Opinión Nacional

¿Desaparecerán Valencia y Maracay?

Hasta no hace mucho la autopista Caracas-Valencia continuaba siendo una de las vías más atractivas de Venezuela.

Debido a esa belleza paisajística, no olvido la primera vez en que yendo a Caracas en compañía de mi padre la recorrí a mis diez años. Fue cuando arrancaba en la desaparecida redoma de San Blas, en Valencia, y concluía en Las Tejerías. Descubría en el viaje que había otro muy hermoso país más allá del Zulia y de los Andes.

Fue emocionante ver desde la elevación de la autopista y en panorámica, el verde soleado de los valles de Aragua alojando pequeños pueblos como La Victoria y El Consejo, contrastante con el aire bucólico de las montañas y parajes andinos.

Hoy el crecimiento sin control deja la impresión de que es al contrario: son esos valles los que están insertos en esas pequeñas ciudades ranchificadas por la pobreza y la Misión Vivienda, y da mucho dolor en un país cuyos gobernantes, especialmente los rojos, pulverizaron su riqueza petrolera.

Conocí mejor la Caracas-Valencia cuando a los diecinueve de edad viví en la ciudad del Rey por un año escolar de la Universidad de Carabobo y pude, en ratos de expansión de fin de semana, entrar a Maracay por primera vez y admirar la amplitud arbolada de la entonces bien llamada Ciudad Jardín.

Para la época, 1969-70, se comentaba en el diario El Carabobeño que la ahora denominada pomposamente Autopista Regional del Centro (ARC) debía ser ampliada por el crecimiento poblacional que se preveía en ese corredor urbano y que, por el mismo motivo, se pondría en funcionamiento en tiempo perentorio un tren bala para viajeros que echarían de Valencia a Caracas algo así como cuarenta minutos.

Hoy, cincuenticuatro años después, se construye de evidente malagana el trayecto de un ferrocarril que en sectores enclaustra la ARC, no termina de ser concluido (debió terminarse en abril de 2012) y que no necesariamente exige a quien transcurra por la actual maltrecha vía, título de ingeniero civil para percibir que es una obra que parece mal concebida y peor construida.

De las primeras señales que se observan, una deja la impresión de que quien ejecuta el trazado perdió la ruta en la zona entre Maracay y Guacara. Son evidencias no menores, como la abertura de boquetes en la roca de la montaña para la creación de túneles que pareciera quedaron al  margen de la línea de rieles hoy levantada y en lento avance.

Obviamente es esta la apreciación de un lego que desea que un ingeniero civil analítico haga la misma ruta y dé su opinión calificada, mas hay características que parecen reflejar que no hay ingeniería experta en la obra, como lo denota la presencia de sectores elevados de la línea ferroviaria montados sobre columnas de concreto armado que lucen desmedidamente espartanas para el peso que soportarán.

Otra pregunta que cabe es: ¿por qué una ruta elevada, tan elevada? ¿Por qué paredes de separación entre la ARC y la línea ferrocarrilera en determinados sectores y que son muros de concreto armado? ¿Es que se prevé que el lago de Valencia crezca más allá del sendero que va proyectando el tren entre el suroeste de Maracay y las cercanías de Valencia?

Si así fuese, la obra que se levanta no tiene sentido, puesto que si las aguas del lago prosiguen creciendo, el sur de Maracay, el sureste de Valencia, Mariara (ahora casi ribereña de un maloliente lago de aguas servidas), San Joaquín y Guacara, entre otras poblaciones, desaparecerían y habría que pensar en la posibilidad de que las dos capitales estatales nombradas sean borradas del mapa nacional.

¿Es esta afirmación una exageración? En la verdad, cualquier aparente extremismo pudiera no serlo en un país gobernado por un amplio grupo de ignorantes impúdicos demostradamente corruptos. Se trata de una válida advertencia.

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