Opinión Nacional

El alquimista de votos

En la fastuosa y rocambolesca celebración de los 7 años de la revolución bolivariana en el Teresa Carreño, y posteriormente en la concentración de la Avenida Bolívar (ambos actos de un marcado tinte electoral), Chávez le dijo, a sus seguidores y al colectivo nacional, cuantos votos va a sacar en las venideras elecciones presidenciales de diciembre: 10 millones. Ni más, ni menos. Claro está, esto se interpreta también como una orden para la sumisa y polivalente directiva del CNE (sirve para todo, menos para organizar elecciones limpias). Entonces, más allá de la grosera, ilegal y ventajista utilización de los recursos del Estado –mejor dicho: de los venezolanos– y del adelanto de la campaña electoral que, evidentemente, ningún organismo de control del Ejecutivo ve, está la actitud que adoptará la gente ante semejante farsa.

Tal situación obliga a la oposición a tener una visión general y, por lo tanto, no fragmentada ni interesada, de la importancia y significación de las palabras del teniente coronel. A reflexionar sobre cuáles deben ser los límites de la contienda electoral, para así participar en ella. A definir, de una vez por todas, hasta dónde se puede llegar sin hacer el papel de tontos útiles; o de comparsa tarifada del régimen, para convivir con los verdugos sacándole algún provecho. Hasta ahora las respuestas dadas a estas interrogantes por algunos partidos de oposición han sido lineales, simplistas, decepcionantes: fijar la fecha de unas elecciones primarias para elegir un candidato único, sin ni siquiera, haber discutido si ese es el mejor método, o, si cuenta con el mayor consenso entre los sectores más representativos de la oposición. O, si están dadas las condiciones para ello. Es decir, ante una situación, de suyo complicada, la respuesta es la de plantear esquemas tradicionales, demasiado manoseados. La cosa no es tan sencilla como para despacharla con premura, sin la debida discusión. Pueden haber otras soluciones, que verdaderamente apunten a crear un movimiento fuerte y plural para enfrentar con éxito el reto que se presenta.

Ahora bien, lo que sí esta claro es que hay que jugar en varios tableros a la vez: por una parte dilucidar el mecanismo de la oposición para resolver el dilema de participar o no en las elecciones (situación ligada a la designación de un nuevo CNE imparcial, capaz de garantizar el respeto a la voluntad popular); por la otra avanzar en la selección del candidato único que –habiendo condiciones para participar– tenga la posibilidad de enfrentar con éxito esta lucha a favor de la democracia; y, al propio tiempo, se deben ejercer contundentes presiones de calle, indispensables para “conquistar” la integración plural de la nueva directiva del CNE. Si la presión de la gente para cambiar al CNE no tiene músculo suficiente, será muy difícil –por no decir imposible– quebrarle el espinazo al régimen para que acceda a realizar elecciones en condiciones de igualdad para el oficialismo y la oposición.

Por lo pronto, por arte de birlibirloque, Chávez seguirá multiplicando los votos virtuales (con Smartmatic de Celestina) igual que en el “milagro de la multiplicación de los panes y peces”, del Nuevo Testamento. De mantenerse las actuales condiciones de absoluto control de todos los poderes del Estado, será pan comido para él. Quizás 10 millones de votos se queden cortos ante los aspavientos obsecuentes de los Jorge Rodríguez del CNE y la mirada indolente de muchos.

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