Opinión Nacional

Dopaje, deporte sin valores

“Si no ganas una medalla no eres nadie. Por eso pensé que esas cosas me podrían venir bien”, confesó Paquillo Fernández, especialista español en marcha, a principios de año. “Esas cosas” eran sustancias prohibidas en el deporte y que ponen en riesgo la salud del deportista. Y Paquillo Fernández uno de los cientos de deportistas “pillados” en controles antidopaje o en operaciones policiales contra el dopaje en el deporte. En los últimos diez años, tan sólo en España, se han efectuado más de 40 operaciones de este tipo. La última, la operación Galgo, ha acabado con otra de nuestras heroínas, Marta Fernández. En el deporte, sin duda, el fin no justifica los medios.
El dopaje es uno de los grandes males del deporte, que acaba con las ilusiones de muchos seguidores y aficionados. Muchos deportistas hablan de que el dopaje está en el propio sistema. Pero lo cierto es que hay otros tantos deportistas que quieren que el deporte esté limpio y se recuperen los valores de superación y de competitividad leal.
El deporte es hoy un reflejo de una sociedad que cada vez pide más, donde “el cuanto más mejor” es nuestro guía. El deporte se ha convertido en un gran espectáculo y en un gran negocio, que se basa en tener éxito, gloria, más medallas y nuevos récords. Los deportistas están presionados por sus entrenadores, directores deportivos, patrocinadores, periodistas y aficionados. En cada competición, queremos que haya mejores marcas, se corra más, se pedalee más deprisa, se marquen más goles, se acumulen más medallas. A veces, se olvida de que hay que hacerlo limpiamente.
En el mundo del deporte, durante algunos años, el dopaje estaba visto de manera más relajada. Si todo el mundo lo hacía, no podía ser tan malo. Si tu entrenador te ofrecía determinada sustancia, era por el bien del deportista. Y, como dice el refrán, de esos polvos tenemos estos lodos.
El deportista era cosificado. De ser persona, pasaba a ser tratado como un motor de coche al que ajustan sus piezas para ser más rápido. Los médicos deportivos eran los responsables de que funcionase a la perfección. Sin embargo, en muchos casos no se conoce cuáles serán las consecuencias para la salud del deportista.
Algo parece estar cambiando. Para el profesor Zabala de la Universidad de Granada, que trabaja por un deporte limpio, el dopaje está cada vez peor visto, incluso entre la propia comunidad deportiva. Los deportistas más jóvenes son más críticos con el dopaje y lo rechazan. Quieren una vuelta a los “viejos” valores del deporte, donde el engaño y la mentira no tenían cabida. Las marcas patrocinadoras también se preocupan cada vez más. Un escándalo de doping supone mala imagen y las marcas ya no están dispuestas a mirar hacia otro lado. Y los aficionados, la sociedad, tampoco quieren un deporte manchado. Así, deportes como el ciclismo, con tantos escándalos de dopaje, han dejado de tener audiencia en las retransmisiones televisivas.
Pero aún queda por hacer. En las informaciones sobre estos escándalos, da la sensación de que todo el mundo conoce a los deportistas que se dopan o a aquellos que ofrecen las sustancias dopantes. Entonces, ¿por qué no es la propia comunidad deportiva la que señala con el dedo a los tramposos? La ley del silencio impuesta por los que engañan tiene que acabar y es el mundo del deporte quien tiene que empezar a hablar. Tras ellos, estarán los aficionados y una sociedad cansada de ser engañada. Una sociedad que quiere un deporte limpio, real… Disfrutar del espectáculo pero con garantías de que no es una farsa. Porque, a la pregunta de doparse o no doparse, la respuesta tiene que ser un “no” rotundo.


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