Opinión Nacional

El candidato que debe seguirnos

Anda el país a salto de mata con sus ilusiones. Después de asistir con no poca aplicación al montaje de un patíbulo para democracias puntofijistas, sin siquiera imaginar que el patíbulo no estaba pensado para una forma particular de democracia sino para cualquiera de ellas, se ha dado a la tarea de aniquilar de una vez y para siempre la aviesa trampa en que cayera. El héroe que lo condujera en tal faena ha pasado al cabo de tres años a convertirse en un monstruo y salir de él con la mayor urgencia se ha transformado en el objetivo fijo y casi mono maníaco de un país entero.

Yo comparto profundamente ese deseo. Y no hago otra cosa que luchar incansablemente y con todas mis fuerzas por verlo hecho realidad. Aunque tal deseo y tal lucha no me han impedido hasta hoy sentir un rencor profundo y casi hiriente contra aquellos que sucumbieron al encanto del íncubo desde que viera la luz en el Museo Histórico Militar, lo ayudaron con todos los medios a su alcance a hacerse con el país, le brindaron siete veces un sostenido y creciente respaldo electoral, contribuyendo con esa misma tenacidad a liquidar los anticuerpos que aún restaban en nuestros frágiles mecanismos de defensa democrática. En otras palabras: he sido, soy y seré profundamente antigolpista y, por lo mismo, antichavista, lo que es lo mismo, pero no es igual, como diría Silvio Rodríguez. Y a pesar de compartir banderas en las maravillosas marchas de la oposición con no pocos personajes del golpismo nacional que entronizaran en su momento al chavismo en el Poder y a los que detesto en lo más profundo de mi conciencia democrática, jamás terminaré por perdonarles haber sido cómplices de este horrendo crimen que está a punto de acabar con todos nosotros. ¡Qué hacerle, soy rencoroso!

Por eso mismo, y porque no creo que un país se cure en un santiamén del golpismo y de las profundas ansias de autoritarismo que le llevaron a entregarse en brazos del caudillo, es que aún no me siento de ánimo para pensar en un futuro color de rosa. Siento a la patria hundida en un pantanal de contradicciones y no termino todavía de ver un panorama suficientemente claro como para pensar en candidaturas. Es más: hasta me pregunto si tras la búsqueda de un candidato para enfrentar a Chávez no estaremos esquivando la obligación de hacernos una profunda mirada introspectiva, de someternos en serio a una cura de autocrítica, de prepararnos moral y espiritualmente para enfrentar el futuro y, luego, ya en el camino, decidir qué haremos, cómo lo haremos, con quién o quienes lo haremos.

Pero reconozco que , sin dejar de lado esa obligación histórica, es hora de ir pensando en encontrar a quien pueda representarnos digna y eficientemente en una eventual contienda electoral. Le exigiría, en primerísimo lugar, un impecable certificado de comportamiento anti golpista: ni una brizna de sospecha de haberse coludido con las fuerzas oscuras que montaron la pesadilla. Ese alguien debe estar además altamente capacitado desde un punto de vista profesional: debe ser la antípoda del zafio e inculto militarote que nos desgobierna. Debe ser un profesional de decidida vocación civilista y de comprobado espíritu democrático. Al mismo tiempo, debe estar altamente preparado para ejercer la primera magistratura: preferentemente un político con formación académica y alta cultura, de modo que no sólo sepa compartir su gobierno con los mejores espíritus del país, sino representarnos con dignidad frente a las más desarrolladas naciones del mundo. Debe ser capaz de devolvernos nuestro orgullo de nación justa y democrática a los ojos del mundo. Por ambas razones, debe merecernos tal confianza, que podamos regresar a nuestras actividades cotidianas sin temer una traición, una deslealtad, una espantosa sorpresa. Y para completar el perfil personal: debe ser un hombre con suficiente fortaleza de carácter y tenacidad de espíritu, como para conducir con mano firme los destinos de la nación: en el orden interno contra los desestabilizadores que nos dejará en herencia esta pesadilla y contra los grupos de presión ˆ medios, empresarios, colegios profesionales y sindicatos -, que pretenderán arrimar la sardina hacia la brasa de sus intereses, sin pensar en la unidad y el futuro de la patria.

Yo le pediría, finalmente, dos virtudes: la de convocar todos los espíritus y unir todas las voluntades, por una parte; y la de enrumbar al país por las vías de la modernización, insertándonos en la economía global. Inteligencia, talento, capacitación, espíritu unitario para los fines más importantes que debemos lograr: democratizarnos y modernizarnos. Rodeándose, finalmente, de los mejores.

¿Usted ya tiene su candidato? ¿Cumple con estos requisitos? Entonces estamos de acuerdo. Unámoslo a nuestras banderas. Que nos siga.

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