Opinión Nacional

El asco

He tenido que abonarle una brutal dosis de Rachmaninov a mis días para no vomitar o zozobrar entre el estiércol y el escupitajo. Dudo mucho que generación alguna de nuestro país haya padecido tan bochornosa usanza verbal y política. Sin velos ni disimulos lo arrojo: los actores (políticos, periodistas, intelectuales, militares, psiquiatras y curas) de estas sombrías fechas, por sus modos, sus dilemas y sus metáforas, son la encarnación del asco.

Sí, sin titubear, si fuese este quien escribe un cronista de época no le temblaría el pulso a su pluma para apodar el presente período de nuestra memoria histórica con el estigma de la Venezuela nauseabunda, y ya.

Día a día asistimos al teatro de la vergüenza nacional con una frialdad que horroriza. Vivimos la hora de la lástima. Es inaudito que celebremos nuestras miserias con este desdén y esta sorna. Repugna nuestra pereza espiritual. ¿Quiénes somos, Dios, qué suerte de tétricos engendros hemos encarnado?
Si existe algún precipicio en el uso del lenguaje lo representa la metáfora. Por lo general muy pobre en el ámbito político, ésta cuando se emplea describe el hábito del espíritu de quien la origina. Nuestras metáforas actuales son irrespirables.

Resulta ultrajante, pecaminoso, ruin, miserable: escuchar a unos encapuchados movidos por un rencor irreverente y azuzados por una arpía del periodismo cuya insensibilidad doblega, amenazar a un pueblo decomisado por una voz de mando (¿por qué no se van por la cabeza, a qué le temen horda de ridículos?); atender a un cura o a un psiquiatra vociferar necedades, negando sus principios éticos, para vejar la afectada revelación de una de sus allegadas sólo por comprar el favor del amo (¿por cuántas monedas se vendieron, infames?); o contemplar a un presidente que dice representarnos, incluso a sus hijos, clamar sus rastreras metáforas para arrostrarnos en la jeta su desprecio y su asquerosidad anímica definiéndonos a los venezolanos, no a un nutridísimo grupo de militares, como los condones mojados que sólo servimos como deshecho después de los cinco segundos de delirio.

¡Qué podredumbre y pobreza de espíritu! ¿En qué devendrá tanta escasez y perfidia humana? Como venezolano, debo manifestarlo, estoy que me rindo. No puedo más, sucumbo. Necesito una grieta entre la pestilencia para aspirar al aire, para beber agua y anegarme, necesito luz y coherencia, las compro, ¿quién ofrece?

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