Opinión Nacional

El auto descubrimiento de Europa

Algunas reflexiones en torno al 12 de octubre de 1492

El ser humano reincide una y otra vez en la piedra cómoda de la mitología, para hacer, de lo que alguna vez fue un discurso novedoso ante los hechos sucedidos en torno al 12 de octubre de aquel, ya lejano, y sin embargo, tan presente y transido 1492, una reificación de un supuesto discurso de justicia. De este modo, en nombre de los indígenas muertos de ayer, los gobiernos de hoy, pretenden ser la voz reivindicadora de la justicia ancestral.

El Día de la Resistencia Indígena con todas las mayúsculas del Ritual del Poder fue, alguna vez, un hallazgo retórico y hasta crítico, pero una vez más, muestra las insuficiencias de reducir a rótulo un hecho recogido por la historiografía, que para decirlo sin mucha retórica, consiste en la llegada por mar de unos cuantos europeos a unas tierras que estaban habitadas por otros (los aborígenes); esos otros, no podemos negarlo, resultan casi des-conocidos para nuestro entendimiento americano.   

Es por ello, que tal vez, ninguna fecha inherente a la fundación de toda nuestra América, -nótese la imposibilidad de eludir la retórica-, haya sido objeto, de una perpetua revisión. Veámoslo de una manera más global; en un momento, se habló del Descubrimiento de América, pero esto sonaba muy eurocentrista para nuestros oídos, descubrimos, que relegaba lo otro, a la pasividad de objeto des-cubierto. Después, se habló del Encuentro de dos Mundos, frase que apaciguó por un momento las discrepancias, en esa sensación de diálogo, de fraternidad y de igualdad entre pares; pero bien pronto, asomó la duda de que tal artilugio de slogan no era más que simple retórica festiva, un tanto hipócrita y que terminaba negando en mucho la dimensión de lo ocurrido. El encuentro retórico, se tornó en des-encuentro.

En ese vacío, alguien tenía que ofrecer un llenado del vacío, para instaurar un sentido en el sin-sentido historiográfico; se acuño entonces, con muy buena recepción para el sentido común, como si de una nueva moneda se tratara, la nominación de aquel hecho como El Día de la Resistencia Indígena. Así que empezamos a resistir a todas las agresiones imperialistas, y todo aquel hito histórico, lo relegamos a un genocidio que superó con creces a todo el fascismo y nazismo europeo.

La efeméride; anunciada con la voz del poder y la resistencia a la vez, amalgama perfecta entre la autoridad legal y la rebeldía subversiva, radica en una exegesis histórica, que salva lo mejor de lo indígena y lo peor de lo europeo para la confección de un discurso, que se instala en el surco profundo de las emociones y que ahonda con mayor éxito sobre la herida psicológica de quienes se creen a ultranza, descendientes directos de lo indígena y bastardos fortuitos de lo europeo. Se hace preciso, resistir a la propaganda dogmática de resistencia mítico-opresiva.      

La verdad, resultó casi inevitable, petrificar la metáfora abusada, hasta convertirla en un mito más, pasarla de movimiento a estático fósil, de idea a dogma. El uso y el abuso de los discursos de resistencia indígena empiezan a convertirse en lugares comunes, ya no hay quien no denuncie el genocidio indígena, ya no hay quien no elabore, sobre la base del Día de Todos los Nombres, toda una apología de la justicia, ya no hay quien no haya convertido una frase grandilocuente en un nuevo mito.

Desde hace un tiempo, me ha rondado la idea de que a partir de 1492, aparte de la translación cultural de Europa hacía el Nuevo Mundo. Empezó a operar, con todo lo bueno y todo lo malo, un re-descubrimiento de Europa por los europeos. Bien mirado, la fecha marca el inicio de una serie de resquebrajamientos de todo lo que podríamos llamar dogmático como por ejemplo, el geocentrismo, sin embargo, han aparecido en el horizonte nuevos dogmas como el comunismo, y así como una vez Rodríguez Zapatero dijo: “el socialismo es una idea europea”, “Marx era europeo”, podemos decir, claro que sí lo es, pero abonada por la utopía (el no-lugar) de proyectar desde el pensamiento europeo un “mundo perfecto” circunscrito a una isla grande (en los incipientes imaginarios) que dio en llamarse América.

Piénsese en lo duro que ha sido ese camino, que es el camino de conocer lo que somos y lo que no somos. Somos la mixtura de una negación y de un pasado, que hacemos presente sin saber qué hacer, cuando desatamos los demonios de la intolerancia, que se escudan en un mito con los atuendos de la crítica y la reflexión. Es, para decirlo enfáticamente, una parte de la verdad que pretende erigirse en la totalidad de la verdad.

El 12 de octubre de 1492 empezó un proceso de autodescubrimiento de Europa por los mismos europeos, el monólogo se hizo reflexivo, para poner en duda parte de sus axiomas. En ese proceso, aparecieron nuevas cosmovisiones, que replantearon lo conocido. El Nuevo Mundo obligó a Europa a revisarse.

Este el punto que debemos plantearnos; (Latino) América, que vive de dilema en dilema, debe arriesgarse a dudar de sí misma, a confrontarse a sí misma, y evitar caer en la seducción de los mitos. No podemos negar, que hubo, si se quiere llamar así, genocidio indígena, pero eso no autoriza a explotar los traumas históricos con fines politiqueros, no es ético, no es humano, no es decente. Lo decente es sobreponerse a las durezas del pasado sin caer en la depresión que inmoviliza, ni en la venganza ciega que cobra víctimas inocentes. Además; ¿cuál es el objeto de esta (astucia) “justicia”?; ¿contra quién va dirigida?, acaso contra los espectros de aquellos europeos venidos del mar en unas cuantas carabelas. A veces, veo bruma en alta mar

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