Opinión Nacional

El 26 de septiembre o cuando solo podremos ganar

En la vida y sobre manera en la política, mantener la esperanza y el optimismo ante la adversidad constituye requisito sine qua non al logro del éxito. Ello es indudable. Pero resulta igualmente importante el mantener la capacidad de análisis objetivo ante la realidad circundante.

El comentario viene al caso por una especie que desde ya comenzó a rodar por boca de varios dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática, en el sentido de considerar como ¿¿ victoria política ¿? la posible obtención de un número menor a 83 diputados demócratas en los próximos comicios parlamentarios.

Esa, es una visión de la problemática política actual, a la que debemos salirle al paso de inmediato para evitar males mayores. Veamos el porqué. Hasta el año 2.005, las fuerzas demócratas venezolanas contaron con una representación casi paritaria en el parlamento nacional. La decepción y la impotencia constituyeron el saldo para aquel parlamentarismo demócrata, de una gran locuacidad pero tan inefectivo en la realidad política que la mayoritaria población electoral nacional  (74,74 % según cifras del CNE socialista) entre un universo electoral de 14.272.964, prefirió abstenerse en ocasión de las anteriores parlamentarias, ello para un tiempo cuando el régimen socialista en gobierno se esmeraba aún por  guardar las formas democráticas.

Para el evento electoral que siguió a la precitada megabstención, a saber  las presidenciales de 2.006, el CNE socialista refirió una abstención de  3.994.380 (25,3%) entre un universo de  11.630.152  (98,64%) de votos válidos. Revisamos luego las cifras del para entonces siguiente evento comicial, el referendo para la reforma constitucional de diciembre de 2.007, cuando el rechazo al proyecto de reforma socialista alcanzó un 50,7% equivalente a 4.504.354, según el CNE al servicio del socialismo.

Este cotejo de cifras permite certificar la manifestación de voluntad popular en uno u otro sentido, ello si tomamos por válidos los resultados aportados por el CNE, y en base a tal parámetro debemos entonces considerar vista la evolución del voto en el tiempo reciente, que la obtención de diputados demócratas en número menor a los 83 precitados hace no solo nugatoria la labor de la Asamblea Nacional como foro de pluralidad política en Venezuela, sino además configura el fracaso más rotundo de una dirigencia demócrata incapaz de capitalizar lo que ha sido una tendencia electoral incontrovertible, favorable al sector demócrata, aunado al evidente colapso del socialismo como alternativa política.

Cuando menos una mayoría simple demócrata en el parlamento nacional a iniciar sesiones el próximo 5 de enero de 2.011, podría justificar la tratativa de la actual dirigencia demócrata nacional organizada en torno a la Mesa de la Unidad Democrática, habida cuenta las condiciones en que aceptó la celebración de los presentes comicios.

Entre estas condiciones adversas a la causa demócrata, destaca sobremanera la estructuración de las circunscripciones electorales, en violación a la Carta Magna y a la propia ley orgánica de procesos electorales, pues hace nugatorio el principio de la representación proporcional de las minorías, dando lugar al absurdo de una opción electoral con mayoría parlamentaria, en simultáneo minoritaria en cuanto a los votos totales obtenidos. Circunstancia esta favorable al régimen en gobierno como era de esperarse.

Si a ello sumamos la injustificable displicencia que en el trato político dispensa nuestra dirigencia demócrata ante el socialismo en gobierno, régimen político en franca violación de la constitucionalidad democrática desde el 11 de abril de 2.002, nos lleva a concluir que la no obtención de una victoria en los términos expuestos, configura por una parte el antedicho fracaso de esa dirigencia, pero nos atrevemos a ir más lejos: estaríamos ante el fracaso de la sociedad venezolana como colectivo, incapaz como seriamos entonces de evitar por medios electorales la aniquilación del régimen democrático de libertades consagrado en la Constitución.

No caben excusas. A estas alturas resulta imposible desconocer la naturaleza real del socialismo en gobierno y su connatural intención esclavista, en tanto la plataforma electoral demócrata, está llamada sociológicamente a constituirse en la gran alternativa electoral del pueblo venezolano; de no lograrlo, los responsables de aquella plataforma deberán dedicarse a otros menesteres.

Cuando ante el dilema esclavitud o libertad un votante promedio tiene razones válidas para dudar, ello puede significar una de dos cosas: O bien la propuesta de esclavitud con sus representantes candidaturales es incierta, o en su defecto, la plataforma electoral de la libertad y los candidatos que la representan es indigna de confianza y respeto. Y es un hecho, bajo el socialismo tenemos garantizada la esclavitud. ¿Entonces? ORA y LABORA.

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