Opinión Nacional

¿Del “puntofijismo” al “samán-de-güerismo”?

Como soy parte de ese 45% de población apta para votar que ya se dejó de eso —aunque las estadísticas chimbas sobre abstención del CNE digan otra cosa—, me perderé lo que sentirán los adeptos al ritual masoquista de las urnas para los próximos comicios, cuando perciban que entre los candidatos a la presidencia no hay ninguno propuesto o al menos respaldado por (%=Link(«/bitblioteca/ad/»,»AD»)%) o COPEI, lo que no sucedía desde los tiempos de Gómez, y es muestra evidente del ocaso de esas organizaciones políticas.

Dejemos a los politólogos ganar el pan con la tarea de explicar las razones de esa caída, que entre otras cosas sorprende por lo rápido, pues apenas hace cuatro años ni siquiera quienes se aventuraban a preverla pensaban que para estas fechas llegaría al nivel que contemplamos, con la Presidenta de COPEI anunciando como un logro que pudieron presentar candidaturas propias en 11 de los 23 Estados de la República, y el Secretario General de AD dando esas pintorescas declaraciones llamando a «la unidad de las fuerzas democráticas» que acostumbraban emitir los minúsculos partidos de la izquierda electorera tradicional en las décadas de 1970 y 1980, con similar intención de morder uno ó dos escaños más por la vía limosnera de la «representación proporcional de las minorías».

Lo que ahora me interesa es debatir si el cambio en los actores electorales fundamentales es la «revolución» que el locuaz (%=Link(«/bitblioteca/hchavez/»,»Chávez»)%) anuncia, y su contendiente Arias Cárdenas reclama como incumplida, en tanto ambos son hijos del mismo proceso que comenzó con la fundación del MBR-200 en 1983, junto al momificado tronco del Samán de Güere. Desde una perspectiva más general, entiendo que los cambios en personajes, organizaciones y reglas de juego que hemos visto a partir de 1998 son secundarios respecto a la esencia que caracteriza a la estructura de poder que padecemos; pero siendo más concreto debo detallar los rasgos del proceso que estamos viviendo, especialmente porque así puedo dar explicaciones que estimo adecuadas para el momento actual. En tal sentido, creo que el elemento a destacar en esta coyuntura es que la nueva escena política tiende a retomar el modelo del puntofijismo*, con el importante detalle de copiarlo en la imagen de la década pasada, cuando AD, COPEI y demás protagonistas del tinglado interpretaban su decadencia desde la ignorancia mas feliz.

No descubro nada nuevo al apuntar la semejanza del partido gobernante MVR con ese AD sinverguenzón y amado por las masas de tiempos idos (por cierto: ¿qué será de la vida de C.A. Pérez?), mientras que el verborréico líder reproduce la conducta populista en la que ha sido indudable maestro el PRI mexicano: pose seudo-izquierdista al tiempo que aplica programas económicos de derecha. Como es bien sabido, las bases del viejo «Partido del Pueblo» migraron sin remordimientos al bando chavista, pero la dirigencia alta y media del MVR carece de la marrullería que en tantos años de ejercicio del poder habían adquirido los jefes del bando blanco; de modo que aun cuando tienen ganas, pretextos y oportunidad para la corrupción, les falta la habilidosa maña que permitía a los «compañeritos» meter mano a sus anchas y al mismo tiempo poner a funcionar relativamente al Estado. De manera que los «compatriotas» quieren hacer de las suyas, y tal vez hasta pretenden gobernar, pero no les sale ni una cosa ni la otra.

En cuanto al combo de Arias Cárdenas, no es posible identificarlo directamente con el viejo COPEI: en primer lugar porque este partido se ha evaporado de un modo que hace pensar que la mayoría de sus fragmentos fueron también a dar al chavismo; en segundo término por la heterogénea mezcla que cabalga con Frijolito II (sin nada de la coherencia que ponía ante las cámaras el partido demócrata-cristiano), donde encontramos desde Bandera Roja al general Visconti, al Izarra de la Democracia Directa coordinando un equipo de programa de gobierno compuesto por rayados neoliberales del IESA, además de un muestrario de próceres políticos como Gonzalo Pérez Hernández, Luís Guevara y ciertos chavistas de ayer tarde, ahora reconcomiados porque no les repusieron la curul o les serrucharon el contrato; y finalmente porque COPEI —como AD— tenía una organización de cuadros políticos reales, no este arroz con mango de muchos militantes del e-mail y poquísimos activistas de calle y barrio. No obstante y dada la enorme debilidad de otras opciones como la que representa el patético Fermín, el ¿arismo, arianismo, ariasismo? es el aspirante principal a jugar papel de oposición parlamentaria legitimadora y probable recambio cuando la gente se harte del Comandante-pitcher actual, libreto que requiere de una cierta estabilidad en las relaciones entre los bandos en pugna, por lo cual cabría esperar – mas pronto que tarde y según los resultados del 28/05/00, particularmente en gobernaciones y Asamblea Nacional – que los viejos conjurados del centenario tocón aragüeño acuerden su versión renovada del pacto de 1958.

Destaco el papel de lo que determinen las megaelecciones, porque en la eventualidad de que la oposición consiga sobre un tercio de la Asamblea y más de 11 de los 24 mandatos regionales** – esto último factible dado el despelote de ambiciosos que fracciona al polo gobiernero -, las circunstancias y el propio interés impondrán a los dos bandos pactar un nivel de coexistencia. La cuenta de votos y la cuota de poder en que se traduzcan es especialmente vital para el grupo de Arias, que enfrenta la ardua tarea de dotarse de la organización que le permita sobrevivir a la avasalladora embestida chavista, que ya se llevó por los cachos a AD, a COPEI y a la cuadra del primer Frijolito. Por lo tanto, estimo que cualquier resultado con menos de una cuarta parte de los sufragios para presidente, 40 asambleistas y 8 gobernaciones, marchitará a esta opción política y al interés del chavismo por buscar acuerdos de gobernabilidad. Y no es sólo cuestión de números, es que el convenio con el gobierno da la oportunidad de establecer con más desahogo un aparato que sirva para participar en los picarescos vericuetos de los comicios criollos, y que además porte adecuadamente las máscaras de la «capacidad para gobernar» y del «proyecto definido», con lo cual pueda atraerse la credulidad en apariencia infinita del decreciente electorado venezolano.

Chávez y el MVR sabrán con certeza el 28-M si efectivamente la escisión de los tres comandantes debilitó al apoyo sin fisuras que sus electores vienen dándoles desde 1998, pues para ellos más importante que la definitiva votación de Arias es saber si en esos votos hay algún porcentaje relevante (¿más de 5%?) proveniente del anterior sufragio chavista; de allí que cualquier victoria presidencial con menos de 20% de ventaja y de 55% de los votos válidos, u obtener por debajo de 120 asambleístas y 11 gobernaciones, significará olvidarse del sueño de controlar el Estado venezolano sin rivales serios ni «matrimonios de conveniencia» por los 12 años que el zurdo de Sabaneta aspira pasar en la lomita de Miraflores.

Mencionaré finalmente al fantasma que desde 1993 cierne su sombra sobre el panorama electoral: una abstención que en las 3 últimas presidenciales ha sido superior al 45% y en otras votaciones de este lapso llegó sobre 60%. Los comandos de campaña se han resignado a esas cifras, salvo algunos bobalicones que agarran nota imaginando que como esos votos no fueron para el adversario haciendo un esfuerzo serán para ellos; lo cierto es que al analizar el asunto con un mediano rigor caemos en cuenta que sí esa remisa población apta para votar no se ha motivado con el animado artificio que acompañó los recientes procesos, tampoco lo harán en el que viene. Como ese tema es la vergüenza incómoda del sistema político venezolano, no hay muchas referencias al respecto, pero parece responder al desdén o la pasividad que se han consolidado frente a lo que se actúa en el escenario político; de todas maneras, es un punto valioso sobre el cual insistir para quienes desde fuera del circo en funciones han propuesto alternativas político-sociales basadas en la libertad, la igualdad, la solidaridad y la organización autogestionaria.

* Por la Quinta «Punto Fijo», casa de Rafael Caldera donde los factores de poder acordaron, en 1958, el guión para representar la democracia representativa en el período que se canceló en 1998. [(%=Link(«/bitblioteca/venezuela/punto_fijo.asp»,»Ver texto completo del Pacto»)%)].

** Contando las 23 gobernaciones de Estado y la Alcaldía Mayor de Caracas.

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