Opinión Nacional

Derrotar la derrota

Me agobia la idea de que se ha reforzado una ambición de Poder seguida, aparte de los que han sido subyugados por el Caudillo, por una clase profesional y política que envilece a los demás y a sí mismos en nombre de un bien superior, tentación recurrente de la historia humana.

Gentes que se empeñan en quitarle importancia, porque ideológicamente las consideran necesarias, a todas las bajezas a las que se recurrió para captar votos A la campaña de miedo, sobre todo en las barriadas populares, población empobrecida y dependiente cada vez más de las dádivas, sin empleos fijos porque la economía sólo se mantiene a flote a base de petróleo. Amenazando con baños de sangre si perdían el Poder.

Haciendo seguimiento estricto y compulsivo de los inscritos en su partido, en la Misión Vivienda y en todas las demás Misiones, mediante listas que se comprobaban en toldos ilegalmente instalados cerca de los centros de votación. Donde anotaban quien y cuando había ejercido el voto. Y además todos los medios de comunicación en manos del Estado, emisoras y periódicos comunitarios, canales de televisión, se usaron para desacreditar a la opción opositora. Todo ante el silencio del árbitro electoral.

Una constelación de abusos de imposible control para la oposición, que produjo los márgenes necesarios para apuntalar una victoria.

Fueron esos procedimientos para amarrar el voto, de los cuales ayer no más se anunciaron nuevas modalidades (mini-misiones las llamó el Caudillo), lo que constituyó fraude, no las fantasías sobre hackers cubanos para alterar la suma final de votos, porque si de eso hubiese fundadas sospechas, ya habrían sido divulgadas por gente que ha demostrado ser digna de confianza.

II.- Hay, pues que dejar de lado las rabias mal dirigidas, las desconfianzas a veces insoportables de los radicales de Internet que dicen saber donde está la trampaaparentando conocimientos informáticos y enseñando grados militares. No hay que ceder a la venezolana manía de buscar culpables entre quienes han ofrecido sus mejores energías a la lucha democrática. Destruyen así a lo que es digno de respeto, incurriendo en el mismo error de lo que combaten: ser esquemáticos, ceder a la descalificación en bloque, dedicándose a rechinar los dientes, para usar lenguaje bíblico.

Por eso escribí apuntalar la victoria, no lograrla. El apabullante ventajismo sumó, pero lo sustantivo es que el Caudillo todavía seduce y el adoctrinamiento de años en la gente joven ha dado algún resultado. Nuestra tarea tiene que ser entonces insistir en señalar hacia donde creemos que está el verdadero futuro de este país. Convencer a los seguidores del Caudillo que con él se profundiza un enorme fracaso político y económico que ha empobrecido y seguirá empobreciendo al país, a fuerza de dádivas petroleras y retórica que seduce.

Eso es lo que nos ha dicho con sorprendente lucidez en su rueda de prensa del Martes el candidato democrático. Su discurso, debo decirlo, me dio razones para seguir adelante porque pienso que tenemos ya una voz clara, transparente, nueva en su afán de hacer política para un país distinto, que nos representa con dignidad y firmeza. Y eso es lo más importante: cambiar nuestro modo de ver la lucha política. Convertirlo en parte de un país que se abrirá (también lo dijo así), tarde o temprano, hacia un futuro.

III.- Y no hay que olvidar que la manipulación al elector es una señal clara de que se le teme al voto. Por eso, declararse abstencionista ante la derrota favorece al opositor. He visto en muchos, hasta en los más queridos, esa reacción. Olvidan que aún ante la sospecha de manipulaciones electorales seguir ese camino carece de efecto real. La fe en el voto es un asunto personal, es una definición moral que atañe a lo más íntimo.

La abstención pasa por alto que en el contexto político que se avecina lo más importante es poder crear nichos, espacios en los cuales pueda hacerse realidad una verdadera práctica democrática que revele el sentido final de la lucha.

Por eso la importancia de las Gobernaciones que se elegirán en Diciembre. No todos los que se elijan lo harán de forma óptima, pero tenemos que apostar a que se intentarán convertir en modelo a seguir. Y esos nichos pueden abrirse en muchos lugares. Para nuestra actividad, la de mejorar la arquitectura institucional y la ciudad, esos nichos son fundamentales. Han sido las Alcaldías y las Gobernaciones las que han servido de ejemplo sobre lo que puede lograr la democracia. Fueron la respuesta positiva a la hegemonía, el argumento más radical a favor de un nuevo modo de actuar. Esos nichos hay que mantenerlos, hay que ganar otros.

Creo para terminar que el candidato perdedor se va revelando cada vez con mayor fuerza como un líder de encuentro, de apertura a todos. Y nos recuerda, derrotado, que este país no tiene otro dueño que la voluntad de su gente para sacarlo adelante. Y que no es verdad que la mayoría sea partidaria del cinismo y del abuso. Ha sido manipulada y está en nuestras manos ayudarla a darse cuenta. Esa será la forma de seguir luchando. Que es lo mismo que seguir votando. Eso nos lo recuerda este joven acusado de ingenuo. Y me sumo sin dudarlo a esa ingenuidad porque ha habido muchos ingenuos que terminaron cambiando la historia. No menciono al más grande, pero sí a Jan Palach quien se prendió fuego en Praga, en 1969, porque no veía otro medio de lucha salvo su terrible sacrificio. Y su ejemplo fue guía para la liberación de un pueblo. Nosotros no hemos llegado a ese punto. El arma que tenemos en nuestras manos es el voto. De eso debe tratarse, de armarse con el voto por encima de toda sospecha.

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