Opinión Nacional

El candidato de la oposición

Según la Constitución vigente, cuando es revocado el mandato del presidente de la república se declara su falta absoluta y a los treinta días se elige un nuevo presidente. Por estricto sentido común, si se habla de un “nuevo” presidente no puede ser elegido quien fue objeto del referendo revocatorio con resultado positivo. Sería absurdo que algún mandatario después de ser echado por el pueblo votante, se presentara en las elecciones para continuar el período constitucional que ha sido interrumpido por la iniciativa revocatoria.

Pero ya se sabe que en este país puede pasar cualquier cosa. Sobre todo después del seis de diciembre de 1998. Y con este Tribunal Supremo de Justicia no sabemos a qué atenernos. Hay una máxima que pocos desconocen: “el tribunal supremo por ser supremo no es tribunal”. Quiere decir que sus decisiones –aquí y en cualquier parte del mundo- están condicionadas mucho más por el poder y la correlación de fuerzas políticas que influyen en su seno que por la justa aplicación del espíritu de la norma jurídica. Claro, en la Venezuela actual la situación es peor porque hay magistrados del TSJ que se han declarado soldados del “proceso” como Delgado Ocando, tutor intelectual de su paisano presidente Rincón.

Si no hay mayores contratiempos, el referendo revocatorio contra Hugo Chávez debe efectuarse en el primer tercio del año próximo. Es muy cuesta arriba que el Consejo Nacional Electoral invalide más de un millón doscientas mil firmas que constituyen la holgura presentada por la oposición, por encima del veinte por ciento del Registro Electoral Permanente, exigido por la Constitución. Y mediante el instrumento que se escoja (encuestas o mediante el análisis histórico, político, económico, sociológico o con la aplicación de pseudociencias como la quiromancia, la astrología o el espiritismo, etc.) se puede predecir la derrota de Chávez en el revocatorio. Y si inventa otra salida como la enmienda constitucional, la renuncia, el llamado a la abstención en el revocatorio o el abandono del cargo simplemente será derrotado en las elecciones subsiguientes con relativa facilidad, siempre y cuando la oposición se mantenga unida y elija un candidato único en los treinta días que pauta la Constitución que blandía Chávez hasta hace poco.

No se debe escoger antes porque no hay que contar los pollos antes de nacer. Hay que esperar que Chávez esté revocado y bien revocado (o renunciado). Hay que observar los movimientos del gobierno y atisbar quien podrá ser su candidato (puede ser, repetimos, Chávez si una decisión “contranatura” del TSJ así lo decide). ¿Cómo escoger el candidato que se enfrentará a ese gobierno derrotado en el revocatorio pero vivo todavía con todo el dinero y demás recursos que ha demostrado utilizar a su libre albedrío en perjuicio de la competencia democrática?

La primera opción sería el consenso. Tal y como lo ha expresado Diego Bautista Urbaneja, esa sería la opción menos traumática para escoger nuestro candidato. Pero las condiciones para llevar a feliz término esta modalidad son harto difíciles de reunir. Primero, debe haber un nombre sobre el que ya debería haber un pre-acuerdo. Alguien sobre el que ya estuviera la aureola de candidato sin que haya sido debido a que realizó una campaña de “autobombo” obsesiva o sea una creación de encuestas piratas.

Para que haya consenso la militancia de los partidos y los componentes de las organizaciones de la sociedad civil deben darle un “cheque en blanco” a sus dirigentes para que se pongan de acuerdo en el nombre presidenciable. Y como están las cosas (en especial el ambiente creado por el discurso demagógico que se ha hecho sobre la “democracia participativa”) no veo fácil que una discusión que de lógica debe ser reservada no se exija que se haga en un cuarto de cristal con altavoces.

La segunda opción es la elección popular del candidato. Es decir, unas primarias, si es posible a doble vuelta, para que el candidato opositor salga blindado. ¿Quiénes votarían? Pues todos los valientes que firmaron la solicitud de revocatoria del mandato de Chávez. Ese es el censo electoral de la oposición. Una vez que el CNE lo depure, la oposición tendrá ese registro y podrá organizar esas elecciones. ¿Que es una forma onerosa de elegir el abanderado opositor? Bueno sí, pero no será nada caro comparando con lo que ganaremos en transparencia y en desempeño democrático. En especial le daremos una lección al autocrático chavismo, dentro del cual nadie puede discutirle al líder único y máximo.

De manera que desde ahora, sin descuidar la tarea principal de sacar a Chávez democrática y constitucionalmente, deben salir todos los aspirantes a la candidatura presidencial de la oposición. Deben expresar sus ganas de ser presidente. Pero igualmente mostrar las ideas y proyectos que tienen para gobernar este país que quedará en el peor estado una vez que abandone Miraflores el señor ese que hasta perdió su nombre –tal y como él mismo lo juró solemnemente el día de su triunfo electoral- al no resolver el gravísimo problema de los niños de la calle.

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