Opinión Nacional

El castrochavismo va ahora contra los medios impresos

Aunque en las últimas 72 horas los titulares de la guerra del régimen contra los medios los acaparó el conato de controlar la programación de la televisión privada y las cableras, no debe olvidarse que desde hace seis meses Maduro comenzó el sitio de los periódicos y revistas de oposición para los cuales tenía la sorpresa de negarles los dólares que necesitan para importar papel.

Estratagema que, aparentemente, luce más “limpia” y menos escandalosa que la “guerra económica” que desató en noviembre para estrangular el comercio importador, y la ofensiva de última hora de aprovechar el asesinato de la actriz Mónica Spear y su esposo, Thomas Henry Berry, para que la televisión privada (ya autocensurada por las presiones totalitarias) cambie su programación plural por otra de pensamiento único y en todo parecida a la de Cuba.

El problema es que, si bien las dos primeras guerras pueden camuflarse ante el país como producto de la preocupación del gobierno por mejorar el poder adquisitivo y frenar la ola delictiva que ahoga en sangre a los venezolanos, en el caso de la ofensiva contra los medios impresos, el castrochavismo se desnuda como lo que siempre fue, es y será: un sistema o modelo neototalitario con profundo terror a la libertad, y que solo en el silencio y la quietud de las cárceles y los cementerios se desenvuelve con un poco de seguridad en si mismo.

Y no importa que, según la receta de la vieja ortodoxia marxista-leninista, la “revolución” comenzara destruyendo medios y persiguiendo, encarcelando e, incluso, matando periodistas; o que, de acuerdo a los diktats de la nueva, convenga disfrazarse de defensora de la libertad de expresión y de los derechos humanos en una prima facie, porque, ya sea por una vía o la otra, los resultados siempre serán los mismos: una sociedad cuyos medios no sean otros que los oficialistas y un pensamiento ductor simple e incontrastablemente ÚNICO.

Debemos acotar que a este respecto, el neototalitarismo castrochavista recorrió una ruta con paciencia pero sin desvíos, pues si bien Chávez, al otro día de haber asumido la presidencia de la República, el 5 de febrero de 1999, hizo saber que no toleraría “otra” libertad de expresión que no fuera la que convenía a la revolución, no fue sino hasta diciembre del 2004 cuando se lanzó a aprobar la llamada “Ley de Responsabilidad de Radio y Televisión” (también conocida como “Ley Resorte” o “ Ley Mordaza”) que le permitía pasar a controlar los contenidos en los medios audiovisuales.

Siguió después el anuncio de que el modelo contemplaba la “Hegemonía Comunicacional”, o sea, la totalidad del control de los medios radio-eléctricos e impresos del país, que igualmente se venía cumpliendo desde los inicios del gobierno, pues para la fecha de su proclamación, era abrumadora la presencia del régimen, y muy en especial de Hugo Chávez, en el conjunto de los medios nacionales.

“La hegemonía comunicacional” le decía el politólogo y periodista, Joaquín Ortega, a la colega, María González Chilberry en su blog el 13 de abril del 2013 “pudiera entenderse como la presencia masiva y unilateral de contenidos, sostenida en una misma línea editorial, ya sea en medios impresos y audiovisuales. En el caso del actual gobierno, solo hay que hacer un arqueo del número de emisoras de radio, periódicos y televisoras que comparten fundamentalmente un mismo mensaje de “opinión pro gobierno”, para tener un referente empírico al respecto. En un apretado resumen que considero incluso corto, David Natera denunció que existen: “238 emisoras de radio, 28 televisoras, 340 diarios, semanarios y revistas; y 125 páginas web. En total el presidente Hugo Chávez tiene a su disposición 731 medios de comunicación, sin contar con las cadenas…”.

Todo lo cual no evitó que, de cuatro televisoras privadas independientes y de señal abierta, a una, Radio Caracas Televisión, no se le renovó la concesión y salió del aire 2007, dos fueron presionadas y obligadas a autocensurarse, y solo una, de cobertura limitada, y que llegaba generalmente por el cable, GLOBOVISIÓN, se mantuvo como canal independiente y crítico del llamado “Socialismo del Siglo XXI”.

Pero resistiendo agresiones de todo tipo, como allanamientos, intentos de toma violenta de sus instalaciones, multas y prohibición de que sus cámaras, equipos y comunicadores cubrieran los eventos oficiales.

Mano pelúa y de tamaño descomunal, que también alcanzó a los medios impresos, pues se cuentan de a cientos los periódicos y revistas nacionales y regionales que vieron asaltadas sus sedes, vandalizados sus equipos y sus periodistas golpeados y presos por el delito de decir la verdad y no ser complacientes con las políticas estatales.

De todas maneras, puede decirse que nunca se aprobó una herramienta legislativa, como la “Ley Resorte”, contra los medios impresos, lo cual hizo soñar con el imposible de que, aparte de la represión de hecho, no habría un impedimento de derecho contra la prensa escrita en Venezuela.

Prueba también de la tendencia al apaciguamiento que siempre ha estado a flor de piel de los sectores democráticos nacionales, pues pocas veces se contabilizó que, no existiendo fábricas de papel en el país, y teniendo los medios impresos que importarlo, pues bastaba que el todopoderoso señor de la dólares, Swami Nicolás Maduro, se negara a suministrarlos, para que los medios impresos, periódicos y revistas, fueran cayendo como castillos de naipes.

“En la primera quincena de 2014” se leía el viernes en el portal de GLOBOVISIÓN “al menos 21 medios impresos en 9 estados del país presentan dificultades para adquirir el papel periódico y otros insumos necesarios para la impresión de sus ediciones, como tinta, películas y planchas, debido a las supuestas restricciones del acceso a las divisas para la compra de la materia prima. Tanto como 14 medios de la capital y el interior del país, han presentado reducciones considerables en su paginación y también han eliminado sus suplementos de los fines de semana, debido a estas restricciones, como por ejemplo “El Correo del Caroní”, en Bolívar (De 32 a 8 páginas); “El Oriental”, en Monagas (32 a 8 ); “La Nación”, en Táchira (36 a 8 páginas); “La Noticia” y “La Prensa”, en Barinas (28 a 20 páginas); “El Nuevo País” de Caracas y el diario “Provincia” en Sucre (16 a 8 páginas)

Por su parte, “El Nacional” publicaba el viernes en primera página una carta dirigida por su director, Miguel Henrique Otero, al presidente de la República, Maduro, en la cual denunciaba el retardo injustificado que había sufrido en CADIVI una petición para “la obtención de los más de 3,8 millones de dólares que necesita para comprar papel destinado, tanto al diario, como a las revistas del grupo, sin que la Administración le haya liquidado los fondos, ni respondido a la solicitud”.

 

En otras palabras, que la embestida, vía la peor de las medidas coercitivas -como es dejarles sin tinta, planchas, películas, ni papel- para que se arrodillen, acepten formar parte del combo de medios controlados, o si no, para que se vayan a la quiebra, o acepten ser comprados a precios de gallina flaca por testaferros de la administración que los pondrán al servicio del comandante en jefe, caudillo o mandamás.

Títulos que Maduro ejerce, no por “méritos” propios, sino como intermediario de los gerentócratas y dictadores cubanos, Fidel y Raúl Castro, quienes lo han nombrado capataz del “Central Venezuela”.

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