Opinión Nacional

El beber social (V)

Para la persona que padece de un problema alcohólico abstenerse es muy difícil. Porque nuestra sociedad se encuentra inmersa en alcohol.

Para comunicarse, para entablar diálogo con cualquier persona, es necesario concurrir a fiestas y reuniones. Y en ellas, sin excepción, se bebe alcohol. No hay fotografía de una reunión de cualquier naturaleza; empresairal, familiar, de compañerísmo, política, en que falte el vasito de bebida alcohólica, envuelto en una servilleta, en manos de la mayoría de los presentes.

Alega el paciente con un problema alcohólico.

– Yo, para vivir, tengo que hacer sociabilidad. Todos nos reunimos, con cualquier excusa, para echarnos nuestra cervecita, o nuestro palo de ron o de whisky. Eso nos anima y nos permite conversar y compártir, lo que resulta una condición indispensable para la convivencia.

Generalmente tiene razón. Se considera que en el mundo civilizado el 3% de la población padece de la enfermedad alcohólica. Y si a eso agregamos los bebedores excesivos, las embriagueces normales y patológicas el número resulta mucho mayor. Se considera que en la cultura tropical, emocional, todo es aún peor.

Pero los países que más consumen se encuentran también entre los desarrollados donde, encontrándose en las zonas mayormente frias, sería necesario calentarse con alcohol.

La explicación científica no es esa. En realidad lo que el alcohol es un anestésico de la sensibilidad. Y por tanto es útil tanto en las zonas tórridas como las frías.

Fácilmente deben haber en Venezuela un millón de enfermos alcohólicos. y para ellos, la abstención impone una cruenta y dura lucha.

Para el que aún no es un enfermo es posible fijarse una meta, y detenerse al llegar al segundo y a veces al tercer trago. Su organismo todavía no está enfermo de la adicción alcohólica.

Pero el que sí lo está, cuando comienza no puede detenerse. Y entonces la única copa prohibida es la primera.

Nuestra sociedad no admite desertores de la bebida. La insistencia es abrumadora. El no beber se califica casi como una traición al grupo. E insiste y acosa todo el ambiente.

Lo más grave es que, en el grupo de los insistentes, se encuentran aquellos que padecen de un problema alcohólico. Y cuando exigen no es por afecto, por camaradería o por sociabilidad sino porque necesitan reforzarse con la otra persona que bebe.

Hay una especie de confabulación entre los bebedores. Se colocan todos en el mismo estado de ánimo, cuentan los mismos chistes, abordan la misma temática. En general critican y se burlan. De las mujeres, de los políticos,de los banqueros corruptos, de los ricos. El lenguaje del enfermo alcohòlico en grupo es siempre denigrante. Por eso, al forzar a cualquier persona a que beba, están buscando un interlocutor que comparta su mismo estado de ánimo.

Todo bebedor excesivo comparte un núcleo, una barra, un grupo de amigos. Y no beben porque se reúnen sino que se reúnen para beber. El riesgo que padece el que se abstiene es que va a perder su grupo de pertemencia, mal llamado de amigos. Pero cuando pudiera necesitar para algo de ellos, comprobará que lo abandonan.

No hay otro remedio que alejarse de ellos y observar sus desastrosas existencias, que son espejo de la propia.

Hay, sin embargo, maneras de defenderse.

Si uno tiene el coraje suficiente puede decir;
– No bebo porque me hace mal.

A lo que contestarán los otros
– ¿ Acaso tu mujer te tiene cominado ?
Si se tiene más coraje aún puede decir
– No bebo porque tengo un problema alcohólico. Lo cual cae como una bomba para los adictos.

El autor recuerda cuando, en una ocasión, entró a un bar para pedir una malta. Fué taladrado por miradas burlonas y de desprecio apenas soportables.

Pero él tenía la plena conciencia de que estaba bebiendo lo que realmente quería y no reaccionó a las silenciosas provocaciones.

La parte alcohólica de nuestra sociedad es un enemigo muy peligroso para nuestra salud. Por eso, mejor que dejarse vencer, conviene apartarse de ella. Es difícil, pero no imposible. Y para recuperarse, es imprescindible.

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