Opinión Nacional

¿Democracia?

Ni en la antigüedad ni en el pensamiento de Rousseau, para marcar algunas referencias, la
democracia se entendía por su origen electoral. La democracia reposaba entonces en la
participación popular en las decisiones del gobierno. Hoy, ambos criterios se imponen. La
democracia debe basarse, por una parte, en elecciones libres, transparentes y honestas; y,
por la otra, en la participación popular, directa e indirecta, en la toma de decisiones. Esencial
a su definición, desde luego, la tolerancia, el diálogo, la concertación, pero sobre, el respeto
de las libertades individuales, de los derechos humanos en su conjunto.

Todo gobierno que pretenda conservar su espacio dentro de la democracia, de la legitimidad,
debe, además de ser originariamente democrático, en las condiciones antes señaladas,
ejercer el poder en consulta con todos los ciudadanos, sin discriminación de ninguna
naturaleza, respetando la diversidad y la concertación. Una actuación diferente, simplemente,
le traslada a la órbita del totalitarismo.

En Venezuela y ahora también afuera, cuando las circunstancias cambian aquí y allá,
aumenta la preocupación por la desaparición de nuestra democracia; y, ello no se basa en
simples especulaciones o elucubraciones irresponsables, ni por la “vocación golpista y
desestabilizadora” que asigna, también irresponsablemente el gobierno, a la oposición
venezolana, sino en la realidad, en las declaraciones claras y firmes del presidente, de otras
autoridades y de la dirigencia oficial.

La democracia se caracteriza por la independencia de las instituciones y eso no es
precisamente lo que caracteriza al sistema venezolano actual. El Ejecutivo forma parte de los
poderes que integran el Estado. No se trata de un “órgano superior” al cual se someten los
otros poderes e instituciones, en fin, el país entero. En sus declaraciones el presidente
muestra que el poder radica solamente en el Ejecutivo y que el Estado es él y nada más que
él. En días pasados el Presidente anunció, ante el repudio generalizado adentro y afuera,
gobernar sin la participación del Legislativo, al subrogarse facultades que no le pertenecen.

El Presidente desconfía de esa Asamblea, a pesar de su integración monocolor, por diversas
razones, algunas políticas, otras intelectuales. Pero, en fin, desconfía de ella, de la institución
que es lo más importante, y la somete a sus “nuevas” facultades. El diálogo no se realiza ni
con sus propios partidarios.

Otra característica del sistema democrático es la alternabilidad en el poder. En ninguna
Constitución del mundo se acepta la reelección indefinida por los peligros que ello significa,
como lo había advertido nuestro Libertador Simón Bolívar, esta vez no comprendido ni
mencionado por el oficialismo. La alternabilidad, indiscutiblemente, es esencial al concepto
mismo de democracia. Las desmedidas pretensiones del presidente de permanecer en
Miraflores hasta el 2021, resultan además de insólitas, inaceptables para quienes creemos en
la democracia como sistema de gobierno y de vida.

La historia muestra que los “demócratas” que creyeron siempre que en su “indispensabilidad”
y que por ello debían permanecer para siempre al frente del Gobierno para salvar su pueblo y
al mundo, en el caso nuestro, fueron defenestrados por sus propios súbditos. Pero la historia
no es la lectura favorita de los bolivarianos.

En su programa dominical el Presidente ordena -así de simple- la inclusión del Contralor
General de la República en un grupo que debe solventar los problemas en una dependencia
nacional, dados los altos grados de ineficiencia y corrupción. Una muestra clara de la
sumisión del órgano de control del Estado a las órdenes del Ejecutivo.

Estos y muchos otros signos –confiscaciones, cierre de medios, persecución política,
discriminación- reflejan la desaparición de la democracia venezolana, lo que comienza a
causar enorme preocupación en el exterior. Los gobiernos se han mostrado prudentes, pero
el mensaje es importante. El Canciller brasileño, Celso Amorín, por ejemplo, calificó de
“anacrónico” el proyecto bolivariano.

Las reacciones vienen de todas partes, unas directas otras indirectas o implícitas, como el
alejamiento de algunos “amigos” originales del régimen, el señor Zapatero entre algunos
pocos, que veían en el nuevo “caudillo” venezolano un liderazgo regional, especialmente, en
la lucha contra el norte, contra el imperio. Pero, hoy, él y muchos otros se han percatado de
la realidad venezolana y de las tendencias del tercer gobierno de Hugo Chávez. Los medios
de comunicación serios del mundo, no precisamente “subversivos”, como los llaman
groseramente los jerarcas nacionales, dan parte en el mundo de nuestras preocupaciones,
para que la dirigencia política entienda nuestra realidad.

El Secretario General de la OEA, hasta hace poco abrazado con el régimen, lanzó un grito de
preocupación hace unos días, a lo que respondió contundentemente la “diplomacia” criolla,
generando las reacciones de condena al insulto y a la grosería de las autoridades
venezolanas, que vimos en todas partes. Es lamentable que Insulza no haya ido más lejos en
su posición y se haya limitado a señalar que “las asperezas” con el presidente Chávez fueron
superadas. Una reacción diplomática que refleja debilidad e inseguridad. El Secretario
General de la OEA debe saber que como tal tiene el derecho de velar por la democracia en la
región, de llamar la atención a los gobiernos y gobernantes que se alejan de la democracia,
sin que ello pueda significar injerencia en los asuntos internos como lo indica
tendenciosamente el bolivarianismo.

Los partidarios del proyecto revolucionario venezolano tratan de mostrar y de convencer al
mundo acerca del “liderazgo” del presidente Chávez. Pero, el liderazgo no se mide por el
centimetraje en los medios, sino en su aporte positivo a los procesos de cambio y por su
influencia en los procesos de adopción de decisiones. Si bien es verdad que el
intervencionismo criollo ha tenido alguna repercusión en algunos países de la región, Bolivia,
Ecuador y probablemente Nicaragua, aunque esos procesos hubieran también muy
probablemente evolucionado sin tal injerencia, su influencia en la toma de decisiones
internacionales no es mayor. Sus “discursos” se quedan en titulares vacíos.

Las decisiones en MERCOSUR no siguen el patrón bolivariano. Sería suicida, además, para el
proyecto regional más importante de los últimos tiempos. El proyecto de integración basado
en el ALBA es apoyado por algunos pocos; pero, rechazado por muchos porque choca con la
realidad, por una parte; y, porque contradice los principios y valores democráticos que
prevalecen en al conciencia regional.

La democracia venezolana está en peligro, sin duda. Los que crean que los anuncios son
simplemente anuncios, probamente estén equivocados. Su pasividad, su acomodo, estén
dentro de la esfera de poder, sean o no beneficiarios del nuevo “sistema paternalista”, tendrá
un costo muy alto y eso más pronto que tarde.

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