Opinión Nacional

El cáncer de Chávez

Hay mucha gente, fuera de Venezuela, que todavía, en el 2008, cree en Chávez y en su “Revolución Bolivariana”. Lo sé porque son varios los que me han escrito afirmando que estoy equivocado, que mi lectura de la realidad venezolana es errada, y hasta sesgada. Les he respondido tratando de hacerles ver que desde otras latitudes es muy difícil ver la realidad. Una realidad que desde hace muchas décadas está marcada por el petróleo, que en vez de haberse utilizado para desarrollar el país, para crear riquezas que pueden ser bien distribuidas y lograr una verdadera justicia social, ha servido para corromper a los que tienen algún poder. Esa corrupción se vio frenada, menguada, por la voluntad firme de hombres como Gumersindo Torres, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Juan Pablo Pérez Alfonso, Gonzalo Barrios, etcétera. Pero finalmente los rebasó y empezó a hacerse generalizada. Uno de los elementos fuertes de la llegada de Hugo Chávez al poder en 1998 fue su promesa electoral de combatir la corrupción hasta derrotarla, pero desde sus primeros días en la presidencia se vio que no sólo no la cumpliría, sino que haría, como lo ha hecho, todo lo contrario. El propio Chávez se exhibe con trajes carísimos, relojes multimillonarios y señas de riqueza que ni siquiera trata de ocultar. Los grandes jefes de la “Revolución Bolivariana” se han enriquecido en forma obscena. Se les puede ver hasta en los Estados Unidos, en grandes centros de riqueza, comprando bienes de lujo, se han mudado a grandes mansiones y no se cuidan de exhibir sus riquezas mal habidas. Y si a eso se le suma la triste incompetencia que han demostrado en funciones de gobierno, al extremo de que no han podido solucionar ninguno de los problemas apremiantes que la población de menos recursos viene padeciendo desde hace décadas y, por el contrario, los han agravado, se tiene el cuadro completo. Chávez ha engañado al pueblo, y por desgracia también ha engañado y engaña a quienes no tienen oportunidad de ver la verdad. La suya no es una Revolución, es una aventura personal cargada de egocentrismo, de efectos hollywoodenses y de falsedades. En sus primeros días, cuando empecé a demostrar mi inconformidad en el semanario “La Razón”, varios de mis amigos, entre ellos algunos que estaban en el poder, y hasta en el gabinete, me pidieron paciencia: no se podía hacer la Revolución en un día, había que desmontar muchas cosas que tenían décadas instaladas, para montar las nuevas, las revolucionarias. Pero han pasado ocho o nueve años, y lejos de desmontarlas, las han reforzado. Salvo uno que otro, entre ellos uno que ha sufrió un Accidente Cerebro Vascular (ACV) y quedó muy mal, los que eran mis amigos hoy son personas muy ricas que disfrutan del poder y del dinero como cualquiera de los grandes burgueses del país. Si había alguna posibilidad de verdadera “Revolución”, se frustró. Chávez y su gente, no con sus errores, sino con su falsedad, han logrado detener del todo cualquier impulso revolucionario, y hasta invertirlo, si es que lo hubo. Chávez no es otra cosa que un auténtico farsante, militarista y hasta fascistoide. Lo del niño de las FARC así lo demuestra. Un gesto humanitario que era un gesto utilitario, y en donde la vida del niño no interesaba, lo que interesaba era la propaganda de Chávez. Y cosas como esas son las que han acabado con su pretendida “Revolución”, porque la corrupción es el cáncer de los gobiernos. El cáncer de Chávez.

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