, en no pocos casos. Hipótesis que obligará a examinar la trayectoria y relación de cada uno de los afortunados con el supuesto caudillo, ya extintas las condiciones para  acceder al poder, añadida la radiografía de Cruzada Cívica Nacionalista (CCN), el partido emblemático, disuelto en manos de probables oportunistas anónimos.

Del propio Pérez Jiménez queda “Frente a la infamia”, publicación de las postrimerías de los ’60 que recoge la defensa ejercida en el juicio realizado en Caracas al principiar la década. Entendemos que fue un éxito de librería, con un inicial problema de censura gubernamental, y cuya portada es demasiado elocuente.

La entrevista que le concediera a Agustín Blanco Muñoz ha marcado pauta, aunque nos parece que mejor retrato lo consigue empleando el testimonio de Pedro Estrada. Valga añadir el testimonio estructurado que recogió Alfredo Angulo Rivas, pendiente la recopilación, clasificación e interpretación de todo lo producido en la prensa venezolana después del derrocamiento.

Huelga comentar la manipulación que hizo el chavezato inescrupuloso del general, cuando echaba las bases sobre los hombros de aquellos sectores nostálgicos de la población que,  bajo otra perspectiva o visión, no gustaron de la etapa puntofijista. Concluyamos que la figura servirá para  un esfuerzo de adicional legitimidad al régimen actualmente prevaleciente en Venezuela, dada la innegable familiaridad con la estampa o – mejor – el imaginario militarista al que contribuyó desde el Paseo de Los Próceres, no en vano inaugurado por el hijo de Michelena: perecerá de nuevo.

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