Opinión Nacional

El 12 de febrero

En tres meses el gobierno no ha sido capaz de hacerse una autocrítica, una vez más se pone en evidencia que la vocación totalitaria tiene como una de sus ingredientes la infalibilidad. La verdad oficial no admite dudas ni mucho menos cuestionamientos.

Ha sido visible que la protesta de los estudiantes es pacífica, sin armas, sin violencia. Aparte de sus reivindicaciones especificas, sectoriales, que son muchas porque en estos quince años el gobierno le ha declarado la guerra a las universidades, lo que reclaman los estudiantes es el retorno a la democracia, el restablecimiento de la institucionalidad republicana, la defensa de la soberanía nacional, ultrajada por la sumisión del gobierno ante los contingentes de ocupación de milicianos cubanos.

La única respuesta del gobierno ha sido y sigue siendo la agresión armada, brutal, sanguinaria, encabezada por colectivos paramilitares entrenados para matar, siempre con disparos certeros a la cabeza. Ya son muchos los estudiantes asesinados, heridos, muchos todavía permanecen en terapia intensiva. Si no recuerdo mal, ni los sicarios del psicópata criminal Pedro Estrada, arquetipo en Venezuela del policía torturador, despreciativo de la dignidad humana, se le ocurrió lo que hemos visto en esta fase terminal de la autocracia chavista: la violación de un estudiante con el cañon de un fusil que se le introdujo por el recto por un guardia nacional.

El apogeo de la represión ha sido el desmantelamiento en la alta madrugada por contingentes armados hasta los dientes, con uniformes negros, capuchas negras, cascos negros, anteojos negros, que llegaron en motocicletas de alto cilindraje a los campamentos estudiantiles, los desmantelaron, y se llevaron presos a todos los estudiantes. El muñidor de aquella hazaña bélica es el ministro Rodríguez Torres, quien salió a la palestra pública para acusar a los estudiantes de tener drogas, armas, dólares (que no podían faltar) y de vivir en promiscuidad. La verdad comprobada día y noche, por millares de venezolanos es que en estos campamentos prevalecía una organización y un orden admirables y que los estudiantes se mantenían por las contribuciones en comida y refrescos de la sociedad civil.

Vargas Llosa escribió su famosa novela La Fiesta del Chivo, sobre las barbaridades cometidas por el tirano dominicano Rafael Leonidas Trujillo, tendría abundante material para escribir otra novela sobre la represión, las torturas, los asesinatos, las vagabunderías, que tienen lugar en Venezuela.

Los estudiantes no se rinden. Están seguros que su generación también hará historia en Venezuela. ¡Anótenlo!

 

 

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