Opinión Nacional

El busetero y la demagogia

 Chávez lo que hacía, cuando hablaba, era estimular el resentimiento, la envidia y la mezquindad, todas emociones silvestres del alma humana, pero que pueden llegar a ser el motor de las peores acciones y de los más nefastos gobiernos.

Tristeza por el bien ajeno define a la envidia. El resentimiento que la acompaña es una sed de venganza estúpida porque va contra todo, hasta contra la historia. A lo anterior se une la negación de los hechos y de los méritos ajenos con la intención de borrar el legado de quienes gobernaron la época más progresista de toda nuestra historia: la vapuleada “cuarta república”, los cuarenta años de democracia que vivió Venezuela desde 1958 hasta 1998-

Demagogia es la palabra que puede caracterizar con propiedad el desempeño de Chávez en el poder. Estos años serán recordados como el tiempo de la demagogia. No quiere decir esto que nunca antes hubo experiencias de gobierno demagógicas, pero sí que nunca antes, como ahora, fue la demagogia la causa y fin de un gobierno. Para demostrar este aserto basta oír hablar al busetero vicepresidente.

Y, por cierto, la púdica forma en la que algunos obvian el único oficio que Nicolás Maduro ha ejercido, como lo es el de conductor de autobús, habla de ese ambiente demagógico que nos envuelve. Ahora resulta que es meritorio y suficiente para gobernar un país tan complejo y necesitado de burócratas eficaces e ilustrados como lo es Venezuela, haber sido busetero.

Los que piden que no se “denigre” del señor ex chofer de autobuses Maduro no sólo demuestran ser víctimas de la demagogia reinante que privilegia ña piratería, el anti-intelectualismo y el igualitarismo ramplón sino que también demuestran ignorar la realidad nacional.

Dentro del gremio de conductores de unidades de transporte público terrestre (autobuses, camionetas, trenes y taxis, incluyendo motos) hay gente decente y preocupada por dar un servicio de calidad a sus usuarios. Pero también abundan, entre los profesionales del volante, los abusadores, los groseros y los tracaleros (o quienes reúnen estas tres virtudes). Y quienes sufren con más frecuencia y peores consecuencias para sus vidas, los maltratos de de los choferes son los más desfavorecidos, los verdaderos ciudadanos de a pie, aquellos que nunca tendrán un automóvil propio.

Por eso, el señor Maduro es fiel representante de la amplia gama de buseteros que día a día irrespetan las normas de tránsito, al recoger y dejar pasajeros en sitios prohibidos, adelantan a otros vehículos inapropiadamente, cobran por encima de los precios establecidos, usan unidades en mal estado y trabajan cuando les da la gana.

Todo esto lo hace Maduro como Presidente elegido a dedo por Fidel y Raúl Castro como procónsul en Venezuela de la dictadura cubana. Por ello, les ruego a los preocupados asesores de la oposición que quieren que esta sea una especie de chavismo sin Chávez (los mismos que alaban las misiones, el saqueo y engaño de Barrio Adentro y la verborrea demagógica del ausente), que se abstengan de reprenderme por llamar a Maduro, busetero.

 

 

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