Opinión Nacional

Del “socialismo de estado” al socialismo participativo: contraposición o yuxtaposición

Avanzamos hacia un socialismo más participativo y democrático o el actual sistema consolida sus estructuras capitalistas. Deben crearse cooperativas y empresas autogestionadas más allá de la agricultura, en la industria y los servicios, empezando por empresas y negocios pequeños que ahora controla el estado, así como uniones regionales de cooperativas agrícolas.

Como parte del proceso revolucionario cubano, siempre han estado presentes en su seno diversas corrientes socialistas, no contrapuestas, que a tenor de la propia maduración de nuestra Revolución, el análisis de su particular práctica y del fracasado “socialismo de estado” en Europa y Asia, han venido proponiendo, antes y después de la caída de la URSS y el campo socialista, otros enfoques en la construcción socialista.

La acción revolucionaria concreta, el enfrentamiento al imperialismo y las luchas internacionalistas en las que nos hemos visto envueltos los revolucionario cubanos en todos estos años, han ido desencadenando una síntesis de todas esas corrientes, dando lugar a otras nuevas surgidas también con las nuevas generaciones de revolucionarios y comunistas que el mismo proceso ha ido forjando.

Especialmente significativa ha sido la propuesta de socialismo participativo y democrático que ha venido creciendo en el seno del Partido, los trabajadores y el pueblo, básicamente desde la política de “Rectificación de errores y tendencias negativas” a mediados de los 80, coincidiendo –en tiempo- con el proceso de la Perestroika en la URSS, pero de origen autóctono, que abarcando todos los campos de la sociedad, centra su proyección en el análisis de las relaciones de producción asalariadas que han existido hasta el presente en el socialismo intentando y promueve nuevas relaciones socialistas de producción sustentadas en el cooperativismo, la autogestión y la cogestión obrero-comunal y su extensión paulatina a todas las ramas de la economía y el funcionamiento de la sociedad.

El llamado de Fidel el 17 de noviembre de 2005 a evitar la reversibilidad de la Revolución Socialista en Cuba y las posteriores convocatorias de Raúl al debate revolucionario planteando ya la necesidad de realizar cambios en los métodos, concepciones y estructuras que permitan superar las reconocidas deficiencias y debilidades de nuestra sociedad y su economía, han posibilitado que esta propuesta vaya conformándose y extendiéndose en la sociedad, a pesar de las limitaciones que todavía impone el excesivos centralismo.

El discurso de Raúl el 26 de julio de 2007 marcó el punto de viraje, para empezar a dejar atrás el inmovilismo que venía corroyendo la Revolución y ya hoy el nuevo gobierno, presidido por él, toma claras medidas que van abriendo el nuevo rumbo. Sin embargo, es notorio, no importan las razones, que las acciones promovidas -hasta ahora- por la dirección no rebasan todavía el perfeccionamiento del “socialismo de estado” y una mayor eficiencia de sus mecanismos y estructuras.

La práctica histórica ha demostrado que las revoluciones, en todos los tiempos y de todos los tipos, presentan dos etapas principales: una política, donde la nueva clase revolucionaria toma el poder político, y otra social, en que esa clase va consolidando su poder económico y va generalizando las nuevas relaciones de producción. La Revolución Socialista en Cuba, hace años culminó la primera fase, pero avanza muy lentamente hacia la segunda.

El “socialismo de estado”, forma que asumió la primera etapa en el socialismo del Siglo XX desde la introducción del capitalismo de estado en la URSS con la NEP, Nueva Política Económica, debe evolucionar al socialismo participativo y democrático a partir de la extensión de una mayor participación paulatina de los trabajadores y los ciudadanos todos en la toma de decisiones que afectan a la comunidad y los colectivos laborales, lo que en el ámbito de las relaciones de producción se concreta en el cooperativismo, la autogestión y la cogestión. Esa hubiera sido la vía para evitar la restauración capitalista proveniente del propio desgaste, insuficiencias e inconsecuencias del sistema estatal asalariado centralizado, el cual ha terminado siempre hasta hoy, en todas partes, imbricándose con el capital extranjero, “globalizándose”. Ese proceso fue iniciado en Cuba en el período especial.

Las alternativas son claras: o avanzamos hacia un nuevo socialismo más participativo, democrático y cooperativista, como piden mayoritariamente los trabajadores y el pueblo o el actual sistema deriva a la consolidación de sus estructuras capitalistas.

El VI Pleno del CC del PCC, acaba de definir que el VI Congreso del Partido se efectuará para finales del año próximo, lo que ha dejado un margen de casi dos años al nuevo gobierno para desarrollar la política económica y social que consideren las nuevas autoridades, sin haber establecido un nuevo plan consensuado a través de un Congreso partidista. En estas circunstancias, por elemental necesidad de cohesión en sus filas y en las de la Revolución, las políticas no deben excluir ninguna de las corrientes socialistas que subyacen y se desarrollan en su seno. La unidad no es una consigna, es una necesidad vital en estas condiciones, y para ser efectiva no puede pretender una línea única impuesta, sino basarse en la cohesión de todas las tendencias y corrientes socialistas existentes.

Ha de tenerse en cuenta que aún sin Congreso, sí hubo un proceso de discusiones que generó muchas expectativas y que sí ha ido creando ya un nuevo consenso social caracterizado por dos ideas básicas: 1) el viejo sistema de “socialismo de estado” basado en la propiedad estatal, el trabajo asalariado, la acumulación centralizada y la concentración de las decisiones políticas y de todo tipo ha fracasado también en Cuba y debe ser cambiado; y 2) se hace necesario –por tanto- avanzar hacia nuevas formas de organización de la propiedad, la producción, el esquema de acumulación y la descentralización y democratización de las decisiones que afectan a todos.

En este marco, las propuestas alternativas de socialismo participativo, que en respuesta a las solicitudes de la dirección histórica, han venido planteando un numeroso grupo de compañeros, entre los que se encuentran profesionales revolucionarios, militantes del Partido, académicos, trabajadores y ex combatientes, comunistas probados todos, no se contraponen al “socialismo de estado”, ni intentan erigirse en verdad única socialista, sino que en todo caso, se le yuxtaponen y proyectan con vistas a garantizar la continuidad de la Revolución, por lo cual reclaman y demandan espacios para manifestarse en la prensa oficial y en forma concreta como parte de la Revolución y sus planes de consolidación de la economía nacional.

No se trata de abstracciones sociológicas, de caprichos intelectuales o utopías irrealizables, sino de la conveniencia práctica de la Revolución de avanzar a una nueva fase histórica-concreta que demanda satisfacer las inquietudes y necesidades de las mayorías para consolidar las bases de apoyo del proceso y potenciar y liberar todas las capacidades creadas por la propia revolución.

En este sentido, proponemos a la dirección de la Revolución que permita, posibilite y respalde la creación de cooperativas y empresas autogestionadas más allá de la agricultura, en la industria y los servicios, empezando por empresas y negocios pequeños que ahora controla el estado, así como la creación de uniones regionales de cooperativas agrícolas que ellas mismas concluyan el ciclo de realización y ventas y saquen la comercialización y distribución de productos agrícolas del atasco en que lo ha metido el estatismo y su sistema de acopio y puedan realizar intercambios directos con el turismo nacional y sistemas cooperativos internacionales que ya funcionan en países integrados al ALBA, en América Latina y Europa.

Esto pudiera hacerse a partir de entidades económicas ya existentes, de otras nuevas, y de la creación de varios polos regionales autogestionarios, con vida propia aunque interrelacionada con el resto de la nación, que incursionen en diversas áreas de la economía, lo cual podría intentarse sin recargar el presupuesto nacional, sólo a partir de sus posibilidades y las relaciones que logre con empresas cooperativas internacionales.

Las experiencias positivas que se deriven de tales realizaciones, pudieran extenderse luego al resto de la sociedad. A la inversa que China, la cual desarrolló polos para experimentar con el capitalismo, nosotros podríamos desarrollar polos para experimentar con el socialismo.

Las ideas del socialismo participativo, democrático y autogestionario, tienen raíces históricas profundas en el movimiento revolucionario y obrero cubano, que están en las propias bases del Partido fundado por Martí para hacer la Independencia y la nueva Cuba que él soñó. Deben, pues se lo han ganado en la lucha, tener espacio en la prensa y en la práctica social y económica de esta Revolución que nos pertenece a todos.

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