Opinión Nacional

El año más violento de la historia

Por cualquiera de las formas que se mida, con cualquiera de las fuentes que se utilice, se encontrarán más homicidios, más muertos en las cárceles, más secuestros, más robos a mano armada, más heridos. Más dolor y tristeza en la familia venezolana.

Venezuela fue considerado durante décadas uno de los países no-violentos de la región. En los años setenta y ochenta se cometían alrededor de 1.200 asesinatos al año, para una tasa de 8 homicidios por cada 100.000 habitantes.

Tasa similar a la de Estados Unidos en ese tiempo e inferior a la de Colombia, Brasil o México.

A fines de los ochenta aumentaron las muertes violentas, con el Caracazo, en 1989, hubo 2.513 víctimas. En 1992, por los 2 intentos de golpe de estado, volvieron a incrementarse y fueron 3.336 homicidios. Y siguió subiendo en los años siguientes, hasta alcanzar en 1994 los 4.733 muertos.

Durante los 5 años de gobierno del presidente Caldera la tendencia cambió y hubo una leve disminución, por eso cuando el candidato Chávez andaba en campaña electoral se cometieron en el país 4.550 homicidios. A los 5 años de su gobierno ya se había más que duplicado: 11.342 asesinatos en 2003. A partir de allí, la decisión política fue ocultar las cifras: prohibieron la difusión, las retiraron de las páginas web, no se menciona. Pero la realidad es terca y dolorosa y los muertos no pueden esconderse.

Al iniciar el año 2012 Venezuela se presenta como el país más violento de la región. Con 19.366 homicidios y 28,5 millones de habitantes, muestra una tasa de 67 homicidios. Esa tasa es ahora 10 veces mayor que la de Estados Unidos, 3 veces más que Brasil o México, 2 veces más que Colombia.

No sólo los asesinatos aumentaron, también los robos con violencia y los secuestros, los cuales dejan heridas a las personas que tuvieron la suerte de no morir.

Son miles los jóvenes que quedan lisiados o paralíticos. Si por cada fallecido calculamos que hay 3 heridos, tenemos 60.000 lesionados en el año 2011 por la violencia.

¿Por qué ese desmedido y excesivo incremento de la violencia en el país?, se preguntan los venezolanos de todos los sectores sociales y colores políticos. Desde el Gobierno se arrojan algunas explicaciones: «Es que el problema siempre ha sido así», se dice. Falso, los datos oficiales mismos muestran que antes era varias veces menor. «Es un fenómeno mundial, en otros países es peor». Falso, Venezuela tiene más homicidios que la mayoría de países en el mundo, mayor incluso que países en guerra.

«Es que se trata de la pobreza y la desigualdad». Falso, en este tiempo Venezuela ha tenido riqueza como nunca y el propio Gobierno se ufana de haber disminuido la pobreza y la desigualdad.

La verdadera explicación se encuentra en una política equivocada. El Gobierno ha implementado planes como el Dibise, la Policía Nacional o la propuesta de desarme, ideas buenas a las cuales se pueden criticar detalles, pero que en esencia no pueden funcionar si no tienen como respaldo una decisión política de condenar la violencia y a los violentos, de respetar y hacer respetar la ley. No se puede eficazmente perseguir a los delincuentes y llamarlos «bienandros»; no se puede desarmar a la población si la consigna es «el pueblo en armas»; no se puede fomentar la vida y la paz, cuando por años se ha elogiado la muerte y la guerra.

Esta situación es posible cambiarla y en poco tiempo. Para ello, se requiere de un gobierno que decida actuar con firmeza para proteger a la familia venezolana. Un gobierno que censure violencia y fomente el diálogo, pero que al mismo tiempo persiga, desarme y castigue a quien se empeñe en asesinar a los ciudadanos indefensos. Un gobierno que convoque a vivir en paz y buscar el progreso.

Una política de seguridad es la política de una sociedad regida por normas y no por la fuerza o el capricho del líder. Es una política de unión de la sociedad.

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