Opinión Nacional

¿Dónde está la Paz en Venezuela?

La pregunta esencial para resolver el problema de la violencia en el país, radica en que nos preguntemos donde se encuentra el recurso que debemos multiplicar para eliminarla ¿Dónde está la Paz en Venezuela?

No se encuentra, por cierto, en los organismos policiales, ni en los órganos llamados de seguridad, ni en los cuerpos militares. Todos ellos parten del uso de la violencia para contrarrestar la violencia. Pero no constituyen la solución final, a veces actúan como catalizadores que aceleran la reacción que pretenden controlar, agregando más leña al fuego sin apagarlo.

La analogía es adecuada para que podamos aproximarnos a una estrategia de solución. La violencia es el fuego de la sociedad. Tiene un combustible (material inflamable que prende, el sustrato), un punto de ignición (una chispa primaria o locación de alta temperatura que lo contacta, la oportunidad) y un oxígeno que lo expande y difunde (el medio). Si logramos atacar a ese fuego inhibiendo efectivamente los tres elementos podemos controlarlo.

El combustible directo es el arma. El arma es disparada y acciona. El arma mata. El que no tiene arma, no puede matar. Allí está el primer elemento. Hay que desarmar a toda la población y destruir las armas para que ellas no provoquen más muerte. Pero, lamentablemente, de unos años para acá, el alto gobierno disfruta manipulando armas, fusiles, ametralladoras, con la misma fascinación con que lo hacen los delincuentes. Y ese maravillamiento lo hace público, no lo esconde, lo difunde, rindiéndole culto público al monstruo infernal que prende la muerte cuando se acciona, al dragón que vomita dolor y sufrimiento, como si fuera el oro ante el cual brilla la ambición absoluta del poder. El poder para generar miedo, el control del terror. Y no sólo lo hace en fotografías, sino que también lo promueve hacia la industria de los perros de la guerra, “invirtiendo” en armas, como guerrilleros que quieren mantenerse en su montaña asediando con sus disparos a los pobladores del país. No se han dado cuenta que son gobierno y que deben gobernar sin armas fuera de la montaña con los valores de la civilidad y no con los del militarismo ramplón, incapaz de tener una voz desarmada que genere auroritas sin autoritarismo.

El punto de ignición es la quiebra de valores de gobernabilidad. Una gobernabilidad frágil, una autoridad que no le gusta gobernar al país en el que se encuentra, que quiere cambiarlo por otro, que no termina de entender que su forma de dirigir y sus creencias ideológicas son incompatibles con el genoma cultural de la nación. Eso, tiene que cambiar radicalmente si queremos una nación dedicada a la Paz, programada para la Paz y no condicionada para la Guerra y sus valores contrarios a la ética de la vida.

El oxígeno es la contracción económica, la falta de crecimiento económico del habitante, el cual está confinado a ser consumidor sin producir, carente de los elementos y recursos propios que le permitan ser un emprendedor exitoso y tomar el control de su vida y sus oportunidades.

La Paz se encuentra escondida en la inteligencia de nuestras universidades, en la capacidad espiritual de nuestras iglesias y comunidades, en las organizaciones no gubernamentales que activan la solidaridad y la filantropía, y en el corazón noble de la auténtica venezolanidad que debe despertar para que florezca la vida de una nación que agoniza.

 

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