Opinión Nacional

Democracia y quiebre institucional (II)

La nación despertó después de trescientos años de dominación española.

La guerra de la independencia puso la base para que los militares en el poder deliraran contra el erario público, cual botín apetecido.

Atrás muy atrás quedó el combate por la libertad escenificado por indios, negros y blancos de orilla. En el recuerdo, perdidos quedan los levantamientos de los cimarrones en Coro, de Guaicaipuro, Terepaima y Gual y España; estos verdaderos gestores por la democracia tendrían en José María Vargas, la síntesis magistral del civilismo venezolano; que por desgracia, todavía no finaliza de cuajar. La lucha por la libertad se volvería una entelequia durante el republicanismo.

La estructura económica mantuvo en gran medida el drama social y, así, el concepto de ciudadanía dormiría una prolongada siesta.

El asalto al congreso durante el periodo monaguista y la muerte en dicho suceso de Don Santos Michelena, dibuja la muerte de la probidad administrativa y la organización de la hacienda pública. El delirio del poder de los caudillos era la expresión de un país no consciente de su realidad y menos de su misión histórica. La institucionalidad yace por el suelo, montoneras y montoneras se asoman por el territorio nacional. La guerra federal crea el mito de la redención y su santo en Ezequiel Zamora. La paz del sable y el silencio como consecuencia dominará el escenario socio-político nacional; a no ser por el último grito escenificado por el Mocho Hernández. El caudillaje andino en Gómez se hizo pan y vino por más de veintisiete años, el país entró al siglo veinte sin modernidad.

La Generación del Veintiocho, liderada por Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt y Pío Tamayo, le abrirían surcos a la dictadura gomecista.

Los intentos libertarios se hicieron presente, la represión no escatimó su dureza, el cabildeo para el empuje democrático tuvo al igual que con Vargas, un breve lapso con el trienio jefaturado por Don Rómulo Gallegos; hasta que la bota vuelve a señorear en Miraflores.

Una década pérdida, en gran medida, con Marcos Pérez Jiménez. Se avizora la aurora democrática. Don Rómulo Betancourt inaugura la Venezuela que quiere ser moderna; no sin hacerle frente a los extremismos de la derecha e izquierda. El tigre de Guatire se retirará herido, el delirio de grandeza de quien hoy vegeta en los Estados Unidos, Carlos Andrés Pérez; impuso un estilo populista y corrupto, el cual dio al traste con el avance democrático.

Entre dólares baratos, farsa independencia económica, grupos económicos nacidos con cargo al erario público y barraganas luciendo sus prendas en Miraflores, se acaba con un proyecto democrático. El fatalismo en la mente popular junto con su penuria económica da base para el golpismo. Las tanquetas irrumpiendo en Palacio- como ayer asaltaron al Congreso- muestran de nuevo la muerte de la institucionalidad. Sobre una supuesta moribunda constitución se levanta una nueva estructura de poder; que después de una dècada sólo muestra un populismo exacerbado y el quiebre al parecer definitivo del concepto de ciudadanía.

Una gestión mezcla de caudillismo, personalismo, recreación en lo simbólico arcaico y el mesianismo de un pueblo, que no finaliza por internalizar una cultura democrática; da como corolario un país que vive de nuevo una edad media en pleno siglo veintiuno. Se derrumban las exiguas estructuras de una modernidad fallida y la gran mayoría a ciegas no atisba que la postmodernidad campea en el norte. Ya comienza en serio la nueva edad media venezolana. El bochinche mirandino volvió a ganar la pelea, la confusión reina por doquier, la chequera loca de Miraflores trata de comprar conciencia de manera superlativa a lo Carlos Andrés I. No hay fuerza moral ni organizativa para el combate.

La rutina política en el país cada día será el monólogo de un jefe de familia dadivoso y omnímodo en su poder; quien no da reposo ni alma a su lengua viperina entre aplausos, sombras y grisáceas risas. Allí va ese ejército diabólico en solidaridad automática. Las fuerzas armadas nada musitan; hoy como ayer tienen la barriga y los haberes llenos. La nación vapuleada y ellos entre trajes nuevos, maquina de guerra sin uso y de shoping en el nuevo carro cierran la vista. Hay que mirar al norte, huid del país donde un solo hombre tiene el poder: es un país enajenado; más o menos dice El Libertador.

La izquierda venezolana ha sido la gran mentira, en su lugar de
siempre: La comodidad. Lanzan improperios al imperialismo y sus lacayos, se enrojecen contra Bush y finalizan su reposo en las quintas de los Amos del Valle, de compra en Mayami o Madrid y que el pueblo no pare de sufrir; para eso tienen de consuelo los depresivos artículos de Noam Chosky, el batido de soecidades edulcoradas de la Hojilla; y si alguien se arrecha y se osa levantar, se les enviará los escuadrones de los círculos bolivarianos; que eso si lo pondrán como un loro a cantar: Chávez, su majestad nunca del poder hasta la muerte se irá.

Retumban las plumas finas de Mario Briceño Iragorry, Arturo Uslar Prieti y Rufino Blanco Bombona; desde sus olimpos culturales lloran este fiestero de maldades. Las finanzas públicas pulverizadas. El pueblo confundido sigue bailando sin cesar. Los nuevos ricos llevan su mundanal de plebeyez, como tratando de ocultar sus faltas mínimas de modales. Miraflores trasmutada en abrazos efusivos para cualquier dignatario o funcionario de segunda. ¿Cuándo esta locura acabará?
Devuelven la repuesta aquellos varones de la pluma: Hasta que la plaza no lea a Gallegos y Cervantes; Economía, aunque sea sencilla de Plaza y Matas; y Política de Aristóteles; haber si como en un ayer no muy lejano se pone de nuevo los pantalones.

Se impone el rescate de la institucionalidad fragmentada, su verdadera autonomía y probidad de los funcionarios designados; sin negar tampoco la necesaria participación del ciudadano en la cosa pública no sólo como un simple espectador. El país, todavía, está a tiempo de no hacer realidad el titulo del libro, de Carlos Alberto Montaner: No perdamos también el Siglo XXI, si no Chávez seguirá latigando con su discurso y organización de guerra en función de consolidar su poder en Miraflores, cual Gómez hasta su muerte. Nos dijeron que la Patria es el hombre, que las instituciones eran la quintaesencia junto con la familia, de las bases de la república; hoy horrorizados se observa como se asume una nueva hegemonía, que finalizará por hundir la nación en el excremento del diablo, cual sentencia de Don Pablo Pérez Alfonso. El hombre del Por Ahora entre cantos, lágrimas y risas tiene su proyecto viento en popa y lo peor: un pueblo llano, con un subconsciente colectivo de siglos de explotación y demagogia le hace coro a su canción.

A la distancia es recomendable entonces leer libros como El 4 de Febrero, El Espejo Roto, de Gustavo Tarre Briceño. Confieso que, por el solo hecho de ser copeyano, me daba repulsa comenzar su libro; para encontrarme desde el inicio con una prosa limpia, culta y analítica sobre el quiebre institucional inaugurado por el hombre del Por Ahora.

El ex diputado demócrata cristiano haciendo uso del justo medio, disecciona la intentona de golpe de estado y a más de una década, cual pitoniso, nos señalaba sus consecuencias. El político- que es el abogado Gustavo- en ningún momento rehuye el abono que el puntofijismo hizo para que la asonada se hiciera realidad; al contrario, lacera la responsabilidad del bipartidismo, mas sin caer en tremendismos nos remonta a los logros, que esa carcomida democracia gestó, caso del ascenso social; el impulso industrial, mas allá de sus fallas; el respeto de los comicios electorales y ante todo la tarea ardua de cimentar instituciones, las mismas que si bien relajaron los resortes ante casos de corrupción; también les dieron juicios y sentencias a personajes como Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi, y, por condescendencia, le abrieron camino a su sepultero: Hugo Chávez Frías.

La planificación de la intentona del barinés camina a paso aparentemente de vencedores hacia su entronización definitiva. La hegemonía militar atizada con la demagogia del foquismo popular puede llevarnos a vivir la noche sombría de San Bartolomé. El saqueo público prosigue. El maquillaje de las estadísticas es un hecho continuo. Las finanzas públicas aguantan la expoliación sólo por el aguacero de dólares por ahora. Las instituciones son una entelequia. El misionismo social es la nueva versión de la manipulación de hecho y simbólica de una pueblo; y así, entre consejos comunales controlados desde la Presidencia de la República se planifica el totalitarismo postmoderno en la Venezuela de Hugo.

La concepción democrática subyace en cada línea del experimentado escritor, que es Tarre Briceño. Nada de contemplaciones mucho menos loas a lo Angela Zago, con aquello de La Rebelión de los Ángeles, panegírico de ésta a los golpistas; por suerte y racionalidad la
mujer- al igual que en su pasado guerrillero- rectificó al darse cuenta que Aquí no ha Pasado Nada. En ese cuadro, no pienso que la oposición inmoral le pueda dar un giro sustantivo a la continuidad histórica de saqueo de la nación en la actualidad; exponenciada por los seudos socialistas en Miraflores. Por otro lado, el país no puede nadar en el regresionismo. La mínima decencia ciudadana nos impone detener la Barbarie hoy en gobierno; y comenzar de nuevo con base en un programa mínimo común y unas políticas coherentes y creíbles para el venezolano común-que somos la mayoría- para volver a tener al menos una ilusión de futuro…

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