Opinión Nacional

¿Dónde está el sentido común?

«La voz del pueblo es la voz de Dios», dice una demagógica frase que
generalmente es usada por políticos ateos o politeístas. Dios no puede
equivocarse pues es omnipotente, omnipresente y es el verbo. Por lo
tanto, como se supone nos dotó de libre albedrío, nuestras
equivocaciones son nuestras, absolutamente y, de allí, que se diga que
cada pueblo tiene el gobierno que se merece.

En nuestros días, en donde se anuncia un supuesto socialismo que nadie
logra descifrar qué es, en donde se habla de participación popular que
en realidad es una función totalmente corporativa como lo es el
fascismo pues, se basa en el acclamatio de algunos pocos fanáticos que
gritan encerrados en cuatro paredes «Ave César», cuando ya ni siquiera
se encuentran pollos en las carnicerías…

El pueblo venezolano y sus políticos, los gobierneros y los
oposicionistas, se caracterizan por un individualismo y cretinismo
poco común en las Américas. Es más, ambos grupos son negados a la
crítica. No les gusta que les hablen de sus ineficacias, de sus
incapacidades, de su falta de cultura, y de su amor por la ignorancia
supina. Todo tratan de hacerlo sin esfuerzo, con el menor trabajo
posible, pues dentro de su miopía piensan que la solución de todo es
el Estado, en especial cuando hay carencia de Estado de Derecho,
situación que alimentan de uno y otro lado para vivir del caos. El
caos político y social, les crea dividendos.

El sentido común no existe en la sociedad venezolana. Ahora, por
ejemplo, ante la disyuntiva de si aprobar o no una nueva Constitución,
los miopes se dividen entre quienes quieren participar votando en el
referéndum con todo el siniestro aparato tramposo, y quienes quieren
que el pueblo se abstenga de ir a las urnas, sin darse cuenta de que
abstenerse de ir a las urnas de votación garantiza rápidamente la vía
a las urnas funerarias.

La carencia de sentido común es tan grande que lleva al pueblo al
suicidio político total. No puede el gobierno, no puede la oposición,
ofrecer cambios a un pueblo que se ha acostumbrado a las dávidas, que
se ha acostumbrado a libar cerveza en todas las calles y vías del
país, un pueblo que se ha acostumbrado a irrespetar al sexo femenino,
a un pueblo que no cree en la paternidad responsable, un pueblo que se
gasta el dinero en apuestas en lugar de pagar los servicios o de
llevar alimentos a sus hijos, en un pueblo que forma cooperativas
ficticias por eso de la viveza criolla, para comprarse vehículos con
dinero del Estado despilfarrador, un pueblo que irrespeta la propiedad
ajena, un pueblo que irrespeta los derechos de autor porque los
intelectuales deben vivir sólo del aire. Este pueblo, lamentablemente,
es mayoría y muchos aparecen hasta en las páginas sociales, como lo
hacen los capos de la droga en Colombia y en Miami.

En Venezuela no se ha podido conformar una opinión pública que diga
basta. Que le diga basta al stablishment tanto oposicionista como
gobiernero; no se ha podido conformar una opinión pública que ejerza
su derecho a votar libremente, sin máquinas tramposas, sin militares
en los centros de votación, sin doble cedulación, sin funcionarios
mercenarios en las mesas. Pareciera que se nació para vivir de
rodillas.

En otras palabras, nos encontramos frente a una sociedad totalmente
autista que si no reacciona irá directamente al despeñadero debido a
su propia incapacidad. Aquí la culpa no es de la OEA, ni de la Misión
Carter, ni de la SIP, ni del presidente norteamericano George W. Bush
(pronúnciese yorye dabliú busss, para estar en onda), ni del
presidente Chávez y sus ineptos comisarios políticos, ni de su incapaz
gabinete. La culpa de la situación de caos es exclusivamente de los
autistas ciudadanos de Waterloo…

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